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Por qué tenemos hijos

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El obstetra y ginecólogo Mario Sebastiani formula preguntas políticamente incorrectas sobre la paternidad y se anima a respuestas igualmente polémicas.

 

Hijo de padre italiano y madre húngara, Mario Sebastiani, doctor en Medicina por la Universidad de Buenos Aires y profesor adjunto del Departamento de Tocoginecología del Instituto Universitario de la Escuela de Medicina del Hospital Italiano de Buenos Aires, recuerda que en su casa nunca hubo censura y que se hablaba con total libertad de temas como el aborto. En esa época, los abortos «eran resueltos por los médicos porque era un evento privado», señala.
Desde su época de estudiante de Medicina supo que quería trabajar con mujeres y por eso se decidió por la obstetricia. En 1974, cursando el cuarto año de la carrera, vio la cara más triste de la falta de libertad para elegir cuando una mujer internada en el Hospital Larcade, en San Miguel, provincia de Buenos Aires, estaba muriendo por una falla orgánica múltiple desencadenada por la infección tras un aborto clandestino. Supo entonces que quería luchar por la despenalización del aborto, y así lo hace. Admirado por las feministas, respetado entre sus colegas, demonizado por quienes creen en la familia perfecta, Sebastiani rompe el molde y asegura que aun siendo padre nunca se había preguntado por qué había tenido hijos. Hoy, en su segundo matrimonio, confiesa que se divierte más y reconoce que su primera performance como padre no fue tan buena. Su último libro, que se titula, precisamente, Por qué tenemos hijos, desacraliza la paternidad e intenta responder, lejos de cualquier tipo de corrección política, esa pregunta.
«No nos preguntamos por qué tenenemos hijos –explica–, porque culturalmente damos por sentado que el hecho de tener hijos está impuesto en el menú: hay que trabajar, hay que tener hijos, hay que estudiar, envejecer y morir. Pero preguntarse ¿por qué? Ni se piensa. Si yo pregunto “¿Por qué tenemos hijos?” en un asado probablemente me contesten que porque es lo más lindo que hay, porque es un acto de amor, porque los bebitos son lo más importante. Cuando profundizo, encuentro que culturalmente la respuesta dice que es por amor pero que la realidad no tiene nada que ver con la ética del amor, sino con la ética del deseo. Es el deseo de tener, porque yo no sé cómo son mis hijos. Hay muchas fotos que no hablan del amor: hay chicos victimizados, que viven en la calle. Por otra parte, los padres no les damos pelota a nuestros hijos y con la excusa del trabajo entregamos la educación, el deporte, todo a otros, y tenemos que ganar dinero para pagar esas entregas que, por otra parte, fueron históricas.
–¿Se dice que los hijos se tienen solo por amor?
–Cuando se rompe esta idea de los hijos por amor y se muestra toda la escenografía anterior me dicen que se tienen hijos para asegurar la especie, para reproducirnos. A mí no me pasó, no estaba preocupado porque el mundo tuviera hijos de Mario Sebastiani. Nadie tiene un contacto sexual para mantener la especie. Está claro que el programa nuestro es reproductivo, si tenemos órganos sexuales es porque hay un programa reproductivo, si hay una génesis de todo esto no es el amor ni la ternura, eso es cultura, lo que tenemos es un programa reproductivo fuertísimo, tan es así que si yo quiero vencer este programa para no tener hijos, sobre todo para las mujeres, significan 45 años de victimización: la pastilla, el DIU, el no, el cierro las piernas. Nosotros los varones tenemos solo que ponernos un profiláctico; dificilísimo al hombre convencerlo de esto. Con todo esto que digo, mi respuesta es que no nos planteamos la pregunta de por qué tenemos hijos.
–¿Se tienen hijos por egoísmo?
