2 de diciembre de 2025
Los referentes del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini reflexionan sobre arte, política y cooperativismo. Recambio generacional y los desafíos en un contexto complejo.

El Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini inicia una nueva etapa. Juano Vilafañe, uno de los primeros referentes de la cultura convocados por Gorini para iniciar el proyecto del CCC, deja la dirección artística. Este cargo es ocupado por el dramaturgo y director teatral Manuel Santos Iñurrieta, quien también tiene una larga trayectoria en los escenarios y en el CCC: desde hace más de dos décadas coordina el área de teatro de la institución. La relación entre arte y política, el rol del cooperativismo cultural y la transmisión generacional dentro del CCC son algunos de los temas que abordan en una entrevista compartida.
«Los campos virtuales existen, pero no nos diluimos en ellos. Reivindicamos el ritual del convivio: conversar, compartir pensamiento.» (JV)
–¿Qué significa este «pase de mando» para el proyecto cultural del CCC y para ustedes en lo personal?
Juano Villafañe: Hay continuidades y no hay rupturas. En esa dialéctica de las transformaciones, uno siente haber dejado un proceso que tiene una continuidad, y en esa continuidad se alcanzarán las condiciones necesarias para las nuevas etapas.
–¿Y cómo se vincula este recambio con la historia del CCC?
JV: Es importante considerar las etapas prefundacionales y fundacionales del Centro Cultural de la Cooperación, cuyo autor intelectual fue Floreal Gorini. Con él hablé mucho sobre los modelos de gestión y acordamos que no debían hacerse por administración, sino a través de los propios protagonistas: artistas, escritores, intelectuales. También hablamos del modelo de gestión como una suma de funciones: la función específica del artista, del escritor, del intelectual; la función crítica y teórica, vinculada a la investigación y el trabajo artístico como experimentación; y el trabajo político-cultural, asociado al Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos. El Centro Cultural de la Cooperación estaba asociado de esta forma con el Instituto, y quienes integraban la dirección artística cumplían todas esas funciones en la coordinación de cada área: teatro, danza, música. No había disociación entre producción de conocimiento, programación y creatividad; todos éramos productores de símbolos, metáforas, imágenes, pensamiento crítico y política cultural. Esa relación de partes Gorini la respaldó plenamente. Consideraba, como nosotros, que la actividad artística tenía un lugar desde las ciencias del arte y de la cultura, sumadas a las ciencias sociales, para crear, investigar y producir conocimiento. Así, todos los que dirigimos el teatro, la música y las artes plásticas estamos asociados a esas funciones y somos orgánicos de un centro cultural cooperativo. Ese fue el modo de gestión que nos propusimos llevar adelante, que mantenemos hasta hoy, y en continuidad, quien está a cargo de la dirección artística es Manuel.
–Manuel, ¿cómo vivís vos este momento?
Manuel Santos: A nivel personal es un honor y una responsabilidad enorme asumir la dirección artística; es una mezcla de emociones y como dijo Juano, en esta construcción hay muchos factores para pensarnos como intelectuales orgánicos en un proyecto, y la afectividad va por delante. Con mi grupo de teatro empezamos a definir nuestra búsqueda de lenguaje artístico a la vez que entrábamos en la vida cívica del 2001 y empezábamos a militar en el terreno cultural, social y político. Fuimos piqueteros, integramos organizaciones políticas y sociales hasta hoy, fuimos militantes de la cultura. Ha sido un viaje extraordinario formar parte del Centro Cultural: aquí formamos familias, despedimos a nuestros padres, tuvimos hijos, despedimos amigos y asociamos este proyecto desde la afectividad a un proyecto tan poderoso desde lo cultural, social y político. Estoy feliz, contento, honrado y con una responsabilidad que vamos a llevar colectivamente.
–Manuel se refirió a la afectividad. ¿Qué lugar ocupa en la construcción del CCC?
