27 de julio de 2022
Tras el impacto de la pandemia y el desfinanciamiento heredado del Gobierno anterior, el ministro plantea la inclusión y la conectividad como desafíos de su gestión.
En la plaza porteña Jardín de los Maestros, ubicada en el barrio de Recoleta, se erige uno de los edificios más bellos de la Ciudad de Buenos Aires, el Palacio Sarmiento, sede del Ministerio de Educación. En el salón Luis Mac Kay, presidido por una bandera argentina y acompañado, entre otros, por un cuadro de José de San Martín adulto, Jaime Perczyk, ministro de Educación de la Nación desde septiembre de 2021, conversó con Acción.
Antes de ser ministro, Perczyk estudió Licenciatura en Educación Física, ejerció como secretario de Políticas Universitarias y fue presidente y vicepresidente del Consejo Interuniversitario Nacional. Sus allegados lo llaman Jimmy y su fanatismo por el Club Atlético Independiente se vislumbra en la decoración de su oficina.
«Venimos de un tiempo muy difícil para la educación argentina. En el año 2015 habíamos logrado invertir el 6% del PIB en educación, entre Nación y las provincias, en 2019 Macri terminó con 4,8 % de un PIB que era más chico», relata. «Después vino la pandemia, que le ocasionó a la economía argentina una pérdida del 10% y el año pasado lo recuperamos y avanzamos en el incremento del financiamiento educativo», explica el también exrector de la Universidad de Hurlingham.
«Todos los chicos de 3 y de 4 años deben incorporarse al sistema educativo, porque hoy asisten la mitad de los de 3 y casi nueve de cada diez de 4.»
–La pandemia resultó una bisagra para el mundo en general y para la educación en particular. ¿Qué cambios observa entre marzo del 2019 y hoy?
–Efectivamente, la pandemia fue una bisagra en la educación y en la vida humana. Hubo reconfiguraciones en todo el mundo, cambios en la economía, en la cultura, en la geopolítica. La pandemia nos encuentra después de cuatro años muy difíciles para la educación argentina producto del desfinanciamiento del Gobierno anterior. Algunas veces ese concepto es abstracto, desfinanciamiento es que no había computadoras del programa Conectar Igualdad; es que iban a hacer 3.000 jardines de infantes e hicieron 150; es que no distribuyeron libros; que comenzaron con 900.000 becas y terminaron con 500.000; que los docentes tuvieron un 20% menos del poder adquisitivo; que debían cinco meses y medio del gasto del funcionamiento a las universidades. La pandemia, además, produjo que un montón de chicos o chicas se desvincularan de la escuela. Esos chicos perdieron y cuando pierde un chico, perdemos todos.
–A pesar de ese panorama ¿puede hablar de logros en materia educativa?
–Claro, Argentina incorporó otras cuestiones a nivel educativo que hay que rescatar. Se produjeron materiales, se avanzó en algún modelo de virtualización de contenidos, las universidades pudieron dar clases virtuales en pocas semanas. Y hay un logro muy importante, es que tomamos conciencia de que todos los pibes tienen que ir a la escuela, no sé si antes estaba tan claro. Para ello hay que invertir mucho durante mucho tiempo seguido. Lo resumo en cinco ejes centrales. El primero es que todos los chicos de 3 y de 4 años deben incorporarse al sistema educativo, porque hoy asisten la mitad de los de 3 y casi nueve de cada diez de 4, para eso hay que hacer jardines. Segundo, hay que aumentar las horas de clases en la escuela primaria. Tercero hay que transformar la escuela secundaria. Cuarto, hay que mejorar la formación docente. Y, por último, hace falta que las universidades se involucren en los problemas que tiene la Argentina.
«Venimos de un tiempo muy difícil para la educación argentina, pero, el año pasado, lo recuperamos y avanzamos en el incremento del financiamiento educativo.»
–¿La transformación de la escuela secundaria sería en términos curriculares?
–No, sería una transformación cultural, institucional, para lo cual se necesita un acuerdo muy grande, porque hace falta transformar las condiciones laborales de los docentes, los edificios, el lugar de los chicos como sujetos de la educación. Hace falta garantizar que todos los años los chicos van a tener libros, que habrá más vinculación entre la escuela y el mundo del trabajo, entre la escuela y el mundo del deporte, del arte y la cultura. Hay que incorporar a los chicos que todavía nos faltan, porque cualquier proceso de transformación tendrá que ser con todos adentro. Es muy injusto pensar que podemos trasformar algo con una parte afuera, es éticamente insostenible, socialmente injusto y políticamente estamos en desacuerdo.
