Voces | ENTREVISTA A MARIANA LUZZI

El oscuro objeto del deseo

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Mirta Quiles - Fotos: Juan Quiles

La popularización del dólar en Argentina desde la década del 30 hasta hoy y el rol de la prensa en la construcción de una «pedagogía financiera» es analizada por la socióloga.

En su libro El dólar. Historia de una moneda argentina (1930-2019), que escribió junto con Ariel Wilkis, la socióloga Mariana Luzzi analiza las formas en que la divisa estadounidense se convirtió en un instrumento con un rol no solo económico, y que se construyó a través de múltiples vías. En esta entrevista examina cómo el dólar, a través de casi una centuria, fue pasando de ser tema de interés solo para agentes económicos o especializados a más grupos sociales, hasta alcanzar una popularización que permea todos los estratos.
–Un exhaustivo trabajo de archivo, 120 entrevistas relevadas en todo el país y cuatro años de investigación dieron forma a un libro que «deja con ganas de más».
–En el principio había una pregunta muy simple. Había algo de un misterio a resolver. Prendo la tele, está la temperatura y el valor del dólar, la placa roja de Crónica. Y la pregunta es cómo llegamos hasta acá. Y el objetivo era tratar de desandar ese camino. Primero, ver desde cuándo esto sucedía. Porque no siempre fue así. Eso llevó a revisar la periodización que nos habíamos planteado, porque tenía que ver con que entrevistábamos cada vez a gente más grande, y nadie nos hablaba de un momento en que eso no pasara. Para todos era algo desde siempre.
–Ustedes, al principio, anclan el comienzo de la popularización del dólar a mediados de la década del 70, con el Rodrigazo.
–Así es, porque había cierta idea en la literatura disponible. Y en todos los casos aparecían dos momentos: el Rodrigazo, en 1975, con el primer shock devaluatorio en un contexto de inflación elevada; y la reforma financiera de Martínez de Hoz de 1977, por lo que habilita en términos de liberalización del mercado de cambios y también de cambios en las reglas del juego del sistema financiero. Ahí había un mojón. Sin embargo, al mismo tiempo había ciertos elementos teóricos que despertaban una pregunta. Si nosotros estábamos hablando de un montón de personas utilizando el dólar como moneda de ahorro, como instrumento, como patrón de referencia, vehículo de especulaciones, grandes y pequeñas, pero sobre todo si eso aparecía a nivel, no de los profesionales del mundo financiero, no de la gente vinculada al comercio exterior, de las grandes empresas, sino en los hogares, es difícil que eso empiece por ahí. De golpe todo el mundo se puso a hacer algo que hasta ese momento nadie hacía. Mágicamente todo el mundo aprendió a ir a la calle San Martín de un día para otro a comprar y vender dólares. Entonces, ¿qué hay antes de eso? Efectivamente en los 70 hay un salto, que tiene que ver con ese régimen de alta inflación que se consolida. Son 20 años seguidos con alta inflación y ahí hay un hito, pero no es el inicio.

–Así llegan a la década del 30, al primer control de cambios, bajo el gobierno de Uriburu.
–Lo cierto es que la crisis del 30 pone en discusión, a nivel mundial, el rol del Estado respecto a la economía, y allí entra también la intervención en los mercados de cambios. Lo que queríamos ver es qué tipo de discusión generaba en el espacio público. Y hay una discusión, que sale de las esferas expertas y llega a los medios. Es una referencia a las divisas, no específicamente al dólar. Hay una discusión que es interesante y que va volver una y otra vez: si el Estado tiene derecho o no a hacer esa intervención; y cuál es el verdadero valor de la divisa, que luego será: si está atrasado o no el tipo de cambio.

«En los 60 lo que aparece es muy claramente esa construcción del dólar como un tema relevante, como algo noticiable, a lo que hay que prestarle atención».

–En su reconstrucción, ven en la década del 60 un gran cambio en cómo los medios de comunicación, más específicamente la prensa escrita, tratan el tema del dólar.
–En los 60 lo que aparece es muy claramente esa construcción del dólar como un tema relevante, como algo noticiable, a lo que hay que prestarle atención, más allá de los grandes números de la economía. Especialmente para la gente de a pie, para el ama de casa, para el comerciante, para el trabajador ver lo que pasa con el dólar, puede ser una información relevante. Hay un cambio en la narración de la economía en la prensa gráfica. La noticia económica gana las tapas de los diarios. Y es una crónica urbana, además. El lector destinatario no es el especialista, el hombre de negocios, sino que empieza a tener sentido para otros lectores. Y a la par, en un momento de gran inestabilidad económica, empieza a aparecer la idea de que mirar lo que pasa con el dólar nos puede decir algo de lo que pasa con el resto de los precios.
–Incluso ustedes rastrean que el dólar es utilizado por el mercado publicitario, para sus promociones.
–El dólar aparece como un vehículo para comunicar otras informaciones. Entonces, de algún modo, los argentinos comienzan a estar cada vez más familiarizados con ese número, siguen sin operar con dólar billete, comprarlo, venderlo, atesorarlo. Sin embargo, saben que es un indicador relevante. Nosotros decimos que hoy por hoy el dólar en Argentina cumple dos funciones: tiene esta vida pública, este número público que nos dice muchas cosas además de la que estrictamente viene a comunicar, como pueden ser otros números, como el índice de Precios al Consumidor o el Riesgo País, es un tema de preocupación, de comentario, de circulación del humor social en la calle; y también es un instrumento financiero, con el que invertimos, ahorramos, especulamos. Pero no siempre estos dos modos de ser del dólar en nuestra vida social estuvieron juntas. Claramente en los 60 esa vida pública se fue desarrollando y todavía esa más transaccional no era relevante. Existía en círculos pequeños. Es algo que despunta pero que es poco relevante, a diferencia de 10 o 15 años después.