–No siempre coinciden el tiempo justo para tener los hijos y las ganas, muchas veces hay negociaciones, presiones para tener hijos: por la edad, porque se encontró una pareja y hay que engancharlo/a, presiones del marido o el que quiere sí o sí tener un varón y sigue probando luego de tener tres hijas, es horrible ese escenario que veo desde hace 38 años como obstetra. Todo a costa de los riesgos biológicos para las mujeres: 12% de abortos, 10% de partos prematuros, 1% de muerte fetal, 5% de hipertensión arterial, muerte materna por eclampsia. Los antinatalistas van al extremo y dicen que es un acto de irresponsabilidad total: no hay trabajo, hay desocupación. Por otra parte, damos por sentado que haber nacido es mejor que no haber nacido. Hay 70 millones de nacimientos por año, ¿hay un equivalente de techo, agua segura, alimentación, escolaridad, buena infancia?
–¿Hay dificultades para soportar a los propios hijos?
–El hijo del rico no ve a sus padres nunca, porque trabajan todo el día para ganar dinero, se lo entrega a un colegio doble turno, y si hubiera un tercer turno hasta las 9 de la noche habría inscriptos. No se sabe qué hacer con los hijos. Pero estas preguntas y las contestaciones que me estás pidiendo son políticamente incorrectas, por esto, cuando hablamos decimos que estamos muy contentos, que todo está bien, que todo es perfecto, pero en la intimidad se dice que se tuvieron más hijos de los que se querían o en un momento inconveniente. Cuando yo publiqué el libro, irritó a muchas personas, porque cuando hablaba con la gente más grande les gustaba, pero cuando lo hacía con los que recién habían tenido hijos les parecía Satanás, porque los enfrentaba a una realidad terrible, y los que no tenían hijos pensaban que yo carecía del gen de la ternura.
–¿Qué sucedería si la humanidad tendiera a dejar de tener hijos durante varias generaciones? ¿La especie estaría en peligro?
–El programa reproductivo es fuertísimo. El sexo es una pulsión, psicológicamente se transforma, decimos «hago el amor» pero es pulsión. El mundo no necesita que nos sigamos reproduciendo, tan es así que donde hay dinero y cultura no se tienen hijos. En Suecia, Holanda, Dinamarca, no tienen hijos, en Europa, donde las cosas están bastante resueltas, no tienen hijos. En Francia es más fácil tener hijos en un segundo matrimonio que en un primero, porque se tiene más edad, más dinero, más experiencias de vida ya resueltas, más viajes. Dos personas de 40 años con todo esto resuelto pueden tener un perro, hacer un viaje o tener un hijo.
–Pero, otra vez, ¿no sería por amor?    
–Nunca es por amor. Cuando digo que quiero tener un hijo yo te vendo que es por amor, les vendo a mis amigos que es por amor. No es por amor, es por deseo. En tanto, para otras personas tener un hijo es muy importante, porque, por ejemplo, tienen un montón de propiedades y ¿a quién se las van a dejar? En otras épocas había que tener hijos varones si se era noble o escribano, porque el heredero de la escribanía era el hombre, no la mujer.
–Bajo esta óptica el deseo de maternidad y paternidad no se construye… ¿Qué pasa con las obsesiones por tener un hijo o con el instinto maternal?
–El instinto maternal no existe, una de las viñetas típicas en la obstetricia es la mujer que tuvo un hijo, sobre todo en los primeros días de haber parido, y se pregunta «¿dónde está el instinto maternal, que lo perdí?». La cultura mata al instinto. Instintivo es que una madre diga que se dio cuenta de que estaba embarazada porque su otro hijo se alteró. No hay instinto, hay educación. Puede haber deseo genuino de «tener» esa cosita que se pone en la hamaca, que juega, que se puede tener en brazos. A su vez, si mis amigos tienen hijos, yo quiero tener también, no es un comodity el chico pero me gusta tener de eso. A veces se da el fenómeno de la imitación y cuando una mujer tiene un hijo las amigas empiezan a tener o se preocupan porque no tienen, de «eso» no tienen. Entonces, la construcción del deseo tiene sus matices mundanos.

