28 de agosto de 2023
Lejos de reduccionismos y estigmatizaciones, la socióloga propone el ejercicio de revisar las causas y los procesos históricos que subyacen al voto a Javier Milei. Los nuevos escenarios.
«Hay que volver a enamorar, que es lo más difícil como propuesta política, encontrar un lenguaje para hablar con aquellos con quienes desde hace un tiempo se perdió la comunicación», asegura Micaela Cuesta, socióloga, doctora en Ciencias Sociales y coordinadora del Laboratorio de Estudios sobre Democracia y Autoritarismos de la Universidad Nacional de San Martín. En días en que desde el impacto muchos y muchas tratan de acomodarse y ensayar una explicación de los contundentes números de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, Cuesta va más allá de la superficie y en una charla con Acción analiza los porqués y los cómo, desde una mirada histórica, lejos de las respuestas rápidas y culpabilizantes.
–¿Por qué ganó Javier Milei?
–Milei ganó por una serie de causas que son múltiples. Las más recientes creo que son el descanto, la desilusión, la desesperanza frente a las opciones político-partidarias tradicionales. Hay una nueva grieta, un desplazamiento de ese modo de tramitar las diferencias políticas entre partidos tradicionales. El antagonismo bipartidista se desplazó hacia otro que se da entre un «ellos», representado por los políticos tradicionales, y el «pueblo», que son los trabajadores, o los que tienen la percepción de que se las arreglan por sí solos, rehenes además de los primeros. Cualquiera que se presentara como no perteneciendo a esos dos partidos y viniendo por fuera de la política partidaria iba a tener cierto éxito, porque ya estaba esa disposición a rechazar lo conocido y una especie de voto de confianza a lo nuevo por conocer. Por otro lado, está esto de que ese outsider de la política ofrece algunas «razones» para esa identificación.
–¿Cuáles son esas razones?
–La primera es dar una explicación relativamente sencilla y eficaz a la causa de la crisis, del malestar, de la inestabilidad, que es «la casta». Ofrece un culpable rápido, un chivo expiatorio para esa frustración. Luego esa misma idea se desplaza hacia otros, que son los dependientes del Estado, los «parásitos» que ponen trabas en el despliegue de las iniciativas y los desarrollos empresariales privados, los organismos de control. Por otro lado, Milei se presenta como alguien que es igual a todos, a quien nadie ayudó, que se hizo a sí mismo, que no proviene de las élites económicas ni políticas. Esa presentación de sí mismo, esa narrativa heroica del individuo cuaja a la perfección con algo que venimos estudiando y que denominamos subjetividad neoliberal.
–¿Qué consecuencias trae esta subjetividad?
–Si a uno le hicieron creer que el éxito solo depende de uno, que es capaz de todo lo que se proponga y que el único límite es el de la propia imaginación, cuando esto es desmentido por los acontecimientos históricos, sociales y económicos, muchas veces, en lugar de reflexionar sobre esa construcción, se elige aferrarse a esa creencia. Esto produce un padecimiento o una violencia que se desplaza hacia otro, y ahí se empieza a desear que a aquellos a los que les va mal no se los ayude sino que se los castigue, o a concebir que aquel que es ayudado debe ser objeto de un desprecio, porque está mal visto ser dependiente. Es un modo muy agresivo de relación social y genera las posibilidades para el advenimiento de fenómenos autoritarios, reaccionarios, antiderechos, algo que también se observa a nivel global.
«Como investigadores anticipábamos estos resultados, veníamos prendiendo luces de alarma en torno al crecimiento del autoritarismo social.»
–¿Fue sorpresivo el triunfo de Milei en la PASO?
–Creo que el mismo partido de La Libertad Avanza se sorprendió. De todas maneras, nosotros como investigadores anticipábamos estos resultados, veníamos prendiendo luces de alarma en torno al crecimiento preocupante del autoritarismo social, de modalidades de expresión muy punitivas, de demandas de cancelación. Y no solo eso, advertíamos de un crecimiento muy significativo y acelerado de los discursos de odio, que es un modo exacerbado del autoritarismo social, notábamos que las creencias en la justicia social venían en declive.
Narrativa heroica. Milei se presenta como alguien que es igual a todos, a quien nadie ayudó, que se hizo a sí mismo.
Foto: Télam
–¿Qué le atrae a la ciudadanía de la figura de Milei, particularmente a los jóvenes?
–Hay que señalar que estos jóvenes, en muchos casos, son los más afectados por los niveles de precarización laboral, que no se corresponde siempre con niveles de ingreso, es decir, uno puede tener un buen ingreso y aun así estar precarizado: tener más de un empleo, con la incertidumbre respecto de la continuidad de un contrato; estas formas contemporáneas de precarización producen mucho padecimiento. Por otro lado, creo que existe una lógica que es más propia de este segmento etario asociado a la forma de relación con las redes sociales, que es donde también circula con mayor naturalidad y velocidad un contenido político ideológico que coquetea más de lo conveniente con la legitimación de la violencia.
–¿Los jóvenes perciben a Milei como un líder de ultraderecha?
–A mí no me gusta mucho esa definición. Hay que diferenciar el análisis sociológico del político, en términos politológicos habría argumentos para decir que Milei es un líder de ultraderecha, porque hay pruebas y evidencias respecto de sus vínculos con organizaciones transnacionales de derecha y ultraderecha en el mundo. Ahora, desde el análisis sociológico no es aconsejable realizar interpretaciones en esos términos porque pueden ser reduccionistas, y además sería injusto tal vez atribuirles esa identidad política a muchos de los jóvenes que votaron a Milei. Es probable que antes muchos de ellos y ellas hayan votado a un partido de izquierda o al peronismo clásico o al kirchnerismo, no es tan lineal. Es mejor pensar en los procesos más complejos que tienen distintas formas y tiempos para echar luz sobre lo que pasa.
