Mundo | Elecciones en Estados Unidos

Musk tiene premio

Tiempo de lectura: ...
Esteban Magnani

El magnate sudafricano apostó dinero y reputación en Donald Trump. Con la victoria del republicano, todo indica que le espera una recompensa e incluso un puesto desde el que combatir las regulaciones.

Nueva York. Musk habla en un acto de campaña en el Madison Square Garden.

Foto: Getty Images

Donald Trump no es el único ganador de las últimas elecciones presidenciales de los Estados Unidos: detrás de él, literal y metafóricamente, está el hombre más rico del mundo, Elon Musk, quien apostó fuerte por el candidato republicano y ya empieza a cosechar los beneficios. Por si quedan dudas sobre la relevancia del sudafricano en la elección, Trump, en su primer discurso como ganador, aseguró: «Una estrella ha nacido: Elon». Detrás de él, Musk, con una gorra y los brazos levantados, invitaba a vitorear al nuevo candidato.

Hace poco más de dos años el empresario publicó en su red social que si bien no «odiaba» a Trump, creía que era hora de que se retirara. En 2023, aunque aseguró que no votaría por Biden, aclaraba no estar seguro sobre Trump. ¿Qué hizo que este magnate, quien reconoció haber votado a Barack Obama hace no tantos años, se transformara en un troll de la ultraderecha en tan poco tiempo? Las razones son muchas, vinculadas tanto con la afinidad ideológica como con el bolsillo.


Armas y loterías
Musk apostó su no poca reputación, sobre todo entre los jóvenes, a la victoria de Trump. Pero su apoyo también se puede medir en dinero: fue uno de los principales donantes de la campaña con 75 millones de dólares en uno de los PAC, los fondos de campaña que canalizan apoyos privados. A eso se le suma el anuncio (por X, obviamente) de una supuesta lotería de un millón de dólares diarios entre votantes de los «swinging states», claves para la victoria del candidato. Para participar alcanzaba con estar empadronado y firmar una petición de apoyo a las enmiendas constitucionales en favor de la libertad de expresión y la portación de armas. Luego se supo que en realidad no se hacía realmente una «lotería» sino que se elegía al ganador según sus perfiles en redes sociales. La Justicia finalmente autorizó los premios que se entregaron desde el 20 de octubre hasta el día anterior a las elecciones.

Pero sin duda la mayor apuesta para Musk fue la compra misma de Twitter por cerca de 50.000 millones de dólares, red a la que rebautizó como X. Como quedaba claro desde el comienzo que era un mal negocio, algunos analistas interpretaron la decisión como una jugada con fines políticos y, a la luz de lo que pasó luego, parece la lectura más acertada. La plataforma fue clave para diseminar todo tipo de noticias, muchas de ellas falsas o incluso delirantes; las políticas de moderación de la red habían sido arrasadas apenas asumió el nuevo dueño. Pero, además, la cuenta personal de Musk, con más de 200 millones de seguidores (más de la mitad de los usuarios totales de Twitter) se transformó en una fuente de todo tipo de teorías conspirativas que él mismo generaba o reproducía amplificando su alcance. 

Florida. Trump, el empresario Dana White y Musk celebran el resultado de las elecciones.

Foto: @elonmusk

¿Por qué tanto?
Las razones económicas de Musk resultan bastante evidentes. Por un lado, el candidato republicano promete una política mucho más dura contra China, algo que Tesla, empresa de autos eléctricos de la que Musk es principal accionista, necesita desesperadamente para limitar la competencia de vehículos provenientes de ese país. De hecho, apenas ganó Trump, las acciones de Tesla subieron un 12%, incrementando la fortuna personal de Musk en cerca de 20.000 millones de dólares. La cercanía con el Gobierno seguramente le habilitará más subsidios y exenciones que permitan compensar sus esfuerzos. Además, puede facilitar que se cajoneen algunas investigaciones contra Musk y sus empresas que llevan adelante el Departamento de Justicia, la SEC y el organismo de seguridad del tráfico, entre otros. Incluso tuvo enfrentamientos con la Fuerza Aérea por no respetar ciertos protocolos de seguridad en los lanzamientos de sus naves espaciales.

Por otro lado, está nada menos que SpaceX, una empresa que depende de contratos con el Estado. En el primer discurso luego de la victoria, Trump también habló específicamente de la compañía, impresionado por sus recientes éxitos. Además, una de las unidades de negocios de SpaceX es Starlink, una proveedora satelital de internet que resulta clave para los despliegues militares y que tiene contratos con el sistema de Defensa. La cantidad de conflictos de interés entre Musk y el Estado es enorme.

Por si esto fuera poco, al empresario le prometieron un puesto creado a su medida que seguro le encantará: secretario de Reducción de Costos, desde donde podrá realizar miles de despidos en el Estado. La cuestión le permitiría a Musk desactivar numerosos organismos que cuestionan las políticas de seguridad de sus autos y sus naves espaciales, eventuales engaños a sus clientes y sus anuncios grandilocuentes que producen descalabros en la Bolsa y de los que luego no se hace cargo. Musk está convencido de que hay que cuestionar todo para innovar, algo que le permite ahorrar costos, pero también le produce grandes problemas, incluso de seguridad.

Un poco de ideología
Pero sería injusto considerar que Musk se mueve solo por el dinero. Es una persona con fuertes convicciones que, además, se profundizaron en los últimos tiempos. Siempre cuestionó a las autoridades y consideró que muchas de las medidas que se le exigían para funcionar eran exageradas o injustificadas. Para él, el Estado es un obstáculo, y hasta pidió la disolución de la Junta Nacional de Relaciones de Trabajo luego de que algunos trabajadores lo denunciaran por maltratos o despidos injustificados. Según sostiene, la existencia de un organismo encargado de los derechos laborales es inconstitucional. 

A estas cuestiones prácticas se suma una mucho más personal: está furioso con su hija trans, que se niega a verlo y se cambió el apellido por el de la madre. Según el empresario, ella fue víctima de un virus «woke», un exceso de progresismo, y por eso ya no pueden hablar. Vivian Jeena Wilson anunció, luego de la victoria de Trump, que abandonaría el país en parte por miedo a las políticas antitrans que usó Trump durante su campaña. La respuesta de Musk, como siempre a través de X, fue: «El virus mental woke mató a mi hijo».

Pero sería un error creer que Musk es una excepción dentro de su clase. Los magnates tecnológicos que prometían mejorar el mundo y fracasaron no gustan de los tibios intentos demócratas por regularlos a fin de reducir los efectos más nocivos de sus modelos de negocios en la economía, la política y hasta la salud pública. Por eso, si bien pueden no coincidir con los modos de Musk, saben que resultará un topo útil para destruir los organismos de control desde dentro, algo que saludan con alegría apenas disimulada.

Estás leyendo:

Mundo Elecciones en Estados Unidos

Musk tiene premio