17 de noviembre de 2023
El cambio climático y la pobreza colaboran con la continuidad de casos durante todo el año. La importancia de las medidas preventivas. La nueva vacuna.
Aedes aegypti. El mosquito transmite la enfermedad al picar a una persona para alimentarse.
Foto: Shutterstock
Pensar el cambio climático como una entelequia o como escenario distópico ya no es posible desde la racionalidad. El calentamiento global existe y atraviesa nuestras vidas no solo en las formas imaginables; también desde vértices que muchas veces no se contemplan, no se advierten o no se dicen. De hecho, un informe reciente de la organización Save The Children ponía el ojo en cómo los desastres climáticos arrojaban a las niñas, sumidas en la pobreza a causa de los mismos, a matrimonios infantiles en la región de América Latina y el Caribe.
En las enfermedades infecciosas que se transmiten a través de un vector, como el caso del dengue, también la variable del calentamiento global está presente; incluso la pobreza mueve el amperímetro de las comunidades más desfavorecidas. En Argentina, solo en lo que va de 2023 el dengue enfermó a 132.000 personas, sin contar los casos asintomáticos, que se estiman en un 80%. La infección causada por el mosquito Aedes aegyti se mantuvo constante durante todo el año y no solo afectó a zonas consideradas endémicas, también hubo casos en el AMBA y en Capital Federal.
«Este año en el país tuvimos 132.000 casos registrados, 65 fallecimientos, hay transmisión en este momento en departamentos del Chaco, Corrientes, Formosa, Misiones, la hubo en agosto, septiembre y octubre. Es decir, tenemos una continuidad, es el primer año que está certificado esto de que no hay corte de la misma. Pero no solo allí, en el área metropolitana –donde vivimos cerca de 15 millones de personas– hemos tenido un fuerte impacto del dengue, y sabemos que cuando hay lluvias aumenta probabilísticamente la presencia del vector, porque tenemos todos los criaderos esperando que caiga agua. La urbanización desordenada es un factor importante para la enfermedad, el impacto del dengue está fuertemente asociado con la pobreza. Nadie habla claramente de los determinantes sociales, porque Miami y Houston, tienen Aedes aegypti también en cantidad, pero tienen una urbanización ordenada, hay regiones ricas, lo mismo que pasa en Europa, donde no hay criaderos ni pobreza», señala Tomás Orduna, médico infectólogo tropicalista, exjefe de Medicina Tropical y Medicina del Viajero del Hospital Muñiz, en una charla con Acción.
Orduna no tiene dudas de que enfermedades como el dengue están relacionadas con la pobreza, al igual que otras, pero amplía este concepto y lo saca del aspecto únicamente monetario. «La pobreza no es solamente “no tengo un mango”, tiene que ver con instrucción, educación, con los medios para estimular. Acá y en muchos lugares de Latinoamérica vamos con un papel en la mano y no encontramos un tacho de basura en la vía pública durante 300 metros. Hay un Estado que tiene que conducir, que tiene que mostrar el ejemplo, que tiene que barrer, hacer publicidad sobre las buenas prácticas de higiene colectiva, comunitaria, individual. Las malas condiciones de vida no son solo en el Chaco salteño, en el Gran Buenos Aires voy a muchos lugares y realmente lo que vemos es pobreza. Hoy tenemos una nueva vacuna (ver recuadro) pero no es la “bala de plata”, aunque sí algo absolutamente importante para generar inmunoprevención», destaca.
Según sostiene el infectólogo, en la región del cono sur este fue el peor año, con más de 3 millones de casos, una situación muy atada al cambio climático. «Una suba de entre 1,5 y 1,7 grados celsius de la temperatura a nivel global favorece la expansión del vector», asevera, y recuerda que a nivel local son 18 las provincias comprometidas en lo que va de 2023.
Trabajo en territorio
Quien sabe de qué se trata la pobreza y de trabajar codo a codo con poblaciones vulnerables es Marcelo Quipildor, médico infectólogo de los Servicios de Infectología del Hospital San Vicente de Paul de Orán (Salta) y del Hospital Materno Infantil de Salta Capital. Quipildor desarrolla desde hace 17 años su actividad en Orán, una localidad ubicada al norte de la provincia de Salta, justo por donde pasa el Trópico de Capricornio, lugar ideal para el desarrollo de enfermedades tropicales, desatendidas o de la pobreza.