JV: La relación central entre la dirección artística y todos los integrantes es el afecto. Estamos construidos por metáforas, imágenes, epifanías, sueños, experiencias artísticas; ese es el mundo de los afectos. El primer vínculo entre nosotros es afectivo, luego se articula con la producción simbólica, artística y político-cultural, y esa afectividad es la que cultivamos acá. Todos estamos construidos por epifanías, aunque algunos lo sepan más que otros.
«La cooperativa no es solo un modo de organizar la producción. No es un “mientras tanto”: es un posicionamiento filosófico, ideológico, político, estético.» (MS)
–¿Y cómo se traduce esa afectividad en la práctica colectiva?
JV: Somos solidarios y cooperativistas en la producción de bienes culturales y simbólicos, y también en los afectos. Transmitimos metáforas, imágenes, experiencias poéticas y artísticas, y en esa relación colectiva –con las particularidades estéticas de cada uno– dirigimos la actividad artística del CCC. Somos productores de bienes culturales y buscamos hacerlo con excelencia, pensando cómo esos bienes deben circular en la sociedad, lo que constituye la política cultural. El Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos lidera esa lógica de desarrollo político-cultural en el país.
–Manuel, ¿cómo imaginás la continuidad?
MS: Tenemos la vocación de seguir profundizando el proyecto, ensanchándolo e incorporando todo lo nuevo en materia cultural, artística, social y política. Tuve la fortuna de ser convocado a los 20 años por el Centro Cultural, por Juano, por Gorini, para formar parte del área de teatro de una comisión asesora donde estaban Alejandra Boero, Tato Pavlovsky, Norman Briski, Raúl Serrano y tantos otros referentes. Hoy tengo la responsabilidad de sumar a las nuevas generaciones a distintas mesas de trabajo, invitándolas a protagonizar la escena teatral y también la social y política. Ese es un destino, un superobjetivo.

–¿Cuál es el rol del cooperativismo en este proyecto?
JV: Juan Carlos Junio le dio continuidad a la tarea fundacional pensada por Gorini. Es fundamental considerar que el cooperativismo es una cultura política y el Centro Cultural de la Cooperación es una construcción social cooperativa. Una cooperativa se hace entre todos, el sentido cooperativo permite generar excelencia en los productos artísticos. Además, redistribuye los bienes que se producen y genera marcos cooperativos de consumo y participación. Hay una fuerza muy importante en la producción cooperativa, que implica excelencia y participación y multiplica en la sociedad las relaciones entre ciudadanos y con el Estado. El movimiento cooperativo, a través del Centro Cultural, ha demostrado cómo la cultura cooperativa permite generar productos de excelencia. También ha permitido integrar cooperativas de teatro y artísticas que han existido históricamente, y que encontraron aquí un cobijo.
MS: La cooperativa no es solo un modo de organizar la producción. No es un «mientras tanto»: es un posicionamiento filosófico, ideológico, político, estético. Nos permite pensar la sociedad y discutir con el capitalismo y su relación social fundante. También nos impulsa a pensar en las utopías sociales, que es parte del Centro Cultural. Hablar de utopía hoy, en un tiempo distópico, es casi un deber.

–¿Y cómo se inserta esto en los debates sobre tecnología, soberanía y futuro?
JV: Es muy importante pensar, como decía Manuel, en las utopías y en lo que implica hoy la colonización algorítmica, la soberanía digital y del comercio electrónico. No somos ajenos a las nuevas formas de circulación de imágenes y palabras; usamos esas herramientas, pero somos críticos de las nuevas formas de colonización. Las imágenes, metáforas y palabras ya no solo tienen valor de uso, tienen valor de cambio. Se venden en los motores de búsqueda, y los niveles de concentración económica en las redes son enormes. Por eso pensamos en estos desafíos y no creemos que todo se reduzca a los «presentes absolutos». Los campos virtuales existen, pero no nos diluimos en ellos. Reivindicamos el ritual del convivio: conversar, compartir pensamiento, construir sentido y, a la vez, creemos en reapropiarnos de las tecnologías con usos nacionales y latinoamericanos. Estamos construidos por epifanías y sueños que la inteligencia artificial no puede reemplazar.
