De cerca

Memorias de un comediante

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Adam Sandler estrena una película que además de protagonizar, coescribió y produjo. Viaje a la infancia de una estrella que teme que se apague su chispa.

 

Aunque de vez en cuando ha intentado probar cosas diferentes, como cuando Paul Thomas Anderson lo convocó para Embriagado de amor o James L. Brooks le dio el papel principal en Espanglish, Adam Sandler se ha ganado uno de los lugares mas sólidos de Hollywood repitiendo una y otra vez el mismo personaje, uno que no se aleja demasiado de quien es él en la vida real. Más preocupado por hacer reír a la audiencia que por ganar premios o despertar el elogio de los críticos, a los 46 años Sandler disfruta de haber conquistado un sueño que lo obesionaba en su juventud: el de convertirse en estrella de cine.
Si bien siente que cualquier comparación con Jerry Lewis es exagerada, por estos días el nativo de Brooklyn ocupa en la industria una posición similar a la que supo tener el gran comediante de la década del 50: la del bufón que, cada vez que aparece en la pantalla grande, demuestra una conexión especial con la audiencia. Por estos días llega a las salas argentinas Son como niños 2, la segunda parte de la comedia que además de contar con su participación como protagonista, nuevamente encuentra al actor en los roles de productor y de coautor del guión.
–¿Cuánta improvisación hubo en Son como niños 2?
–Mucha. Con Fred Wolf, Tim Herlihy y Allen Covert escribimos el guión lo mejor que pudimos y después trajimos a toda esta gente, que son grandes comediantes. Hay como 20 de mis comediantes favoritos en la película. Nuestro método suele ser bastante parecido en cada experiencia: escribimos lo que podemos y después contamos con las mentes de toda esta gente para que proponga ideas. Las filmamos, y lo que sale bien lo dejamos en la película y lo que no, queda en la sala de montaje.
–¿Cómo es trabajar con Salma Hayek?
–Siempre es muy intenso. No es una actriz que acepte así nomás lo que uno le propone. No se le puede decir «hacé esto, que yo hago lo otro». Siempre te pide que esperes un minuto, y entonces viene con una propuesta que seguro mejora la escena. Tiene una presencia muy imponente y es una mujer muy divertida.
–¿De dónde surge tu comedia?
–En el caso de Son como niños 2 tiene mucho que ver con mi infancia y con lo que me ocurrió en esos años. La película trata sobre volver al lugar en donde te criaste e intentar regresar a repetir las mismas experiencias. Yo solía ir a un lago en el que me tiraba desde una roca, y no era el mejor haciéndolo. Tenía amigos que eran mucho mejores que yo.
–¿Seguís en contacto con tus amigos de la infancia?
–Sí, está buenísimo seguir estando cerca de la gente que conoció a mi papá, que falleció. Siempre nos ponemos a hablar de él con ellos. Siempre me recuerdan cosas divertidas que él hacía. Además, es un ambiente mucho mas relajado si estás rodeado de viejos amigos.
–¿Cómo fueron aquellos años?
–Tuve una linda infancia. No sé si fue muy divertida, pero la pasé muy bien y me fascinaría poder volver a esa época. Me encantaría que mis hijos tuvieran la misma libertad que yo tuve, cuando el verano era simplemente eso, el verano, en donde no había nada para hacer más allá de divertirse y, cada tanto, escuchar lo que decían los padres.
–¿Cuándo te diste cuenta de que ya eras un adulto?
–Cuando estaba en la escuela de mis hijos y entendí que tenía que prestar atención a lo que me estaban diciendo. Cuando era chico, no me podía concentrar mucho en la escuela. No era el mejor a la hora de escuchar a la maestra. Pero ahora me di cuenta de que si no la escucho voy a terminar perjudicando a mi hijo, por eso tengo que hacer un pequeño esfuerzo y trabajar en mi capacidad de atención.
–¿Fuiste un adolescente problemático?
