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Fútbol violento

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José Garriga Zucal, antropólogo e investigador del Conicet, reflexiona sobre las raíces culturales y políticas del fenómeno. Prejuicios y perjuicios en torno de las barras bravas.

 

Convertida en una problemática crónica, la violencia en el fútbol se revela como un fenómeno complejo, con numerosos elementos conflictivos, que requiere soluciones de fondo frente a la avalancha de episodios sangrientos que afectan al deporte más popular. Uno de los actores más controvertidos, asiduamente señalado como responsable de la consolidación de la violencia dentro y fuera de las canchas, son las denominadas barras bravas, grupos con prácticas delictivas que crecieron en el interior de los clubes y que han sabido tender sólidos lazos con dirigentes del fútbol y la política.
Es por eso que José Garriga Zucal, antropólogo, investigador del Conicet y docente de la Universidad Nacional  de San Martín, se propuso analizar desde adentro las conductas y la forma de organización de las barras, a fin de aportar una mirada más cabal sobre las prácticas de estos grupos. Autor de numerosos textos y artículos sobre el tema, Garriga Zucal publicó el libro Haciendo amigos a las piñas. Violencia y redes sociales de una hinchada de fútbol, –donde cuenta sus impresiones tras realizar un estudio de campo junto con la hinchada de Huracán– y compiló otro libro de aparición reciente: Violencia en el fútbol. Investigaciones sociales y fracasos políticos. «No hay una política integral que ataque y que vaya a la médula del problema. Por ahora, todas las políticas han sido sobre las cuestiones más coyunturales, pero nada se encarga de la raíz del fenómeno violento», señala, y agrega que la prohibición de hinchas visitantes –la última medida consensuada entre la Asociación del Fútbol Argentino y los organismos de seguridad– es «simplista e ineficaz».
–¿Por qué esa disposición no ha aminorado la violencia?
–No modifica la lógica del aguante, la lógica de la violencia, sino que está destinada sólo a prohibir el encuentro con el otro. Entonces, cuando se prohíbe el encuentro con el otro la lógica del aguante –que es la actividad de un grupo que siente que tiene que dirimir las cuestiones del honor y del prestigio en términos de violencia física– sigue funcionando y se reproducen al infinito las luchas intestinas.
–Una de las características en los últimos años alude precisamente a esto último: las feroces disputas entre facciones de la hinchada de un mismo club. ¿Cuáles son las causas?
–Creo que hay tres razones por las cuales, en los últimos años, se han hecho más visibles estas luchas. La primera tiene que ver con que en muchos casos no hay un otro. Y siempre hay que mostrar la lógica del aguante. Cuando no hay un otro, todo se dirime internamente.
El segundo punto tiene que ver con que en el mundo del fútbol –sobre todo en los últimos años y particularmente en las hinchadas grandes– hay muchos recursos. Entonces, la disputa por esos recursos se salda de forma violenta.
El tercer punto es que siempre hubo peleas intestinas en las hinchadas; siempre hubo disputas por el liderazgo. Lo que sí se ha modificado en los últimos años es que esas disputas son cada vez más violentas y más encarnizadas. Por ejemplo, ahora son legítimas las armas de fuego cuando antes no era así. Hace 20 años la barra brava de River Plate disputaba su interna y se decidía que Matute era el jefe de la hinchada a las piñas. Hoy en día se decide quién es el jefe de la hinchada a los tiros.
–¿La violencia en el fútbol se explica sólo por la aparición y crecimiento de las barras bravas? ¿Estos grupos no forman parte de una trama más amplia?
–Nosotros, dado que somos un colectivo que estamos trabajando el tema, lo primero que decimos respecto de la violencia en el fútbol es que no hay que reducir este tema solamente a las barras bravas. Ese es un equívoco muy cotidiano donde se ilumina solamente uno de los tantos actores que implica la violencia en el fútbol y se olvida al resto de los protagonistas que en este mundo incursionan. Por ejemplo, la policía. En la historia de la violencia en el fútbol la policía es un actor insolayable. También estamos haciendo algo que es muy común y que es olvidarnos de nuestra responsabilidad en el problema. Digo, la responsabilidad que tienen los espectadores que no son parte de las hinchadas, los periodistas, los dirigentes y todo el resto del mundo futbolístico. Todos contribuimos, de forma diferente, a crear en el mundo del fútbol un espacio donde la violencia se da como legítima y válida. Un segundo problema es que comúnmente se reduce la