15 de enero de 2014
El Amanecer, tradicional empresa láctea fundada en 1939, estuvo a punto de desaparecer, pero sus trabajadores lograron recuperarla. Hoy es una cooperativa con un importante rol social.
El cartel de «Abierto» en la puerta del local de venta de productos es todo un símbolo de la actualidad de la fábrica de lácteos El Amanecer, de Mar del Plata. Hace algo más de un año, casi un centenar de trabajadores realizaba guardias dentro de la planta ubicada en la intersección de las calles Tierra del Fuego y San Martín para que no se lleven los equipos y la maquinaria con la que elaboraban diariamente productos frescos. Así lograron impedir el vaciamiento y volver a hacer funcionar el lugar, pero esta vez bajo la figura cooperativa. Un símbolo de esa apuesta es el nombre con el que rebautizaron el tradicional emprendimiento lácteo: hoy se llama Nuevo Amanecer.
Fundada en 1939, El Amanecer estuvo marcada, en la última década, por la inestabilidad y la amenaza constante de la quiebra, lo que hacía tambalear los puestos laborales en las dos plantas de la firma (ubicadas en Mar del Plata y Tandil). Durante los últimos años, distintos grupos empresarios manejaron los destinos de la empresa y sus trabajadores, casi nunca con buen resultado. En mayo de 2012, los dueños de entonces se retiraron dejando deudas con empleados y proveedores, es decir, con los tamberos que les vendían la materia prima. A partir de ese momento, los trabajadores tomaron el problema en sus manos. Durante todo ese año debatieron, se organizaron y definieron poner en funcionamiento nuevamente la empresa. En noviembre de 2012, realizaron el acta constitutiva y, en abril de 2013, obtuvieron la matrícula del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social. Hoy trabajan bajo la figura de Cooperativa de trabajo Nuevo Amanecer.
Alberto Mesas es vocal de la entidad y uno de los trabajadores que impulsó la decisión grupal de autoconvocarse: «A diferencia de otros proyectos, nosotros nunca nos habíamos pensado como cooperativistas, somos un accidente dentro del movimiento. Nunca antes habíamos pensado en autogestionarnos».
Mesas cuenta que los debates desde el momento del inminente cierre hasta la conformación de la cooperativa fueron complejos. «Éramos obreros, no empresarios. Aun hoy todavía no saldamos la discusión interna, la paradoja de que somos todos iguales, cobramos lo mismo, pero tenemos tareas diferentes. Antes eso no nos pasaba; cada uno desempeñaba un rol y cobraba un salario por ello. Lo primero que definimos en la emergencia fue conseguir leche y poner la fábrica en funcionamiento, pero esto recién empieza, todavía no llegamos al salario mínimo que teníamos antes, cuando nos desempeñábamos en relación de dependencia. Tenemos claro que no queremos ser empresarios con afán de lucro a cualquier costo».
En el camino de pasar de empresa comercial a cooperativa, el apoyo de los organismos estatales fue fundamental. A nivel local, lograron la adhesión de los concejales y del Ejecutivo municipal, que declararon de utilidad pública los bienes y el edificio de la empresa para colaborar con la expropiación que deben tramitar en la legislatura provincial. También tuvo una participación el Ministerio de Desarrollo Social, que capacitó a los trabajadores en gestión cooperativa a cambio de dictar talleres de oficios a estudiantes de escuelas locales en la planta láctea. Con la Universidad Nacional de Mar del Plata y con organismos como el INTI, el INTA y el SENASA también están en constante diálogo para innovar y crecer no sólo como gestores sino también como productores lácteos.
Mesas también destaca el constante apoyo del Sindicato de la Industria Láctea, ATILRA, y de su obra social: «Nos quedamos sin trabajo, pero el sindicato y la obra social nos siguieron prestando los servicios. A otras cooperativas no les ocurre lo mismo».
Pasar de ser un emprendimiento comercial a ser una cooperativa trajo otros cambios: hoy, Nuevo Amanecer tiene un rol social muy fuerte en la comunidad de la que forma parte, y eso se traduce en un compromiso con un esquema de producción más justo y equitativo. «Buscamos vender un buen producto a buen precio, colaborando con los pequeños tamberos, que fueron maltratados por las grandes empresas, para que empiecen a confiar en nosotros. Además, todos los sábados organizamos en el patio de la fábrica una feria social con productores que venden directo al consumidor».
Diariamente, entre las dos plantas de la cooperativa, se producen más de 20.000 litros de leche. También postres, dulce de leche y quesos. El público puede adquirir los productos en el local ubicado en la misma fábrica, donde, además de pagar un menor precio, conoce de cerca el aporte que significa para los trabajadores. «Nosotros no queremos ser la tercera empresa láctea del país, queremos ser un ejemplo que se pueda repetir en otras regiones, para que la rueda entre productor lechero, empresa láctea y consumidor sea más cortita», dice Mesas y concluye: «Seguro que no estamos perfecto, hay muchas cosas para hacer». Otro panorama se plantea en el horizonte de los 68 trabajadores de la cooperativa. Un nuevo amanecer, que ahora, con su cartel de «Abierto», muestra que los primeros pasos hacia la autogestión han sido fructíferos.
—Texto y fotos: Juan Manuel Quintanilla