–¿Se sigue preparando culturalmente a las mujeres para ser solo madres?
–Sí. Puede que no te hayan preparado culturalmente pero que te encajaran un hijo a los 14 años, como ocurría hace 250 años, significaba que a los 25 estabas muerta. Las chicas tienen un condicionamiento que todavía hoy persiste, a las chicas se les compra la muñeca, no la camiseta de Messi. Por eso, los hombres miramos el embarazo, asistimos al parto y podemos participar en el puerperio pero cuando lo hacemos somos bastante chotos, incapacitados. Además, al hombre construir una paternidad le lleva mucho tiempo, muestra de esto es que en el puerperio hay hombres que se alejan, que están solos, celosos.
–Usted afirma en su libro que la mitad de los embarazos no son planificados.
–Sí, y yo creo que la diferencia entre la gente que vive en un asentamiento y los de clase media-alta es muy chiquita. La clase media-alta puede llegar a tener mayor acceso a la anticoncepción, que es un evento totalmente moderno, tiene 50 años la pastilla. Para comprar un auto, un departamento, para viajar, se planifica. Para tener un hijo no se hace ningún check list, solo se tiene. Hay que ser responsables, no es un problema de dinero, la gente pobre tiene un ambiente familiar superior al de los ricos, un embarazo adolescente es mejor tenerlo en el campo, en la villa, que en Santa Fe y Callao, porque en este último lugar es un drama.
–¿Siempre es un drama un embarazo adolescente?
–Sí, siempre. No me parece que en el mundo actual a los 17 años haya que tener hijos, me parece que se pierden dos cosas muy importantes: el estudio y el trabajo. Hoy se sabe que uno de cada 5 argentinos es de una mamá menor de 19 años. También es cierto que se ha pospuesto la edad a la cual se tienen hijos, por eso en países como Francia se recurre más a los métodos de fertilización asistida, porque es más fácil tener hijos a los 23 años que a los 38 o 42. Creo que es muy bueno tener los hijos a los 40 años y no a los 23, por más que a los 23 resulte más fácil, la mujer tenga menos diabetes y menos hipertensión; creo que es mejor la mujer madura, que sabe a lo que se enfrenta.
–También está este discurso que asegura que las adolescentes tienen hijos como una forma de asegurarse el tener algo propio en la vida en un contexto socio económico difícil.
–No es por amor, es para tener algo, porque no tienen nada. De nuevo hay mucha imitación: los demás tienen. Por otra parte, pierden la responsabilidad de ir al colegio, de buscar trabajo. Esa es la respuesta cuando se embarazan, y contestan bien. El problema es cuando un político, un gobernador dice: «Estas chicas quieren a sus hijos». Si uno le pregunta a una madre en Jujuy que tiene 12 hijos si los quiere a todos la respuesta es que sí, ahora cuando se le pregunta si los hubiera querido tener a todos la respuesta es no. Una cosa es que vistan de ternura el proyecto, porque al fin y al cabo el hijo ya está, otra distinta es que le den justificación. La culpa no es de ella, no es de la adolescente, es de la sociedad, de ese gobernador.
–¿Qué pasa con las mujeres que deliberadamente deciden no tener hijos? ¿Son juzgadas por otras mujeres?
–Son brujas, porque si los hijos se tienen por amor, la que no desea tener hijos está exenta de amor, está vacía, es una insensible. El mayor acto de responsabilidad debe ser el de no tener hijos porque esa mujer lo piensa. Les tengo un enorme respeto, no les va bien en la sociedad porque son muy mal juzgadas pero sin ninguna duda invirtieron más tiempo en la pregunta de «¿por qué tenemos hijos?» que la otra que invirtió muchísimo menos. Las implicancias sociales llevan a que sea más liviano tener hijos que no tenerlos.
–Si todas las mujeres tuvieran la libertad para elegir ser o no madres, ¿qué pasaría?
–La sociedad va hacia menos hijos. Si yo tengo un hijo le doy 100, si tengo dos les doy 50 y 50, y así. Los quiero a todos, pero el recurso es finito. La libertad hoy existe porque si es buena la que trae bebitos al mundo y la que no, es mala, no tenemos una libertad emocional, psicológica y de impacto social. Si la libertad implica inhibir mi posibilidad de tener hijos, tener una sexualidad agradable, sin violencia y segura, no es solo una decisión personal, el Estado tiene que estar acompañado porque los preservativos salen plata, decir que no vale educación, la mejor anticoncepción es esta. Si la libertad son insumos contraceptivos el Estado tiene que estar presente, la libertad tiene que estar para que una mujer violada no tenga la obligación de tener ese hijo producto de esa violación porque lo decide alguien. Muchos gobernadores piensan así y no hay libertad para decidir.
–Ante la imposibilidad de concebir y la necesidad de realizar tratamientos, ¿hay mujeres y hombres que se obsesionan con tener un hijo?
–A estos hombres y mujeres les tengo un enorme respeto porque si hago un paneo de quiénes son las que realmente desean tener hijos… estas mujeres lo tienen tan pensado el tema. Se esfuerzan biológicamente por lograr la maternidad, gastan lo que no tienen, son luchas diarias. Cuando la ciencia abre una puerta es increíble cómo aparecen inmediatamente clientes para explorar esa puerta. Si no existiera la fertilización asistida, la Psicología habría trabajado en decir que es lo mismo tener o no tener hijos. La ciencia abre puertas y es todo, es la fertilización, es la renuncia genética. Porque muchos quieren tener un hijo propio, les importa mucho la genética propia. Creo que se puede vivir sin hijos, honrar la vida no es hacerlo a través de los hijos, es tratar de tener una vida digna y ser solidario con los demás, tratar de ser reflexivo, en definitiva de no ser un pelotudo en la vida.

María Carolina Stegman
Fotos: Martín Acosta

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