MS: Por eso vamos a seguir desarrollando todo lo hecho y profundizándolo, incorporando lo nuevo, temáticas acordes a este tiempo, artísticas, sociales y políticas. Todo forma parte de nuestras discusiones para pensar el proyecto cooperativo y el proyecto de país, que debe pensarse como parte de Latinoamérica y tomar posición política frente al mundo. Nosotros supimos decir, en nuestra carta fundante, que somos un centro cultural de izquierda, anticapitalista y antiimperialista. Hay que pensar todo eso hoy, en presente. Vamos a reunir a todos y todas, repensar y actualizar esas definiciones y ver de qué se trata todo esto. Como dice la canción: «Sea como sea, lo haremos tú y yo. Nosotros lo haremos».
«El primer vínculo entre nosotros es afectivo; luego se articula con la producción simbólica, artística y político-cultural, y esa afectividad es la que cultivamos acá.» (JV)
–Juano, ¿cómo pensás la relación entre historia, presente y vanguardias?
JV: Yo tengo un problema: creo en la eternidad, lo que me ha complicado muchas etapas de la vida. Pero entiendo que el presente debe estar construido como historia, y la historia como presente, sin renunciar a las vanguardias, pero dándoles sentido contemporáneo. Es fundamental estar en permanente renovación y transformación. Hoy el mundo vive una etapa trágica y compleja; por eso, desde la expansión utópica y entendiendo que las vanguardias ya forman parte de las tradiciones, podemos recolocarlas en los nuevos imaginarios. Hay que pensar las subjetividades, hoy atomizadas, y en cómo generar nuevos sistemas de participación democrática que permitan construir un nuevo bloque social histórico desde las tradiciones populares. El Centro Cultural tiene una gran responsabilidad porque ha sabido relacionar de manera orgánica funciones que no están disociadas: las metáforas del pensamiento económico o histórico, el discurso musical, la producción de bienes culturales simbólicos. Hoy las metáforas tienen valor económico y deben incorporarse al mercado mientras que el fenómeno artístico-literario tiene peso en la economía y aporta significativamente al producto bruto interno. Por eso hay que atender al impacto de lo teatral y lo metafórico en la economía: alguna vez se dijo que el tango era la soja porteña.
–¿Qué horizonte ven en las nuevas generaciones y las industrias culturales cooperativas y cómo se vinculan arte e industria en este proyecto?
MS: Las industrias culturales cooperativas requieren seguir indagando y uniendo las experiencias existentes. Hay que prestar atención a las inquietudes de las juventudes, que encuentran nuevos formatos, nuevas formas de agrupación y producción. También para pensar la industria cultural y las capacidades de nuestros Gobiernos e instituciones para abordar este fenómeno. No vamos a dejar de congregarnos, de ser un epicentro de reunión, producción y pensamiento.
JV: No hay conflicto entre civilización y barbarie, decía Martí, sino entre la falsa erudición y la naturaleza de las cosas. No hay conflicto entre el hacer teatral o musical, el ritual presencial y la industria. Lo que importa es cómo se hace, por qué, para qué y cómo se distribuye y reproduce ese bien, y con qué calidad. Entonces esta continuidad tiene que ver con la suma del trabajo colectivo.
MS: Sigo citando: como dice el poeta cubano Silvio Rodríguez, «más de un paso siento marchar conmigo». Esta es una construcción social enorme, gigantesca, de años y años. Estamos acá por todo ese acumulado que es presente también y que se pone en discusión todos los días. Y sobre Juano, si tengo que decir unas palabras, ha sido siempre una persona muy generosa que supo invitarnos a todos y a todas a formar parte de esta aventura.
«Nuestra carta fundante dice que somos un centro cultural de izquierda, anticapitalista y antiimperialista. Hay que pensar todo eso hoy.» (MS)
–Y si vos tenés que decir algo de Manuel, ¿qué dirías?
JV: Manuel me impactó maravillosamente cuando alguna vez discutió el sentido del arte de la obra de teatro El apoteótico final organizado, cómo resolvió estéticamente el final y su forma de encarar el teatro integralmente. Por eso celebro esta continuidad, que es estar en permanente renovación y transformación.