«Es probable que antes muchos de los y las votantes de Milei hayan votado a un partido de izquierda o al peronismo clásico o al kirchnerismo.»
–¿Y con qué tienen que ver esos procesos?
–Con la ideología neoliberal y con lo que viene haciendo de manera silenciosa en los sujetos, en las subjetividades, en las creencias, en los modos de comportamiento, en los criterios y modelos de justicia, en las concepciones en torno al mérito. Ahí podemos encontrar más respuestas a esta situación que emerge en el ámbito político como un voto a la derecha sin más.
–Si tuviéramos que hacer un perfil de los votantes de LLA, ¿qué características tendría?
–Sin dudas hay un voto joven muy significativo, pero no lo atribuiría a la juventud en términos etarios, sino a las condiciones más estructurales en las que se encuentran esos jóvenes: ausencia de una certeza en relación al futuro mediano, la imposibilidad de salir de la casa de los padres, precarización. Después creo que hay otro voto que viene de aquellos que no reconocen en su trayectoria biográfica ninguna identidad política clara, tienen un voto fluctuante, y entran en la nueva grieta, es decir, los que no creen ya en ninguna de las dos opciones. También hay otra parte de los votantes que sí tiene una adscripción más ideológica clara, que efectivamente se identifican como liberales duros; esos quizás sean los más autoritarios de todos, son los que reconocen en sí mismos una identidad que no fue reconocida hasta ahora como la anarcolibertaria y que encuentra este momento para desplegarla en toda su potencia reprimida. Pero no creo que este núcleo sea el más significativo. Y después está la otra parte de la población que acompañó por omisión, por pereza o desencanto el crecimiento de ese tipo de ideologías meritocráticas, de mercado, y antiigualitarias.
«Hay un voto joven muy significativo, pero lo atribuiría a las condiciones más estructurales en las que se encuentran esos jóvenes.»
–¿Lo que está en juego en los próximos meses es la democracia? ¿Alcanza con advertirlo o si se busca cambiar el resultado electoral hay que tomar otros caminos?
–Decir tan solo que lo que está en crisis es la democracia se queda corto, hay que empezar a interrogar qué pone en crisis a la democracia en todo caso. La democracia está en crisis cuando carece de instancias de debate de los asuntos públicos por parte de los representantes en el Parlamento, cuando esos asuntos no son tratados por quienes se ven afectados por ellos o cuando no suscitan el interés de toda una ciudadanía que ahora se percibe como «cliente» o mero «usuario» de sus instituciones. Viene en crisis cuando no puede encontrar la autoridad legítima para intervenir en procesos económicos de concentración inédita de la riqueza, cuando no puede redistribuir más justamente la riqueza social. Lo que pone en crisis la democracia es la crisis del capitalismo. Hay que pensar un modo de democracia que no esté sujeta a las formas consolidadas del capitalismo neoliberal de las que somos contemporáneos.
–¿Cómo se convoca a la ciudadanía a un proyecto colectivo de justicia social y equidad?
–Los partidos políticos tradicionales están en un escenario difícil porque están igual o peor de atomizados o fragmentados que la sociedad. Con un nivel tal de fragmentación interna es muy difícil imaginar una narrativa convocante, que cuente con el consenso de todas las partes y a su vez invite al resto a sumarse. Además está la dificultad de que uno de ellos es gobierno, y que tenía mucho que mostrar y tal vez no lo hizo del modo más adecuado, por negligencia, por impericia u otras razones.
–¿Fue un error comunicacional?
–Sí. Tiene que ver con mostrar en términos de comunicaciones qué se hizo, esto no se supo contar, poner en palabras, interpretar, explicar. No se escuchó tampoco. Hay que volver a enamorar, que es lo más difícil como propuesta política, a encontrar un lenguaje para hablar con aquellos con quienes desde hace un tiempo se perdió la comunicación. Por otro lado, no estaría de más enfatizar en aquello que puede explicar los malestares. ¿Quiénes son los agentes que intervienen activamente para que muchas de las promesas de la democracia no resulten? ¿Qué interese tienen? ¿Qué relaciones de poder hay? ¿Qué estructuras enquistadas siguen operando? Hay que explicar estas dimensiones micro y macroeconómicas de este fenómeno, tienen que ser visibilizadas en términos comprensibles para cualquier ciudadano de a pie.
«Cualquiera que se presentara como viniendo por fuera de la política partidaria iba a tener cierto éxito, porque ya estaba esa disposición a rechazar lo conocido.»
–¿Y cómo se logra esto?
–Creo que esa respuesta se tiene que buscar colectivamente, que esas estrategias deberían surgir de instancias de organización popular, sindical, gremial. Tener una respuesta sin hacer el ejercicio de la pregunta y la conversación es volver a caer en la idea de que ahora podemos sacar un as de debajo de la manga y revertir todo lo que viene ocurriendo desde hace años. Hay que pensar con otres cuáles son las alternativas, sin culpabilizar, sin indignarse, sin castigar, poniéndose uno en crisis. Hay que reflexionar sobre qué hicimos como militancia, como parte de las instituciones sociales, como referentes barriales, como ciudadanos para llegar hasta acá, sin dejar de señalar aquellas cuestiones objetivas que nos exceden, como las relaciones con el FMI, las grandes corporaciones, la racionalidad empresaria, eso hay que decirlo también.