1 de diciembre de 2023
Aunque el pacto entre Gaza e Israel permitió la liberación de rehenes y prisioneros, el conflicto amenaza con perpetuarse por la intransigencia de Netanyahu. Llamados a la paz.
De regreso. Reencuentro de uno de los palestinos liberados con sus familiares, en Beitunia, Cisjordania, tras el acuerdo del cese del fuego.
Foto: Getty Images
Una pausa, un breve respiro, un tiempo de relativa paz en medio del horror. Después de intensas negociaciones, y con la mediación de Estados Unidos, Qatar y Egipto, Israel y Hamas cumplieron con la tregua inicial de cuatro días que habían pactado sus líderes y decidieron extenderla dos días más. Al cierre de esta edición, el acuerdo había permitido la liberación de 81 rehenes que permanecían retenidos en Gaza y de 180 palestinos encarcelados en territorio israelí. A pesar de ese exitoso intercambio y de la insistencia de la comunidad internacional por lograr una tregua sostenida en el tiempo, el Gobierno de Israel ya avisó que el asedio sobre la Franja continuará una vez concluido el alto al fuego.
El quirúrgico y cinematográfico operativo tuvo como protagonista a la Cruz Roja Internacional. Sus equipos fueron los responsables de recibir a los rehenes en Gaza, llevarlos a la frontera con Egipto y entregarlos a las autoridades israelíes. También se ocuparon de trasladar a los prisioneros palestinos. Es cierto: el acuerdo era frágil y hubo denuncias cruzadas sobre su supuesta violación. Pero, más allá de la tensión y la desconfianza acumulada tras casi dos meses de intensos combates, las partes respetaron el pacto y procedieron con las liberaciones tal como lo habían estipulado. En su gran mayoría, y de ambos lados, se trató de mujeres y niños, que de esa manera pudieron reencontrarse con sus familias.
Del total de los rehenes liberados por Hamas, 60 eran israelíes y 21 extranjeros, incluyendo varios de nacionalidad argentina o familiares de argentinos, lo cual fue celebrado por la Cancillería de nuestro país. A través de un comunicado, desde el Palacio San Martín se exigió la «incondicional e inmediata liberación de todos los rehenes que aún se encuentran en la Franja de Gaza, sin distinción de nacionalidad, incluyendo a otros argentinos que permanecen cautivos».
El tiempo de tregua fue fundamental también para el ingreso de ayuda humanitaria a Gaza, sometida a un férreo bloqueo desde octubre pasado. Cientos de camiones se encargaron de distribuir alimentos, agua y medicamentos por todo el territorio, o al menos en las zonas a las que pudieron ingresar. Israel, además, habilitó el reparto de 130.000 litros de combustible por día, algo vital para el restablecimiento del suministro eléctrico en la Franja, pero al mismo tiempo una cantidad insuficiente para cubrir las necesidades de una población atrapada en una verdadera cárcel a cielo abierto.
Una vez finalizada la tregua establecida entre el viernes y el lunes, las partes decidieron extenderla dos días más. Esto posibilitó más liberaciones a uno y otro lado, el ingreso de más vehículos con ayuda humanitaria y, por supuesto, un alto al fuego que permitió salvar vidas.
Desde Gaza incluso evaluaron la posibilidad de que la tregua se extienda por más tiempo. «Esperamos que la Ocupación (Israel) cumpla en los próximos dos días porque estamos buscando un nuevo acuerdo, además de mujeres y niños, para intercambiar otras categorías», dijo el dirigente de Hamas, Jalil al-Haya, a Al Jazeera. Eso, agregó, implicaría «ir hacia un periodo de tiempo adicional para continuar intercambiando personas en esta fase». Fuentes israelíes sostienen que esa extensión podría concretarse, siempre y cuando Hamas continúe liberando al menos 10 rehenes por día.
Catástrofe humanitaria
El alto al fuego constituyó un respiro para un territorio tan pequeño (362 kilómetros cuadrados) como devastado. El enclave controlado por Hamas hace 16 años atraviesa la peor catástrofe humanitaria de su historia: según el Ministerio de Salud gazatí, los muertos por esta nueva ofensiva ya son 14.854 (6.150, menores) y hay 7.000 desaparecidos bajo los escombros de la derruida ciudad. La ONU, por su parte, aseguró que está muriendo un chico cada diez minutos, lo que convirtió a Gaza en un «cementerio de niños». En el norte ya no funciona ningún hospital y las necesidades de la población «no tienen precedentes»: faltan agua potable, comida, medicamentos y vacunas. La Organización Mundial de la Salud advirtió que, en ese marco, pronto podrían morir más personas por enfermedades que por los bombardeos. El 60% de las viviendas fueron destruidas, por lo que miles de familias duermen a la intemperie en refugios improvisados. Se calcula que hay 1,8 millones de desplazados sobre una población total de 2,4 millones.
Lo más preocupante es que, de cara al futuro, no hay grandes expectativas sobre una solución pacífica. Al contrario, ya desde antes de la tregua, Israel advirtió que continuaría con sus ataques sobre Gaza. «Se están diciendo muchas cosas sin sentido por ahí, como que después de la pausa para devolver a nuestros rehenes pararemos la guerra. Que quede claro: estamos en guerra y continuaremos la guerra. Continuaremos la guerra hasta que logremos todos nuestros objetivos: eliminar a Hamas, devolver a todos nuestros rehenes y desaparecidos, y garantizar que no haya ningún elemento en Gaza que amenace a Israel», lanzó el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, quien inició la ofensiva militar contra Hamas el pasado 9 de octubre, dos días después de que la organización fundamentalista asesinara a 1.200 personas –la gran mayoría civiles– y secuestrara a otras 240 en el sur de Israel, incluyendo a una veintena de argentinos.
A diferencia de Netanyahu y otros referentes de la política israelí, varias voces se expresaron a favor de que la tregua sea más duradera y abra la puerta a una solución por vía diplomática. Así lo sostuvo Riyad Mansour, embajador palestino ante la ONU, para quien el alto el fuego «no puede ser solamente una pausa», sino un instrumento para impedir definitivamente la reanudación de los combates. Anthony Blinken, secretario de Estado de EE.UU., pidió que «se prolongue esta pausa, porque ha permitido liberar a rehenes y trabajar en la asistencia humanitaria para quienes lo necesitan desesperadamente». En igual sentido se pronunciaron los líderes de los BRICS, que reclamaron el establecimiento de una tregua humanitaria sostenida en el tiempo. Uno de ellos, el presidente brasileño Lula da Silva, exigió «reanudar el proceso de paz lo antes posible» y aseguró que «la única solución» está en el «reconocimiento de un Estado palestino viable, que viva al lado de Israel, con fronteras seguras y mutuamente reconocidas». La ONU, la Unión Europea (UE) y la OTAN se sumaron al coro de organismos que apoyan la continuidad de la tregua para imponer una necesaria pausa al horror de la guerra.