28 de agosto de 2013
Federico Tonarelli, miembro del Bauen y presidente de la Federación Argentina de Cooperativas de Trabajadores, analiza las empresas autogestionadas.
El universo de las empresas recuperadas por sus trabajadores y convertidas en cooperativas registra, en la Argentina, experiencias que dejaron marcas significativas en un movimiento que nuclea a cientos de entidades. El hotel Bauen, administrado desde hace una década por una cooperativa creada por sus ex empleados, es una de ellas. Federico Tonarelli fue su presidente entre 2009 y 2012 y hoy está al frente de la Federación Argentina de Cooperativas de Trabajadores (FACTA), además de continuar a cargo de las relaciones institucionales del hotel cooperativo, ubicado muy cerca de la emblemática esquina porteña de Corrientes y Callao. «Yo me sumo al Bauen no como ex trabajador sino en la etapa de la cooperativa y con el tiempo pasé a ser un asociado más», rememora Tonarelli en el bar del hotel, donde transcurre el diálogo con Acción. También recuerda su historia familiar, ligada con los ideales socialistas y el movimiento cooperativo (su padre fue dirigente de El Hogar Obrero), y cómo este factor lo impulsó a integrar el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER), generado alrededor de la metalúrgica IMPA, uno de los primeros casos de recuperación de empresas en el país.
La crisis de 2001 reprodujo este tipo de experiencias por todo el territorio y, hasta el día de hoy, continúan apareciendo casos de trabajadores que, al ver peligrar su fuente laboral, toman las riendas del lugar donde habían sido empleados y vuelven a hacerlo funcionar.
–En un contexto económico y político diferente al de 2001, ¿por qué siguen apareciendo casos de recuperaciones de empresas?
–Después de cada crisis económica es tal la cantidad de puestos de trabajo que se destruye que aun en épocas de recomposición económica no vuelven a reestablecerse. Ahí empieza a tener sentido la figura del trabajador autogestionado asociado a las cooperativas de trabajo. Empieza a ocupar ese lugar que la recomposición económica no logra solucionar del todo. Y por otro lado, las empresas reorientan sus inversiones de acuerdo con la única premisa que tienen, que es la maximización de la ganancia. Tal vez deciden reorientar el negocio, sin importar lo que queda atrás. Es el caso de los 5 restaurantes porteños (Alé Alé, Don Battaglia, Los Chanchitos, Mangiata y La Soleada, actualmente en concurso de acreedores y cuyos trabajadores volvieron a poner en funcionamiento). Nosotros rescatamos la idea de que el trabajo tiene más valor que el capital. Y además, las recuperadas empiezan a manifestarse públicamente como una ecuación sustentable en el tiempo. No son un fenómeno pasajero ligado con una crisis. Los trabajadores empiezan a ver en la autogestión una salida que diría que es casi natural, incluso fuera de las épocas de crisis. Si salís a buscar trabajo después de 15, 20 o más años de trabajar en una empresa, es muy probable que te cueste muchísimo reinsertarte en el mercado laboral; en cambio, la salida cooperativa con el conjunto de tus compañeros es absolutamente posible. Hace mucho tiempo parecía una locura, hoy es algo lógico.
–A raíz de que esto se institucionaliza como una forma de gestión, más allá de las crisis, me imagino que debe surgir la necesidad de organizarse en entidades, como es el caso de FACTA. ¿Cómo se formó y quiénes la integran?
–Pensábamos que nos debíamos dar una organización que superara lo que era el movimiento hasta ese entonces. Que hubiese más organicidad y que pudiese ser más representativa de sus cooperativas adheridas. Además, ya habíamos internalizado la idea de que éramos cooperativas de trabajo y nos pareció que la figura de la federación era lo más adecuado, la entidad de segundo grado. En 2006, referentes de 14 empresas decidimos fundar la FACTA, básicamente como la entidad gremial que nos agrupara a los trabajadores autogestionados en cooperativas de trabajo. Hoy somos 55 empresas productoras de bienes y servicios en todo el país, que agrupan a 2.000 trabajadores.
–Como federación se insertaron en un escenario que ya era diverso y tenía otras entidades ejerciendo representaciones similares, ¿cómo se dio ese proceso?
