El keniata Eliud Kipchoge quebró el récord mundial de maratón en Berlín, afirmado en la destreza física, la dedicación al trabajo y su mentalidad ganadora. A los 33 años, se prepara para otros dos desafíos: superar su nueva marca y revalidar el oro olímpico.
10 de octubre de 2018
Gesta. Con la Puerta de Brandeburgo de fondo, el africano se encamina a hacer historia. (MACDOUGALL / AFP / DACHARY)
En la antigüedad, griegos y persas se enfrentaron en lo que se denominó la Batalla de Maratón. Aquella contienda tiene un hilo conductor con el deporte: para anunciar el triunfo helénico, el soldado griego Filípides corrió los aproximados 40 kilómetros que separaban la ciudad de Maratón de Atenas. Siglos después, el Barón Pierre de Coubertin, creador de los Juegos Olímpicos modernos, decidió instaurar una carrera en su honor. Así nació la competencia más importante del atletismo que, en la actualidad, tiene como máximo referente a un hombre llamado a dejar una huella en la disciplina: el keniata Eliud Kipchoge.
Para dimensionar los logros del africano, conviene repasar el devenir de la especialidad en la que brilla. Se trata de la maratón de los 42.195 metros, integrada a las Olimpíadas en los juegos de Atenas en 1896, aunque fue en Londres 1908 donde se cronometró el primer récord: lo consiguió el estadounidense John Hayes, quien recorrió la distancia en 2 horas, 55 minutos y 18 segundos. Ese registro palidece en comparación con el logro conquistado por Kipchoge en septiembre de 2018. El keniata, a los 33 años, ganó la Maratón de Berlín con un tiempo de 2 horas, 1 minuto y 39 segundos. Una marca que no solo le permitió quebrar el récord mundial de su compatriota Dennis Kimetto –conseguido en 2014, también en Berlín– al bajarlo en 78 segundos, sino también erigirse como un atleta capaz de seguir acumulando hazañas y desafiando los límites. De hecho, ganó 10 de las 11 maratones oficiales de las que participó.
Claro que Kipchoge no siempre se dedicó a la distancia máxima. Sus inicios fueron en la prueba de 5.000 metros, donde también sobresalió. Alcanza con mencionar un dato: con apenas 18 años obtuvo el Mundial de 2003, en París, superando a dos glorias como el marroquí Hicham El Guerrouj y otro compatriota, Kenenisa Bekele. A ello se sumaron las medallas de bronce y de plata en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 y Beijing 2008. Sin embargo, previo a Londres 2012, la merma en sus rendimientos motivó que no lo convocaran al equipo que iba a representar a su país en los juegos. Lejos de caerse, Kipchoge tomó una decisión arriesgada para su futuro deportivo al abandonar la competencia de los 5.000 metros y dedicarse a la maratón, una prueba mucho más compleja.
Sin barreras
Después de su debut exitoso en 2013, el africano encadenó continuos éxitos como fondista, aunque tenía una asignatura pendiente: superar el récord de Kimetto. «Esperaba batir un récord mundial, pero no esperaba hacerlo con este tiempo», sostuvo en la capital alemana. No pareció una declaración casual. Fundamentalmente porque el logro le posibilitó dejar atrás las frustraciones de 2015 y 2017, en Berlín, cuando estuvo cerca de romper la marca de su compatriota. Con un agregado: al conseguir este lauro, Kipchoge ratificó que hoy está varios escalones encima de sus oponentes. En ese plano, el secreto del keniata para sobresalir de manera tan ostensible puede explicarse a partir de dos factores. Por un lado, el aspecto físico cuenta y mucho. Con 1,70 metros de estatura y 52 kilos de peso, su biotipo es ideal para un fondista. A esa cualidad natural, Kipchoge le agrega dedicación al trabajo con entrenamientos a 2.400 metros sobre el nivel del mar y una fortaleza mental que lo empuja a mejorar cada día.
Los próximos objetivos se vislumbran exigentes. En Tokio 2020 buscará revalidar su título olímpico conseguido en Río y también intentará correr la maratón de los 42.195 metros en menos de dos horas. Un año atrás, y con ayuda de la tecnología, logró marcar un tiempo de 2 horas y 25 segundos en el autódromo italiano de Monza, Italia, pero el récord no fue reconocido. De todas maneras, Kipchoge cree que puede lograrlo: «Yo no creo en los límites. Cuando entreno, intento escuchar a mi cuerpo y desafiarlo para sobrepasar barreras». A la luz de su historia deportiva, nada indica que se trate de una misión imposible.