–Tengo que decir que los muchachos con los que solía pasar el tiempo eran bastante más salvajes que yo. Si hacía algo que estuviese muy fuera de control, sabía que iba a tener que enfrentar a mi padre, lo cual no era nada fácil. Pero mis amigos de entonces sabían cómo beber, eran mucho más arriesgados que yo, solían meterse en problemas. Recuerdo una pelea en particular, en la que todos se estaban pegando con palos de golf. Yo, por las dudas, opté por escabullirme. Creo que ese fue el momento en el que decidí que lo de escaparme a Hollywood para probar suerte como actor era una buena idea.
–¿Se hace más difícil seguir interpretando al tonto de la película a medida que pasan los años?
–Es cierto, parece que mis personajes no se vuelven más inteligentes con el paso del tiempo. Es que a mí me gusta interpretar al tonto de la película. Me han llamado tonto desde que tengo 4 años. Mi padre me lo decía, también mi abuelo y, de vez en cuando, mientras estoy manejando escucho que alguien a quien no conozco también me lo recuerda.
–Hablando en serio, alguna vez intentaste hacer cosas diferentes, pero últimamente te limitaste al estilo de comedia con el que te hiciste famoso. ¿A qué se debe?
–A mí me gusta este estilo de comedia, pero también me atrae hacer otro tipo de cosas cuando se presenta la oportunidad. De todos modos, mi sueño siempre fue hacer comedias del estilo de Son como niños, aunque de vez en cuando disfruto de probarme a mí mismo con cosas que nunca imaginé que iba a poder hacer. La gente se me acerca y me habla de mis diferentes películas: están los que me preguntan por Embriagado de amor y los que sólo quieren conversar conmigo sobre Happy Gilmore. Me parece importante haber hecho cosas para todos los gustos; no me arrepiento de ninguna de mis películas.
–¿No lo intentás porque no encontrás buen material o porque la gente espera que hagas este tipo de comedia?
–No lo sé. No es algo en lo que piense demasiado. Si me presentan un proyecto diferente, lo disfruto y trato de poner lo mejor de mí. Lo que me gusta de las películas que hago es que tratan de poner una luz positiva en situaciones que te pueden ocurrir en la vida cotidiana. Y no hay nada mejor que me pueda pasar que se me acerque un padre y me cuente que disfrutó junto a sus hijos de una película mía. Así crecí yo: me encantaba pasar el tiempo con mi padre, que me llamara para ver juntos una película de los hermanos Marx o de Abbot y Costello. ¿Puedo exigirme y tratar de hacer diferentes tipos de trabajos? Por supuesto que sí. Pero a mí lo que me fascina es hacer las películas que me gustan y que la gente puede disfrutar y compartir el momento. No lo veo sólo como un negocio: me importa que el público la pase bien.
–¿Creés que se nace siendo divertido o que es algo que se aprende?
–Creo que a medida que pasan los años uno tiene una idea más clara de qué resulta divertido y qué no. Yo no sé si nací con sentido del humor, pero sí sé que comencé a tratar de ser divertido desde que era chiquito. Siempre me entusiasmó mucho la idea de hacer reír a los demás, y cada vez que lo intentaba y me salía bien, me hinchaba de orgullo. Si lograba hacer reír a mis amigos, era lo mejor que me podía pasar. No había nada mejor en la vida para mí que decir un chiste en el aula y que todos los chicos se rieran.
–¿Cuándo te diste cuenta que podías ser un humorista profesional?
–Fue algo gradual. A medida que subía al escenario, me iba sintiendo cada vez más seguro. Pero supongo que mi familia me ayudó mucho para que pudiese llegar lejos. Tanto mi papá como mi mamá siempre me dijeron que podía lograr lo que me propusiera. Jamás me pusieron un «pero», excepto cuando a los 13 años le dije a mi papá que quería ser jugador de béisbol. Me dijo que eso no iba a ocurrir nunca. No lo podía creer. Le expliqué que era mi sueño. Me respondió que los otros chicos eran más rápidos y más fuertes, que mejor buscara otra cosa para hacer.