–La discusión se dio fraternalmente con todos los actores de ese entonces. Rompimos con algunos prejuicios, como el de que sólo debíamos estar integrando la federación aquellos que veníamos de procesos de recuperación de empresas, entonces abrimos el juego e incorporamos a la federación a trabajadores que conformaron sus cooperativas de trabajo desde otro proceso. Grupos de trabajadores que deciden armar su cooperativa y que son genuinamente trabajadores autogestionados pueden participar en la federación. Esto nos amplió mucho más el horizonte y nos hizo entender que también era necesaria la unidad de todo el movimiento ligado con el cooperativismo de trabajo e impulsamos con mucha fuerza una entidad de tercer grado que agrupara a las federaciones que ya existían. La idea era cubrir a las cooperativas de trabajo en una entidad madre. Entonces, en 2009, se constituyó la Confederación Nacional de Cooperativas de Trabajo, que reúne a 36 federaciones de todo el país, de Jujuy a Tierra del Fuego. Impulsamos mucho su creación. Y esto es algo que hasta ahora no había ocurrido, y toda esta década tuvo que ver con esto: generar condiciones para que se pudiera lograr.
–¿En qué estado se encuentra la causa judicial del Bauen?
–El conflicto está centrado en la propiedad del inmueble y la causa siempre se llevó en el fuero comercial porque ahí estaba radicada la quiebra de la última empresa que gestionó el hotel. Nosotros logramos que se suspendiera el desalojo, que de todas maneras sigue firme en este expediente, y que se abriera una causa penal, para investigar la eventual estafa al Estado y posibles delitos de lesa humanidad, porque entendemos que los dueños empresarios del Bauen tenían una estrecha relación con la Armada durante la última dictadura militar. Entonces estamos a la espera de que la causa penal avance, y a partir de ahí, si hay algún delito penal, cambia el estado de cosas. Brindamos mucha documentación que demuestra que los antiguos dueños del Bauen tenían fuertes vínculos con la dictadura, y que gracias a ello consiguieron facilidades para adquirir un préstamo (de 170 millones de pesos en el ex Banco Nacional de Desarrollo), con el que construyeron el hotel, y que jamás pagaron. Se hizo un esfuerzo enorme tanto para reabrir el hotel, sostenerlo y repararlo, como para empezar a investigar que había detrás de la trama de los viejos dueños del Bauen. Los trabajadores con más antigüedad en el hotel sabían de la relación de Marcelo Iurcovich (ex propietario del hotel) con la Armada.
–¿Cuántos trabajadores reingresaron al hotel para volver a ponerlo en funcionamiento y cuántos se sumaron en la etapa de la cooperativa?
–Fue heroico. Alrededor de 80 personas culminaron las tareas en el hotel el 28 de diciembre de 2001. De esos 80, un grupo de 25 recuperó las instalaciones en marzo de 2003. Se encontraron con el hotel saqueado y destruido. Esos 25 compañeros, en 2003, en poco menos de un año, lograron la reapertura. Se consiguió una tenencia precaria, como una custodia del bien inmueble. Desde entonces la cantidad de trabajadores fue creciendo. En 10 años llegamos a un grupo de entre 140 y 150 trabajadores. En esto también ayudó el rebrote de la actividad turística que hubo en la ciudad de Buenos Aires.
–Pasado el momento crítico de la toma y recuperación, ¿de qué depende que las cooperativas de trabajadores prosperen o queden en el intento?
–Esta experiencia acumulada a través de los años nos hace, como mínimo, poder determinar cuándo se está en condiciones de recuperar una empresa y, en primer lugar, es cuando la actividad lo permite. Porque no habría peor cosa que tener la doble frustración de quedarse sin trabajo y después intentarlo de manera autogestionada, también terminar en un fracaso ya no por un empresario sino porque la actividad misma no hace que el negocio subsista. Somos muy cautelosos con eso. Se puede recuperar una empresa, en líneas generales, primero porque hay algunas cuestiones como que la acumulación de capital como única premisa desaparece y eso hace rápidamente más rentable el negocio. Ahora, si la actividad, por lo que nosotros entendemos, no permite la continuidad de la empresa, desaconsejamos la constitución de la cooperativa.
