Mundo | ELECCIONES HISTÓRICAS

México profundiza la transformación

Tiempo de lectura: ...
Manuel Alfieri

Con un triunfo arrasador, Claudia Scheinbaum se convirtió en la primera presidenta mujer del país. El legado de López Obrador, el efecto en la región y la violencia como principal desafío de la nueva gestión.

Gran ganadora. Saludo de la candidata electa a sus seguidores en la Plaza Zócalo de la Ciudad de México.

Foto: NA

Fue un domingo histórico para los mexicanos y, sobre todo, para las mexicanas. Por primera vez en 200 años de república, una mujer se hará cargo de la presidencia del país azteca. Claudia Sheinbaum Pardo, candidata del oficialismo, obtuvo una aplastante victoria sobre su principal rival, Xóchitl Gálvez, postulante de una coalición integrada por los vetustos partidos tradicionales.

«Vamos a seguir haciendo de México un país más justo, democrático, libre, soberano, para seguir construyendo la grandeza de nuestra patria», dijo Sheinbaum poco después de que se conocieran los primeros resultados, que mostraban una tendencia irreversible: al cierre de esta nota y con el conteo de votos en proceso, la nueva presidenta electa alcanzaba el 58,6% de los sufragios, un número incluso superior al que había obtenido su padrino político, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), en las elecciones de 2018. Gálvez cosechaba un 28,3%. Entre las dos mujeres se llevaban más del 86%, algo inédito en un país dominado por el machismo y en el que la política siempre fue cosa de hombres.

El contundente triunfo de Sheinbaum en los comicios más grandes de su historia –había más de 20 mil cargos en juego y un padrón de 98 millones de electores– permitió también que la coalición oficialista conserve la mayoría en ambas cámaras del Congreso –con chances de recuperar la mayoría calificada que perdió en 2021– y retenga la gobernación de la Ciudad de México, capital del segundo país más poblado de América Latina. Además, ganaba en siete de los ocho estados que estaban en juego. Con esa tendencia, el oficialista Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) y sus aliados estarían gobernando 24 de los 32 estados.

Celebración. Militantes de Morena y la coalición oficialista festejan el triunfo.

Foto: Getty Images

El segundo piso
Sin dudas, la jornada representó un apoyo masivo por parte del pueblo mexicano a las políticas públicas implementadas por AMLO en sus seis años de gestión: con casi toda la prensa en contra, con una pandemia mediante que afectó negativamente a todos los líderes políticos del mundo, el veterano mandatario termina su mandato con un 60% de imagen positiva. La gestión prevaleció por sobre las fake news: la pobreza bajó del 41,9% al 36,3%, la economía creció a un ritmo del 3% anual, el desempleo es uno de los más bajos del continente, el salario real mejoró un 120% y disminuyó la brecha salarial entre hombres y mujeres.

El triunfo también significa un espaldarazo para los planes de profundización que Sheinbaum planteó en campaña. La mujer, de 61 años y física de profesión, propuso un programa de gobierno con 20 puntos, cuyo objetivo es «cuidar el legado» del presidente y fundador de MORENA, pero también avanzar con muchas de las políticas ya aplicadas en torno a lo que ella denomina el «humanismo mexicano». «Andrés Manuel López Obrador ha hecho una hazaña en nuestro país. Se han puesto los cimientos y el primer piso, pero aún falta la consolidación y el avance de este cambio verdadero que sigue siendo el anhelo del pueblo de México. Por ello he convocado a construir juntas y juntos el segundo piso de la Cuarta Transformación», anunció quien también fuera la primera jefa de Gobierno mujer de la Ciudad de México, junto a militantes y representantes de la coalición que se encolumnó tras su candidatura: además de MORENA, el Partido del Trabajo (PT) y el Partido Verde Ecologista de México (PVEM).