–¿Se puede construir una educación con todos adentro con una economía en la que hay muchos afuera?
–Eso es lo que algún autor describe en los procesos que empezaron en la Argentina posdictadura y en los 90. Históricamente, la educación argentina era parte de un sistema, el capitalista, que integraba trabajadores y para ello necesitaba integrar a los chicos a la escuela. Después comenzaron a aparecer modelos sociales que expulsaban a los trabajadores, los concentraban en barrios para pobres, y a los chicos los mandaban a la escuela, pero no como mecanismo de integración social. Nosotros queremos un país en que todos estemos adentro, y en ese sentido la educación tiene algo que decir.
–Usted participó en la precumbre sobre la Transformación de la Educación que impulsó UNESCO, en la que se señaló que para que la educación sea un derecho, los Estados deben aumentar los presupuestos en educación. ¿Cómo está la Argentina en este sentido?
–Tal como señalé antes, nosotros venimos de un tiempo muy difícil para la educación argentina, pero el año pasado lo recuperamos y avanzamos en el incremento del financiamiento educativo. Recordemos que la oposición no nos votó el Presupuesto que incluía un aumento para educación. Sin embargo, hace unos días se firmó el DNU para el Presupuesto vigente y Educación registró un 95% de aumento, más las paritarias. Esto nos permite hablar de Conectar Igualdad; decir que estamos construyendo jardines, financiando las cooperadoras escolares; que en los próximos días haremos un anuncio importante respecto a las escuelas técnicas; que por primera vez desde 2015 vamos a cumplir con la Ley de Educación Técnica Profesional invirtiendo lo que marca la propia ley; que tenemos 1.400.000 niños becados en Progresar, 36.000 becas Belgrano que son para 270 carreras. Esto se da en un contexto de salida de la pandemia, mientras en el primer mundo hay una guerra que a veces pareciera ser una hoja del diario, pero que provoca que falte gasoil en Argentina o que se duplique el precio del pan, entonces en ese contexto el Gobierno decidió que, como estamos mal, hay que invertir en educación para estar bien.
–¿Cuál es, o debería ser, el vínculo de la educación con el mundo del trabajo?
–El sistema educativo tiene que tener una acción fundamental para que los chicos y las chicas se puedan integrar en mejores condiciones al mundo del trabajo. Tiene que haber un plus por haber pasado por la escuela para ingresar en mejores condiciones. Por eso es tan importante la educación técnica profesional y la vinculación de la escuela secundaria con el mundo del trabajo. Ojo que hablo de trabajo y no de mercado.
–¿Los pobres llegan a la universidad?
–Sí, llegan y a un montón de universidades. Hay estudios que muestran cómo ha aumentado la llegada y la culminación de parte de los sectores populares. Y es una política en la que hay que ser consecuente e insistir. En la Argentina todos tienen derecho a ir a la universidad. Hay que apropiarse de las universidades para sentir que tenés derecho, por eso son tan importantes las políticas de extensión universitaria.
–¿En qué instancia se encuentra el proceso de recuperación del millón de alumnos que quedaron desvinculados de la escuela por la pandemia?
–Hoy ya hemos recuperado 9 de cada 10 de esos chicos y comunicaremos a fin de julio el relevamiento anual que surge de la matrícula que carga cada escuela. Ahí sabremos definitivamente lo que nos falta. Esa es una deuda que hay que saldar, y las deudas se saldan.
«Hay que apropiarse de las universidades para sentir que tenés derecho, por eso son tan importantes las políticas de extensión universitaria.»
–¿Y en materia de conectividad?
–Distribuimos más de 600.000 computadoras en 2º año de la secundaria en escuelas públicas y a los que están en 1º, 2º y 3º del área rural. Dado que en esas zonas hay más aislamiento y menos conectividad, priorizamos a esos estudiantes. Licitamos un millón de computadoras para completar la entrega a los pibes de 1º, 2º y 3º de secundaria pública y a toda la escuela rural secundaria. Estamos avanzando con la conectividad escolar, tenemos el objetivo de que el 90% de los pibes argentinos tengan conectividad en su escuela antes de fin de año y esperamos resolver algunas dificultades tecnológicas para poder llegar al objetivo del 100%. Hoy tenemos tecnología para el trabajo, tecnología para los chicos del siglo XXI con computadoras y conectividad y tenemos tecnología del siglo XV que son los libros. Las computadoras no llegan porque llegan, llegan porque hay una decisión política y un gran esfuerzo y hay que cuidarlo.