Dupla intensa. Según Sandler, Hayek «tiene una presencia muy imponente.» (Rex Features/Dachary)

–¿Te resultó difícil llegar al lugar que ocupás hoy en la industria?
–Al principio, sí. Tengo 46 años y, si hablo como si hubiese estado haciendo esto durante mucho tiempo, es porque ha sido así. Empecé cuando tenía 17. Hubo momentos que verdaderamente fueron muy difíciles, hasta que tuve mi oportunidad. Me hubiera gustado no haber sido tan delirante como lo fui en cierto momento de mi vida, pero yo estaba verdaderamente obsesionado con la idea de ser comediante: no pensaba en otra cosa. Era muy egoísta en ese entonces, porque lo único que me interesaban eran mis rutinas. Hoy en día ya no tengo la misma obsesión que tenía por la comedia en mis épocas de stand-up. Disfruto de mi trabajo, pero no estoy obsesionado. Ahora me entusiasma más volver a mi casa para estar con mi mujer y mis hijos.
¿Cómo te llevás con el mundo hollywoodense?
–Hollywood es una institución que ha sido muy generosa conmigo: me permite hacer mis películas, lo que siempre soñé.
–¿Ves mucho cine?
–No tanto como antes. Ahora suelo ver películas para chicos. Pero tampoco es que estoy al día con lo que se estrena. Por ejemplo, este año me dediqué a ver westerns de otros tiempos. Muchos de esos actores se veían muy bien en la pantalla. Ahora me volví un verdadero fanático de John Wayne: me encantan sus películas.
–Se dice que la comedia se basa en la tragedia. ¿Creés que para ser divertido tenés que haberla pasado mal en algún momento de tu vida?
–Sí, totalmente. Suelo escribir en mis películas sobre algunos de esos momentos, para luego mostrarlos de una forma más ligera que lo que realmente fueron.
–¿Pensás en esos malos momentos?
–No, suelo pensar en los buenos momentos que he vivido. No pongo mi atención en las cosas malas que alguna vez tuve que vivir. Me acuerdo de los grandes momentos compartidos. No me la paso pensando «ojalá que eso nunca hubiese ocurrido».
–¿Podés apreciar todo lo que tenés?
–No siempre. Muchas veces necesito que me lo recuerden a patadas en el culo. Suelo olvidarme de lo privilegiado que soy. En el mismo día tengo momentos en los que me siento muy bien y estoy encantado de la vida, para unas horas más tarde comportarme como el tipo más amargado del mundo. Al menos mi mujer siempre se ocupa de recordarme que soy un privilegiado.
–¿Los comediantes usan el humor para esconder sus facetas oscuras?
–No lo sé, al menos no es así en mi caso. Pero estoy seguro de que es exactamente igual para muchos de mis colegas, particularmente en el mundo del stand-up. Conozco a muchos comediantes que se convierten en otra persona cuando suben a un escenario. En cambio yo, cuando hago stand-up durante una hora, simplemente me pongo de mejor humor que el que tengo durante las otras 23 horas del día. Mucha gente usa el humor como una forma de canalizar su negatividad: los que se suben al escenario para decir las peores barbaridades, suelen ser muy dulces en su vida cotidiana. En mi caso, cuando recién comencé, no tenía la menor idea de quién era yo, dentro o fuera del escenario. Me llevó un tiempo darme cuenta. Pero sí puedo decir que, cuando estaba frente al público, intentaba ser alguien que no era en mi vida cotidiana.
–¿Te preocupa que tus bromas dejen de resultar divertidas?
–Por supuesto. Conocí a mi mujer hace 14 años. Recuerdo que le dije que no sabía durante cuánto tiempo iba a poder seguir trabajando como comediante, quizás un par de años más. Pensaba que después me iba a tener que dedicar a otra cosa. Lo cierto es que pude seguir haciendo lo que más me gusta durante muchos años. Y quizás me queden otros dos años más. Mi mujer siempre se acuerda de esta anécdota y se ríe de mí, porque yo sigo hablando de esos «dos años más». Pero es posible que algún día esta racha se corte. Y si eso pasa, sólo voy a poder decir que fui muy afortunado.
–¿Sos el Jerry Lewis del siglo XXI?
–Esa es una frase muy fuerte. Sólo puedo decir que de chico me encantaba Jerry Lewis. Y que lo sigo adorando. Es una figura muy especial para mí. No sé si mi humor se puede comparar con el suyo: él podía hacerse el tonto con mucha más facilidad que yo, y tenía un estilo mucho más personal. Lo cierto es que yo disfruto mucho de hacer reír. Me encanta que se me acerquen los más chicos y me hablen de mis películas. No sé si esa fue la razón por la que me metí a hacer esto. En realidad, cuando empecé lo hice porque era una buena forma de conquistar chicas. Pero la satisacción que obtengo cuando los niños se me acercan a hablarme es más fuerte que la que obtenía antes, cuando eran las chicas las que se me acercaban.

Gabriel Lerman
Desde Cancún

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