Voces | ENTREVISTA A MARIANA GENÉ

Entre sueños y pesadillas

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Pablo Tassart - Fotos: ANSOL

La fallida gestión del macrismo entre 2015 y 2019 y su intento de volver al poder son analizados por la socióloga e investigadora. El factor Milei y las diferencias internas.

Cerca de las próximas elecciones y con el difícil contexto social y económico actual, el interrogante sobre si Cambiemos puede retornar al poder, a pesar de la experiencia fallida de Mauricio Macri como presidente, se manifiesta como una inquietud ineludible.
Mariana Gené, doctora en Ciencias Sociales y Sociología Política e investigadora del CONICET, plantea en su último libro, El sueño intacto de la centroderecha y sus dilemas después de haber gobernado y fracasado escrito junto con Gabriel Vommaro, un repaso y análisis de aquella experiencia comenzada en 2015, que pueden dar algunas respuestas de si existe la posibilidad de un retorno y cómo sería.

«Se fue del poder con el 40% de los votos, con un electorado consolidado, movilizado en las calles y bastante alineado detrás de un programa.»

La investigación, llevada a cabo durante cuatro años junto a Gabriel Vommaro, sociólogo de la UBA e investigador, intenta responder algunos interrogantes, entre ellos por qué nunca existió «la lluvia de inversiones» anunciada en su momento y que algunos vaticinan otra vez, ante un posible cambio en la Casa Rosada. «Hay que tratar con todos y todos con demandas que no representan al resto. Ni siquiera entidades como AEA o la UIA», rememora Gené en uno de los más de cien testimonios recogidos en el libro. Sobre el tema, además, destaca una cierta «ingenuidad» por parte de aquellos funcionarios que creían que los fondos llegarían tan solo por «simpatía»; expectativa que, en algunos casos, continua hasta hoy, según estima.
Además, la autora diferencia los posibles matices entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, pero asegura que los dos tienen un plan «ortodoxo» para la economía. Igual línea en la que agrupa a la pata radical de la alianza electoral.


–¿Por qué sigue intacto el sueño de la centroderecha? ¿Cuánto hay de aquella frase de Perón: «No es que nosotros hayamos sido tan buenos, sino que los que vinieron fueron muy malos?»
–Sigue intacto porque después de haber tenido un gobierno de resultados escasos, bastante fallido, en el que no pudieron resolver los problemas económicos y muchos de ellos empeoraron, se fue del poder con el 40% de los votos, con un electorado consolidado, movilizado en las calles y bastante alineado detrás de un programa que, además, con el tiempo se fue haciendo más nítido. Todo esto les dio razones a los integrantes de la coalición para mantenerse juntos. Y sigue intacto, es cierto también, porque ha fracasado el actual gobierno del Frente de Todos.
–¿Fue la gran desilusión el apoyo «por goteo» del empresariado?
–Ese fue para muchos funcionarios el gran sinsabor. Decían: «A ver si nos pueden apoyar y aprovechar que estamos». Y de parte de los empresarios sentían que tenían pocos espacios de articulación con el Gobierno. Pero, por otro lado, había cierta inocencia o cálculos errados al creer que los empresarios iban a invertir por simpatía, por tener el primer presidente empresario. Pero los empresarios buscan ver la seguridad a más largo plazo de esas inversiones y la posibilidad de que tengan un retorno o no. Ya a fines de 2017 y comienzos de 2018 el escenario se revelaba muy inestable. Además, Macri se las tuvo que ver con esos empresarios bastante diversos entre sí. Por un lado, estaban los que formaron el núcleo de apoyo de su Gobierno, como los del sector agrario, financiero y los emprendeduristas, y por otro, los industriales y los exportadores con quienes tuvo muchos problemas. La idea de que los empresarios eran llorones y prebendarios. Además, porque los empresarios en Argentina están acostumbrados a una relación muy descoordinada, más de «uno a uno».
–¿La otra gran decepción fue el llamado «Gobierno de los CEO» y la comprobación de que no eran infalibles?
–Fue más una desilusión para la sociedad. Se lo vio como un gesto de parte del empresariado y como un mejoramiento de la política desde afuera, desde el sector privado. Pero, así como hubo malos cálculos en la relación con los empresarios, también lo fue esa autoestima que hablaba del «mejor equipo». Cuando llegaron al poder quedó demostrado que algunos conocimientos bastante importantes de lo que significa hacer política, relacionarse con actores fragmentados y a la vez organizados y con demandas bastante claras pero contradictorias entre sí, significaba tener un posible baño de humildad. No todas las destrezas que alcanzan en el mundo privado sirven para el mundo público. 

«(Larreta) ensaya un equilibrio entre lo que sacó como lección de su gobierno: si no se amplían las alianzas políticas es imposible lograr avanzar con las reformas.»