La segunda cuestión que tenemos en cuenta es que, justamente, al desaparecer la figura del empresario que pone el capital inicial, los números empiezan a acomodarse, lo producido se distribuye de manera equitativa entre los trabajadores, no hay capitalistas que retiren inversiones hechas con anterioridad, entonces el negocio pasa rápidamente a ser mucho más eficiente y mucho más cercano a la cotidianidad de los trabajadores. Y después empezamos a solucionar temas de carácter legal, como por ejemplo, situación con los inmuebles, poner rápidamente en orden a los acreedores, las financiaciones, los impuestos, los servicios. Y, en la mayoría de los casos, el negocio empieza a cobrar vida y eso demuestra que lo que pasaba antes era una decisión de otro tipo. Entonces rompimos con el prejuicio de «esto sólo sirve en tiempos de crisis». Se puede recuperar empresas o crear cooperativas en un contexto de estabilidad, con altas tasas de crecimiento y con índices de desocupación muy bajos. Se convierte en una opción de gestión empresarial que antes no existía.
–Los casos de recuperación requieren legislación específica para que puedan resolverse de manera más ágil, ¿cuál es el estado actual de las leyes y normativas que el sector viene impulsando?
–La reforma de la ley de concursos y quiebras fue el primer logro, y siempre sostuvimos que además hacía falta una ley nacional de expropiación como marco general, y una ley de cooperativas de trabajo. Porque a nosotros nos rige la Ley 20.337, como a todas las cooperativas, y lo nuestro es algo muy específico que necesita una reglamentación propia. Una figura de seguridad social que nos permita no ser monotributistas autónomos, que es una figura que entendemos se utilizó como paliativo cuando lo nuestro era algo nuevo, pero que no tiene mucho que ver con nosotros. Todo esto valorando el proceso en marcha que impulsó y reactivó las cooperativas de trabajo como nunca. No somos neutrales y creemos que siendo parte del proceso podemos seguir trabajando para ir conquistando todas las cosas que faltan.
–Uno de los principios de la cooperación es el de la integración, ¿cómo funciona la integración en el sector de las empresas autogestionadas?
–Todos los cerámicos del Bauen son de Zanón. Y cualquier hospedaje que un trabajador autogestionado del país necesite acá en Buenos Aires, si el Bauen lo puede prestar, lo presta. Son cosas que las pensamos como algo natural, obligado. Producimos nuestro propio proceso de integración convirtiéndonos en proveedores y clientes de todo lo que producimos. Y lentamente fuimos dotando al cooperativismo más «tradicional» también de lo que producimos nosotros. Entonces, el Bauen se utiliza para convenciones ligadas con el mutualismo y el cooperativismo, y se produce la verdadera integración cooperativa, que está dentro de los 7 principios, pero que a veces llevarlo a la práctica es más difícil. Y esto se da porque todo el desarrollo de recuperación de empresas estuvo signado por entender que la cooperativa era parte de un proceso que la excedía varias veces en relación con lo que producía. Con una base social muy fuerte ligada con su lugar de pertenencia. En todos los lugares donde se dio una empresa recuperada, la comunidad la defendió como si fuera propia. Fue el caso del Bauen y de muchas otras. Entonces, creemos que es un espacio que es propio pero que también es de otros y siempre asignamos un espacio para que haya un centro cultural, para que la gente del barrio utilice, para que las escuelas de la zona lo visiten. Y en otras empresas se construyeron bachilleratos populares, talleres de oficios, cosas que eran impensadas en el mismo espacio físico en manos de empresarios capitalistas. Eso tiene que ver con que se entendió que apropiarse del espacio no favorece solamente al grupo de trabajadores sino al conjunto de la comunidad. Y eso tiene que ver con los principios cooperativos, con la raíz del movimiento. Rescatamos aquellos viejos valores. En eso creo que hicimos un aporte esencial en los últimos 10 años y que ahora es valorado por todos. En el caso del Bauen se dio el hecho, también simbólico, de que antes fue un hotel para los sectores pudientes, las clases dominantes, y ahora se convirtió casi en su versión antagónica, el hotel de los trabajadores, un espacio abierto. Y por eso esa pelea feroz, para impedir que el Bauen solucione finalmente su problema ligado con la titularidad del inmueble, porque eso sería como cerrar el círculo. El Bauen tiene 10.000 metros cuadrados, 20 pisos, 200 habitaciones y 7 salones al servicio de aquel compañero que lo necesite. Nosotros decimos que el Bauen es de todos y lo decimos realmente convencidos.
—Cora Giordana
Fotos: Jorge Aloy