–Te referís a la época de «la plata dulce».
–Más allá del cuadro costumbrista que muestra la película Plata dulce, cuando se ve la prensa de la época, en forma de crónica urbana lo que sucede con el dólar, empiezan a aparecer en las fotos de la calle San Martín, un montón de mujeres. Que no son oficinista ni profesionales, sino que, como administradoras del hogar, después de que el marido cobra el sueldo, van a comprar dólares, que después irá cambiando a lo largo de mes.
–Una estrategia.
–Así es, es otro grado de masificación, de popularización. Y más aún, entre el 83 y la hiperinflación de 1989 es muy vertiginoso todo. Cuando después del Plan Primavera se transita hacia la hiperinflación, ahí todo es dólar, dólar, dólar.

«Hoy el dólar en Argentina cumple dos funciones: tiene vida pública, es un número público que nos dice muchas cosas y también es un instrumento financiero».

–Con la Convertibilidad se formalizó algo que ya estaba de hecho.
–Ese es el discurso de (Domingo) Cavallo, de (Horacio) Liendo, de los promotores de la Convertibilidad. La frase muy interesante que ellos sostienen es: «El dólar ya estaba en la cabeza de la gente. Nosotros solo venimos a legalizar algo que ya está funcionando». Que en buena medida es verdad, porque hay muchos precios de la economía que se están fijando en referencia al dólar. Por supuesto, lo que no es verdad es todo lo demás que implica la Convertibilidad. Pero efectivamente entre el 89 y el 91 había una dinámica respecto a la fijación de precios, a la negociación de contratos, donde el dólar era la gran referencia. Lo que sucede con la Convertibilidad de interesante es que, por primera vez en muchísimos años, el dólar sale del primer plano. Por un lado, está en todos lados. Por otro, no está en ninguno, porque ya no importa seguir el mercado cambiario, porque el tipo de cambio está fijo, siempre es un peso. La atención del dólar pasa al sistema financiero.
–Ustedes argumentan que ni la visión economicista ni la culturalista explican completamente el fenómeno de la popularización del dólar en Argentina.
–Nosotros no decimos que el dólar no funciona como refugio de valor. Funciona. El punto es sobre todo combatir automatismos. Y aunque fuese automático, ¿por qué tiene que ser con el dólar?, podría ser con otros instrumentos financieros como referencias de reserva de valor. Todas esas condiciones pueden estar presentes, pueden ser necesarias, pero no son suficientes para explicar lo que sucede con el dólar en Argentina. Y respecto a la hipótesis culturalista, se piensa que todo fenómeno que es cultural es lo contrario de un fenómeno económico. Si es económico tiene que ver con la racionalidad, con la búsqueda y obtención de una rentabilidad. Si no va por ese lado, si no es racional porque no es rentable, entonces es irracional, y eso es cultural. Lo que discutimos es esa dicotomía. Ese esquema mutuamente excluyente no es correcto. Al contrario, uno tendría que pensar en las culturas de la economía. En cuáles son los modos de operar, de hacer transacciones, de realizar cálculos, de generar expectativas, de proyectar el futuro en cada momento y en cada lugar históricamente. En esa cultura de la economía argentina, el dólar tiene un rol que se construyó a través de múltiples vías. Entonces, es tratar de pensar no como algo separado y mutuamente excluyente, sino como dos dimensiones que se van cruzando y retroalimentándose.

«El dólar aparece como ese instrumento que parecería darnos ese pequeño pasaporte para salvarnos, para quedarnos al margen de los quebrantos de todos».

–Ustedes plantean, además, una hipótesis política.
–Para nosotros, en Argentina, esta doble existencia del dólar, esta idea del dólar como esa brújula que permite orientarnos, que nos da una clave acerca de cómo viene hacia adelante, como un elemento que permite orientarme cómo se juega este juego, y el rol económico que cumple al mismo tiempo, a nivel de las transacciones, de las presiones que se pueden hacer, terminan convirtiendo al mercado cambiario en un escenario más de la vida política argentina.

–El dólar como una forma de acción, de interpretar la realidad y actuar.
–No es una sensación que la historia del Estado argentino en los últimos 40 años es una historia de quebrantos, de inestabilidades y dificultades, y es también una historia de las inestabilidades y dificultades de todos los ciudadanos. El dólar aparece como ese instrumento que parecería darnos ese pequeño pasaporte para salvarnos, para quedarnos al margen de esos quebrantos, esos quebrantos que van a ser de todos. Es la manera de decir, bueno, me voy. Me retiro. Es esa idea de conseguir algún tipo de autonomía, de ponerme a salvo de eso que puede ser una decisión de política pública como, por ejemplo, lo fue el Corralito.
–Pero esa autonomía, ese accionar individual, tiene consecuencias.
–Es no construir alternativas colectivas. Efectivamente, el dólar es al mismo tiempo una brújula, un elemento que te permite orientarte y moverte en el juego social, al tiempo que, como herramienta, instrumento en términos económicos, te permite encontrar una salida, pero que es individual. Y entonces esa contradicción entre salidas individuales y problemas colectivos es la que efectivamente produce las dificultades que vivimos cotidianamente. Sobre todo que lo único que se vea es la posibilidad de tomar decisiones individuales. No es esperanzador.

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