violencia en el fútbol a los sectores más pobres. Hay una relación muy directa que se establece entre pobreza y violencia en el fútbol. Y esto es una tontería. En el mundo del fútbol no todos los pobres son violentos ni todos los violentos son pobres. Hay ejemplos: los plateístas de Boca, el dirigente de Gimnasia, Juan José Muñoz, entrando con un arma en el vestuario del árbitro, etcétera. Pero, además, dentro de la misma barra brava la composición social es sumamente heterogénea, donde tenés gente como los líderes de la barra brava de River Plate de clase media alta y otros de clases populares. ¿Es cierto que hay más personas de sectores populares dentro de las barras? Puede ser. Pero en casi todas las barras existen grupos de clase media y de clase media alta. Explicar los casos de violencia en el fútbol por la presencia de los sectores populares es un equívoco que muestra, al fin y al cabo, el prejuicio que origina el estigma.
–¿Qué otros prejuicios existen con el tema de las barras?
–Hay dos prejuicios que son contradictorios. Uno que dice que son mercenarios, que todo lo hacen por plata, tema que está muy instalado actualmente. Y otro que dice que son irracionales. A ver, si son irracionales no podrían ser mercenarios. Las dos cosas son absolutamente falsas dado que los barrabravas no solamente no hacen todo por plata ni sus prácticas son las de un mercenario. Se inscriben en una lógica que es muy distinta de  la nuestra; una lógica que, desde nuestros parámetros, es inentendible. Pero sí es una lógica que, dentro de ese grupo social, representa una situación. Me refiero a lo que llamamos «la lógica del aguante». Esto es, hay que pelearse y demostrarle al otro qué es el aguante.
Cuando se habla de las barras bravas debemos tener en cuenta que existen dos dimensiones: una que tiene que ver con el acceso a recursos y otra que tiene que ver con la idea del prestigio, del honor y demás. Las dos dimensiones son importantes. Si nosotros tomamos una dimensión y ocultamos la otra vamos a estar equivocados. Si yo te digo que los hinchas de Boca se pelean sólo por la camiseta, no es así; si lo hago y me refiero a que se pelean sólo por la plata, tampoco. Porque el prestigio y el honor son importantes también. Nuevamente tomo como ejemplo a los jefes de la barra de River. Son personas con muchos recursos. ¿Se jugarían su libertad, en términos judiciales, para pertenecer a la barra? No, es ilógico.
–También se dice que, por su condición de excluidos, exhiben conductas irracionales.
–Comúnmente, cuando se habla de la violencia en el fútbol se dice: «La muestra máxima de incivilización», «los bárbaros de siempre», «los inadaptados» y demás. Para nada. Están muy bien adaptados. De hecho, mostrarse como aguantadores los incluye dentro de relaciones sociales. Yo pienso que la violencia es la marca que los excluye a todos del mundo social. Pero por el contrario, estos actores, a partir de mostrarse como aguantadores, se incluyen dentro de una red de relación social. Es el aguante. Lo que nosotros llamamos «violencia» y que ellos llaman «aguante» es lo que los hace conseguir trabajo, conseguir ciertos favores, recursos y beneficios de otros actores sociales que no están dentro de su grupo. Eso muestra también los vínculos por fuera de la hinchada. Queremos creer que están excluidos del mundo, cuando por el contrario no solamente no están excluidos sino que lo que los incluye es aquello que nosotros creemos que los excluye: la violencia.
–¿Qué factores confluyeron para que las barras bravas consolidaran su poder?
–Es una sumatoria de factores. Hay algo de la cuestión organizativa de los clubes que habilitó la participación de ciertos grupos más especializados en la cuestión del «hinchar» y que eran utilizados dentro de la lógica de las políticas de las instituciones. Entonces, en un principio tenían también que ver con eso y también con generar sentido de pertenencia. Todo eso en un mundo social que estaba modificándose profundamente. Creo que la pobreza no explica la violencia pero sí los cambios estructurales profundos que acontecieron en la Argentina a partir de la década del 70 hacen posible la emergencia de esta lógica del aguante.
Grupos que se identificasen con la violencia existieron siempre. Pero a partir de la década del 70 esos grupos han sido cada vez más legítimos. ¿Por qué? Porque se da un debilitamiento del Estado, la política, la educación, etcétera, que permite la emergencia de otros grupos de pertenencia. Como no pueden ser los grandes constructores de identidad como eran antes, otros múltiples grupos intentan ocupar esos lugares. Porque vivimos en un mundo social donde los sentidos de pertenencia son sumamente importantes.