Estrecha y leal colaboradora de AMLO desde principios de este siglo, Sheinbaum planteó la necesidad de reforzar la presencia del Estado para promover la movilidad y la igualdad social, mayor respeto a las diversidades, una vida libre de violencias para las mujeres, libertad de expresión y pluralismo, fortalecimiento de la educación y acceso a la salud pública y a medicamentos gratuitos. También prometió jubilaciones justas y salarios siempre por encima de la inflación, más desarrollo científico y de proyectos estratégicos para el país, promoción de la cultura y protección del medio ambiente y los recursos naturales. También recordó que mantendrá las políticas de «austeridad republicana» de AMLO, ajustando lujos y privilegios de la dirigencia política.

Apoyo popular. El presidente López Obrador junto a su esposa, antes de emitir su voto, este domingo.

Foto: Getty Images

Abrazos, no balazos
En definitiva, se trata de un plan de desarrollo con inclusión social, centrado en el bienestar general y diametralmente opuesto a lo que plantean la derecha y la ultraderecha latinoamericana, con el presidente argentino Javier Milei a la cabeza. Es por ese motivo que la victoria de Sheinbaum también debe leerse en el contexto de la fuerte disputa política, cultural e ideológica que se desarrolla en el plano regional. Su triunfo permite mantener intacto el número de Gobiernos del centro hacia la izquierda en América Latina, con México y Brasil –las dos principales economías de la región– incluidos en ese eje. Además, oficia como mensaje para los resignados, los desencantados y aquellos que creen que la única salida es por derecha: ante la aparente hegemonía de la motosierra y los discursos de odio, en México habrá más Estado, más derechos, más políticas públicas para igualar oportunidades de desarrollo. En definitiva, más democracia.

Por supuesto, el camino no será nada sencillo a partir del 1° de octubre, cuando Sheinbaum se convierta en la nueva jefa del Palacio Nacional. En el horizonte asoman múltiples desafíos, con la inseguridad y la violencia al tope de las preocupaciones de los mexicanos. El país tiene una cifra altísima de homicidios –alrededor de 30.000 por año– y casi 100.000 desaparecidos desde que comenzó la llamada «guerra contra el narco» a principios de este siglo. El crimen organizado controla territorios donde impone el terror a toda hora. Durante la campaña fueron asesinados entre 25 y 35 candidatos, lo que convirtió al proceso electoral en el más violento de la historia. La receta de «abrazos, no balazos» de AMLO fue, a toda vista, insuficiente para atenuar este drama que castiga al país desde hace décadas.

Otra cuestión central será el siempre conflictivo vínculo con su poderoso vecino del norte y principal socio comercial: Estados Unidos. En noviembre se sabrá quién será el nuevo inquilino de la Casa Blanca y con quién deberá tratar Sheinbaum varios temas candentes, como la crisis migratoria, el posible cierre de la frontera entre ambos países y la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Joe Biden y el recientemente condenado Donald Trump estarán frente a frente en unas elecciones que se anticipan extremadamente reñidas y cuyo resultado impactará de lleno en la política mexicana.

A nivel interno, Sheinbaum deberá gobernar con una oposición que no ostenta mucho poder de fuego en el terreno de la política, pero sí a nivel mediático. Algo que quedó en evidencia durante la campaña electoral, con fake news e inteligencia artificial incluidas como armas modernas de desgaste y demolición. Además, la nueva presidenta tendrá que lidiar con las internas que puedan asomar dentro de la coalición gobernante y con la omnipresencia de AMLO, que prometió retirarse de la vida pública y recluirse en su rancho «La Chingada» una vez finalizado su mandato, pero que por ascendencia, trayectoria y carisma seguramente seguirá teniendo mucho peso dentro de las filas oficiales. De la destreza de Sheinbaum para sortear estos desafíos dependerá el éxito o no en la construcción del «segundo piso de la Cuarta Transformación», que ya está en marcha.

Estás leyendo:

Mundo ELECCIONES HISTÓRICAS

México profundiza la transformación