Voces | ENTREVISTA A RODOLFO AGUIAR

«Estamos en la vidriera del ajuste»

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Pablo Tassart

Con miles de despidos, el Gobierno puso a los trabajadores del Estado en el foco de sus políticas de desregulación. La opinión del titular del sindicato ATE: «Solo quieren destruir».

Foto: Juan Quiles

Con unos 33.000 despedidos en el Estado, el plan de ajuste del Gobierno nacional ha centrado su fuego sobre los trabajadores de ese sector. Rodolfo Aguiar, titular nacional de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), asegura que el interior del país viene siendo la zona más perjudicada con consecuencias directas en la población: «Las dependencias encargadas de la Agricultura Familiar han sido desmanteladas. Hasta aquí los pequeños y medianos productores de los pueblos tenían acceso al mercado local; pero esas comunidades ahora están abandonadas». 

Aguiar analiza que este es otro ejemplo de la intencionalidad del Gobierno de beneficiar «solo a cuatro o cinco grupos económicos», entre ellos las grandes alimenticias y cerealeras. Y agrega: «Milei es una marioneta del poder económico real que lo está utilizando para intentar apoderarse de todas nuestras riquezas».

En esta línea, el dirigente rionegrino señala que, con el régimen de incentivo a las grandes inversiones (RIGI) han cerrado 11.000 pymes y denuncia: «Encima a los que vienen de afuera no les cobran más impuestos. Además de la pérdida de soberanía que significa que cualquier litigio se resuelva en tribunales internacionales; y, lo más grave, que las empresas extranjeras no van a estar obligadas a venderle dólares al Banco Central. Es decir, que se la pueden llevar toda afuera».

Por otra parte, con apenas un año en la dirección del sindicato, Aguiar asegura que la unidad de los trabajadores en un frente gremial es imprescindible. Así la unificación de las dos CTA aparece en el horizonte y la Marcha Federal del 5 de diciembre como la primera accion conjunta. Sin embargo, señala algunas discusiones pendientes: «No me vine de mi provincia simplemente a administrar este sindicato y esconder bajo la alfombra el debate acerca del nuevo modelo sindical en la Argentina».

–Milei hizo campaña prometiendo la destrucción del Estado, ¿en qué áreas se evidencia esto?
–Él quiere destruir especialmente un sector muy chiquito que es todo lo que tiene que ver con los organismos reguladores y fiscalizadores. Estas últimas medidas, que afectan a la Afip, no son otra cosa más que un premio a los que el mismo nombró como los «héroes de la Argentina», que son los evasores. A un año de la gestión de Milei está muy claro quiénes ganan y quiénes pierden con estas políticas. Solo basta con revisar los balances de las empresas que cotizan en la bolsa: telecomunicaciones, hidrocarburos, laboratorios, las financieras y hasta las alimenticias; porque cae el consumo, pero ellos siempre remarcan por encima de la inflación. Quintuplicaron sus ganancias, mientras que los salarios, las jubilaciones y los ingresos de las clases populares se derrumbaron. En eso se nota y por supuesto en los despidos masivos.

–¿Cuantos despidos hay hasta el momento? 
–Están sobreactuando la cifra de despedidos en una estrategia de comunicación que cada vez les da menos resultados. Datos oficiales según el Indec, la dotación de personal a diciembre de 2023 a septiembre de 2024: 33.000 puestos de empleo menos; pero hay que restar retiros voluntarios, renuncias y jubilaciones. Así que en el caso de ATE tenemos contabilizados 28.000 cesantías. Sin embargo, la sociedad empieza a darse cuenta de la estafa: no había ñoquis en el Estado, no había un Estado sobredimensionado. Cada vez que se destruye un empleo en el Estado hay una política que se desmantela y un derecho que se pierde. Si en algo se han traducido estos despidos masivos es en una fenomenal pérdida de derechos para toda la población y en enormes dificultades de funcionamiento.

–¿Qué sector del Estado es el más afectado?
–La mayoría de las cesantías se han producido en las provincias. Es decir, Agricultura Familiar, por ejemplo, 106 unidades distribuidas en toda la Argentina significan un despido de casi 1.000 trabajadores. El antiguo Ministerio de Desarrollo Social, también con dependencias en todo el país y lo mismo en otros organismos. Y ahí quedan abandonados millones de personas que hasta ahora contaban con la contención y la asistencia de esas políticas públicas. El impacto se da además porque esos asesoramientos los daban profesionales y técnicos. Hay un retiro del Estado nacional de las provincias y esa demanda ahora está en plena reorientación hacia los estados provinciales y los municipios.