–¿Qué rol desempeñan los medios respecto de la violencia?
–Los medios muchas veces reproducen la lógica de la violencia. Es cierto que en muchas oportunidades tienen un discurso en contra de la violencia, de indignación para con los barrabravas, pero en muchos otros momentos muestran un discurso de fascinación con algunos personajes de las barras bravas. Una contradicción muy común es confundir la violencia con el folclore. Dichos como «es parte del folclore del fútbol», cuando no es así. De ahí que vinculan algunos hechos que no deberían ser legitimados con el folclore del fútbol.
Otro tema interesante para reflexionar es cómo desde los medios de comunicación se construyen metáforas bélicas. A ver, dichos como «el fútbol es una guerra» desvirtúan la idea de espectáculo e intentan, con bastante éxito, pensar al fútbol como algo de vida o muerte. Al mismo tiempo ahí aparece una radicalización de la visibilización de la violencia. Obviamente, dentro de los criterios de noticiabilidad, la violencia, vende. Uno entiende los intereses de los medios,  pero un hecho de violencia tiene un grado de visibilidad enorme que termina, en muchos casos, reproduciendo la lógica de la violencia. Aunque la construcción de los medios sea la del estigma, para los barras aparecer en un medio de comunicación es una forma de hacer visible aquello que los distingue. Entonces, representarlos en los medios como violentos, bárbaros e incivilizados más que estigmatizarlos muestra aquello que los diferencia. En ese sentido creo que deberíamos reflexionar acerca de qué cosas se deben mostrar y cuáles no.
–¿Qué tipo de propuestas hasta ahora no exploradas se podrían llegar a implementar para dar respuestas eficaces?     
–Soluciones mágicas no va a haber, pero sí deconstruir la lógica de la violencia y romper con las legitimidades que existen en el mundo del fútbol para con esa violencia.  Primero, incluir a todos los actores del mundo del fútbol para ver de qué forma se produce y reproduce la violencia, con el fin de dar cuenta que, finalmente, todos somos, en algún lado, responsables y empecemos a modificarlo.  Por otro lado, trabajar en la formación de la policía para que no se cometan ciertos ilícitos que son recurrentes y que deberían dejar de serlo. A su vez, y para las barras, lo que nosotros planteábamos que se debería, tal vez como una forma para contrarrestar el peso que tienen, crear dentro de las instituciones formas de pertenecía que estén vinculadas con la fidelidad y al fervor pero que excluyan completamente la lógica de la violencia. Que ser parte de esa grupalidad no pase por pelearse sino por alentar todo el partido. Suena utópico pero es posible.  También trabajar con los periodistas para que no confundan la violencia con el folclore, para que no reproduzcan la idea de que el fútbol es la guerra. Trabajar con todos los actores e intentar, a largo plazo, modificar esta situación.
–¿Y en el corto plazo?
–En el corto plazo, lo que hay que hacer es que quien comete un delito tiene que estar preso. Nosotros podemos tener una política en la cual intentemos que las barras bravas no cometan más delitos, pero quien comete un delito debe ir preso. También se pueden mejorar las formas de investigación sobre los delitos vinculados con las barras bravas. No tanto la violencia sino los otros delitos que están más ocultos pero que cada vez se notan más que aparecen dentro de las barras. Digo, lo que se llama investigación delictiva.
Pero insisto: con eso sólo no se cambia nada. Pensemos en los últimos años. La cúpula de la barra de River y la de Boca están detenidas. Sin embargo, hay 500 personas que quieren ocupar ese lugar. No se ha modificado para nada la lógica de la violencia. La eficacia de la persecución judicial no ha derruido la noción del aguante violento, no la ha cambiado.
Si nosotros logramos efectivamente que quien comete un delito cumpla su condena, no vamos a cambiar las formas de violencia que existen. Porque la lógica del aguante va a seguir existiendo. Entonces, lo que tenemos que hacer es trabajar a largo plazo y cambiar esos valores. Solamente con la persecución judicial no se logra. Porque la eficacia simbólica de la ley y de la persecución judicial es a muy largo plazo. Es por eso que hay que modificar las raíces culturales.

Pablo Provitilo
Fotos: Jorge Aloy

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