–¿Cómo se lleva Cambiemos con la «antipolítica» agitada hoy por Javier Milei, teniendo en cuenta que de allí ellos también partieron y en la actualidad ya son una fuerza consolidada?
–Es cierto que el PRO hoy es una fuerza con más de 20 años de existencia y ya no pueden presentarse como la nueva política; sin embargo, siguen usando esos caracteres de origen. Sobre todo, ahora con la llegada de Milei. Es contradictorio, pero algunos dirigentes siguen definiéndose como «la otra manera de hacer política», es casi su marca partidaria.
–¿El endurecimiento del discurso de Macri estaba ya en sus genes o es una adaptación a la actual competencia con Milei?
–Por un lado, esa idea de oposición al populismo como sinceramiento o capacidad de decir esos problemas de larga data de Argentina, de exponerlos, estuvo en parte del Gobierno, pero para llegar al poder, no. Sino que estuvo la idea de unir de los argentinos. El discurso hoy apuesta a la grieta. Y es porque ahora existen opciones más a la derecha que antes no tenían tanta fuerza. Pero también hoy se ve a un Macri con menos barreras, luego de aquel gran trabajo de presentar a su partido como más allá de la izquierda y la derecha, que lo que importaba era la gestión. Hoy se siente más habilitado a tener un discurso menos ambiguo en términos ideológicos. Es muy probable que haya estado en su cabeza, pero no en su discurso. 
–Cuando hicieron el libro ¿ya existían «halcones y palomas»? ¿Esperaban esta división tan fuerte?
–Se fue acentuando hacia el final del gobierno y luego fuera del poder. Ya estaban algunas diferencias, no tanto en el programa económico, hoy mismo hasta los radicales convergen hacia una mirada ortodoxa. Pero sí en otros matices, por ejemplo, en la relación con los movimientos sociales. Algunos proponen negociar para garantizar el orden en las calles y la gobernabilidad. Otros, que no fueron escuchados durante el gobierno de Macri, que están contra los movimientos y los planes sociales, tanto para no darles poder, pero también para agradar a su electorado. Patricia Bullrich nos lo dijo de frente: «No me permitieron aplicar el protocolo antipiquetes. A Pérsico lo conozco desde los 15 años. Quiere construir poder para ganarte». Mientras que Larreta buscaba negociar con la esperanza de luego incluirlos en una coalición más amplia.

–Macri dijo que «haría lo mismo, pero más rápido», pensamiento que uno se lo podría atribuir seguramente a Patricia Bullrich. ¿A Rodríguez Larreta cómo se lo podría ubicar con respecto a esto?
–Yo diría que ensaya un equilibrio entre lo que sacó como lección de su gobierno, que es: si no se amplían las alianzas políticas es imposible lograr avanzar con las reformas. Y a la vez, dice que no van a ser cien días sino cien horas. Pero a nadie le queda demasiado clara cuál es su política económica. Y sobre todo su electorado quiere discursos bastante más contundentes. Nada de grandes consensos. El tema es cómo hacer para sortear esos obstáculos que estuvieron cuando gobernaron y que siguen ahí, como la oposición en las calles. Algunos de Juntos por el Cambio estiman que el nivel de crisis hace que eso se licúe. Y que se pueda hacer como decía Menem: cirugía mayor sin anestesia.

«Había cierta inocencia o cálculos errados al creer que los empresarios iban a invertir por simpatía, por tener el primer presidente empresario.»

–En estos últimos tiempos han aparecido varias voces reivindicando el periodo menemista ¿Cómo se para este espacio con respecto al menemismo?
–Es muy interesante porque Cambiemos se va parando frente al menemismo de diferente manera a lo largo del tiempo. En las elecciones de 2015 a Macri le preguntan en TV cuál fue el mejor presidente de la vuelta a la democracia y dice «Menem». Gabriela Michetti, que estaba al lado, abre los ojos y lo mira como diciendo «no lo tenés que decir». En ese momento Menem era mala palabra, en cambio hoy está Milei diciendo que esos años de estabilidad fueron los mejores. Hoy hay más menemistas en todos lados.
–¿Se puede esperar algo diferente de parte de Cambiemos respecto de la política económica actual, teniendo en cuenta la injerencia del FMI?
–Es cierto que el programa de endeudamiento con el Fondo fue algo problemático para el macrismo y lo es hoy también para el país hacia el futuro. Pero tiene un efecto no buscado que es que las políticas ortodoxas vayan a aplicarse probablemente por un tiempo con distintos matices, porque el Fondo hoy tiene voz y voto con respecto de lo que pase con nuestras políticas económicas. Puede ser que lo que está haciendo el Gobierno actual, algunos actores de la oposición lo deberían defender. Ellos pueden decir que lo harían, pero más eficazmente. Un ajuste más clásico con distintas reformas, como la laboral, previsional e impositiva. Pero hay que ver si van a tener los apoyos parlamentarios y sociales.