–¿A qué tipo de empleados se está despidiendo? 
–Primero hay que hablar de lo que es el fraude laboral en el Estado: cuando vino Macri nosotros denunciábamos que pudo despedir a 45.000 trabajadores porque el Gobierno anterior había dejado 80.000 trabajadores precarizados. Y no aprendimos nada. Pasó la gestión de Alberto Fernández y nuevamente hoy Milei pude despedir porque quedaron 70.000 trabajadores precarizados. Así es como hay trabajadores que tienen hasta 20 años de antigüedad sin estar en la planta permanente. Pero eso es un eufemismo que utilizó el Gobierno y muchos colegas suyos colaboraron, diciendo «no hay despidos, hay contratos que se terminaron». De ninguna manera. Para un trabajador que realiza las mismas tareas, que cumple una misma franja horaria y además recibe instrucciones de un mismo superior la ley es clara: dice que estamos en un fraude y que lo que hay es una relación de dependencia. Por lo tanto, están siendo despedidos trabajadores altamente formados y calificados y con mucha antigüedad.

Foto: Juan Quiles

–¿El ataque a los estatales sirve también de disciplinamiento para los otros sindicatos?
–Estamos en la vidriera del ajuste. Somos maniquíes, pero ojo que vamos a cobrar vida en cualquier momento. Si nos creen ovejas a los estatales que se enteren que somos ovejas carnívoras y nos vamos a terminar comiendo al león. Yo no tengo dudas de que la gente ya se dio cuenta del verso de este Gobierno, que lo único que hace es cuestionar el pasado y nos propone un país maravilloso dentro de 30 años. Ese verso no va más, que no puede ser todo del rey mercado. La universidad, por ejemplo, tiene que responder a las necesidades del pueblo, no del mercado.

–Hay una frase muy usada que dice: «Si le va bien al presidente nos va bien a todos». ¿Qué significa para el Estado que le vaya bien a este presidente?
–¿Quién puede decir eso hoy? Si le va bien a este presidente con esas ideas, nos va a ir muy mal a todos como nos está yendo. De modo que este presidente tiene que fracasar. No le puede ir bien y de eso tenemos nosotros mucha responsabilidad de que suceda. Que le vaya bien a él significaría que pueda despedir a toda esta gente sin consecuencias. Si le va bien significaría que seamos pobres el 99% de los argentinos. Esa es la proyección.

–¿Qué opina del actual modelo sindical?
–Yo no voy a tomar un café a la Casa Rosada. ¿Hay algún trabajador argentino que pueda decir que le sirve de algo dialogar en la Casa Rosada después de que aprobaron la Ley Bases o que ya reglamentó una reforma laboral que intenta eliminar los derechos de todos los trabajadores y trabajadoras? Creo que tiene que ver más con un debate de cómo se ejerce la actividad gremial. En este gremio, en ATE, desde que sos electo delegado tenés que decidir: o te aplauden tus compañeros o te aplauden los jefes. Porque los dos a la vez no te pueden aplaudir. Yo nunca lo vi, no existe. 

–¿Qué importancia tiene la reunificación de las CTA en este contexto?
–Si cometemos el error de mirarnos el ombligo podemos terminar siendo funcionales a la máxima degradación nuestra como clase trabajadora. Nadie se salva solo. Así como aparece un incipiente frente sindical, con los aceiteros, por ejemplo, también hay un interesante proceso de reunificación de las dos CTA. Nosotros como uno de los sindicatos más grandes estamos apostando de manera plena a la reunificación. Y decimos siempre que se tiene que dar bajo los valores fundacionales. La CTA surge con la autonomía como un valor a defender. O sea, diciendo: «No me da lo mismo cualquier Gobierno». Yo prefiero por supuesto un Gobierno que aliente la producción, el trabajo, el desarrollo económico y cultural. Pero en nuestro modelo sindical no puede meter la nariz el presidente, un gobernador o un intendente diciéndonos lo que tenemos que hacer. Son los propios trabajadores los que resuelven en las asambleas, hacia dónde debe ir el sindicato.

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