«Pasé varios brotes de dengue, me tocó ver los cuatro serotipos. En 2009 fue el brote más fuerte, que llegó a Buenos Aires, el que nos alertó, porque, ¿cómo puede ser que un mosquito te dé vuelta una vida? Esto implica, además, que puede saturar el sistema de salud en tu comunidad y en tu hospital, con muchas consultas y fallecidos. Además, hablamos de una comunidad vulnerable, por esto es fundamental la educación, saber que hay épocas en las que esta enfermedad puede aparecer más fuertemente; por eso hablamos con los maestros, hacemos capacitaciones para poder afrontar la situación y que la gente entienda que es importante la salud ambiental. Es una enfermedad de la pobreza, donde no hay agua potable y hay que recolectarla en recipientes, entonces hay que decirles a las personas cómo se debe hacer, porque el agua tiene que estar tapada para que no sea un reservorio de mosquitos, para que la hembra no coloque los huevos; si no se ocupa el tacho hay que darlo vuelta y si se tiene fiebre hay que ir al médico», describe en diálogo con Acción.
El dengue se puede cursar sin síntomas o con síntomas leves, puede presentarse también con cuadros febriles agudos e inespecíficos, dolor de cabeza intenso, dolor detrás de los ojos, dolor muscular y en las articulaciones y a veces diarrea o vómitos; también en ocasiones pueden aparecer erupciones en la piel, además puede evolucionar a formas graves de la enfermedad en caso de infectarse con dos serotipos distintos, convirtiéndose en una de las principales causas de hospitalización y muerte entre niños y adultos en algunos países de la región.
Planificación estatal
Respecto del esquema de vacunación, los especialistas señalaron que como país federal cada provincia es libre de hacer algo, como en el caso de Salta que compró 300.000 dosis, aunque todavía no se delineó un plan de vacunación a nivel nacional.
«En Nación hay un grupo de trabajo, pero este es un año electoral muy particular, por lo tanto es imposible pensar que hasta el año que viene pueda haber una decisión, porque el 10 de diciembre a la medianoche nadie sabrá quién va a ser el ministro de Salud y qué postura va a tener el presidente respecto de la vacunación dentro del calendario nacional de vacunas: para quién, cómo, dónde, cuándo. Es muy complejo –dice el médico–. Lo que no puede haber es esa suerte de atropellamiento con esto de que la vacuna mañana tiene que estar para 46 millones de habitantes, tiene que haber racionalidad. En Salta no van a vacunar en el Valle Calchaquí, en Salta Capital, van a vacunar en una parte de la provincia, hay que acompañar fuertemente la racionalidad para el uso adecuado de la vacuna; la vacunación va a avanzar, pero no va a ser de un día para el otro», asevera Quipildor.
Lo que sí es claro para el infectólogo, es que la presencia de un Estado comprometido con la salud de las personas es imprescindible.
«Para prevenir el dengue lo primero que hay que considerar es qué es lo que hago como individuo, como ciudadano responsable. También es cierto que además necesito que esa responsabilidad sea estimulada por el Estado todo el tiempo. Quizás lo que veo en una parte importante del país, en las diversas jurisdicciones, es que no estamos trabajando fuertemente en el tema del control de los criaderos, esto hay que hacerlo sobre todo en las épocas donde hay menos posibilidad de reproducción, en el invierno», advierte Orduna.
Por el momento y mientras se esperan definiciones a nivel nacional, la provincia de Salta iniciará la vacunación en la población de entre 25 y 39 años en los departamentos de Orán, Tartagal y San Martín.
«El plan de vacunación tiene que ver con la estrategia de cada provincia, es fundamental en los lugares donde hay muchos afectados. Por ejemplo, en Salta se adquirieron 300.000 dosis, entonces la población que se va a comprometer es de 25 a 39 años, que es la que más sufrió el dengue, pero obviamente que está indicada para personas de 4 años en adelante», indicó Quipildor.
«No hay posibilidades de desarrollo de un país sin Estado presente. El Estado siempre tiene que estar, en salud, en educación, en seguridad, en todos los aspectos. Pensar que una nación puede desarrollarse sin Estado, es de una cabeza obtusa. Hoy tenemos un serio problema porque hay una parte de lo posible, de acuerdo con lo que ocurra en las elecciones, que niega al Estado, que lo bastardea y aborrece, si eso ocurre, de ahí en adelante es muy probable que nos vaya infinitamente peor», finaliza Orduna.