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Refundación de la democracia

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Con un llamado a la participación popular y la denuncia de los efectos devastadores de la política económica de la dictadura, Acción celebraba hace cuatro décadas el inicio de una nueva etapa política.

Según pasan los años. Facsímil de la portada del número 412 de Acción, correspondiente a la segunda quincena de octubre de 1983.

Foto: Archivo Acción

«La hora de las urnas: los argentinos vuelven a fundar la democracia», podía leerse en la tapa del número de Acción correspondiente a la segunda quincena de octubre de 1983. 
«El pueblo argentino se apresta a votar luego de un silencio de diez años que él no eligió. Pero, si es indiscutible que la vuelta al ejercicio del voto es un hecho decisivo para los habitantes de este zarandeado país, también lo es que la batalla por la democracia, la legalidad, el progreso, la justicia y la solidaridad no surgen, mágicamente, de una boleta depositada en una urna», agregaba. 
En las páginas interiores, varias notas informaban y reflexionaban sobre la complejidad del momento. Entre ellas, un extenso comentario editorial señalaba: «Son muchos y muy hondos los males acumulados y por ello mismo se requiere el acuerdo de las fuerzas políticas nacionales y mayoritarias para gobernar este país insubordinado contra el absolutismo. Deberá entenderse que la batalla electoral es solo eso, una batalla en la lucha por la democracia, el progreso, la justicia, el desarrollo y la solidaridad».
«La democracia no se regala. Se conquista y se mantiene con una celosa defensa, con la atenta vigilancia y la activa movilización de las mayorías. Por ello no debería alentarse una actitud complaciente frente a eventuales intentos de socavar las bases de la institucionalización», proseguía el artículo. 
Sobre la «crisis económicosocial», advertía con claridad que «se ha destruido en parte el potencial productivo y la redistribución del ingreso con su sesgo regresivo ha creado condiciones difíciles para la reactivación económica. La riqueza se ha concentrado en un polo reducido, mientras la pobreza anida en crecientes sectores de la población. Y ha recrudecido el fenómeno de la marginación social, antes casi desconocido en la Argentina».
En tanto, alertaba: «Es impensable exigir nuevos sacrificios al pueblo argentino porque ya no se toleraría una nueva vuelta de tuerca en esa dirección. En lo inmediato, no importa tanto un progreso fulgurante como una clara inversión de la tendencia negativa que ha predominado en la economía argentina durante los últimos siete años» y llamaba a «abandonar el camino de la especulación y del achicamiento del país, para ingresar en la senda de la producción y el crecimiento deberá ser el dato esencial que permita reconstruir la confianza perdida».
Un movimiento cooperativo «con más de 9 millones de afiliados, que movilizan más de 12.000 millones de dólares en su operatoria económica concretada según los principios del solidarismo rochdaleano», señalaba el editorial, «no puede ser ignorado.
Precisamente cuando la hondura de la crisis requiera la práctica de la solidaridad y el sentido comunitario, el cooperativismo es no solo un factor movilizador de la reconstrucción nacional. Es también escuela y fragua de la participación democrática». Y concluía: «Nuestro país está frente a un momento crucial de su historia», y «el movimiento cooperativo de crédito nucleado en el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos dice una vez más presente a la hora de la gran convocatoria». 

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