19 de julio de 2022
La situación de las mujeres en América Latina, la necesidad de una reforma judicial feminista y las representaciones patriarcales persistentes.
Ávida lectora desde pequeña, Dora Barrancos construyó su camino con bases sólidas de solidaridad. Se crio entre libros y se impregnó de sus olores, pero fue en la calle y en las reivindicaciones sociales donde imprimió su impronta, que comenzó a construir cimientos desde la infancia. Investigadora, socióloga, historiadora y educadora feminista, nació en Jacinto Aráuz, en el sur de la provincia de La Pampa. Su vasta trayectoria y su rol de intelectual comprometida la ubicaron como una referente indiscutida del feminismo y sus luchas. En 1977, durante su exilio en Brasil, Barrancos estudió el feminismo desde una perspectiva revisionista y también contemporánea, los conflictos y las revoluciones llevadas a cabo por las mujeres, los movimientos sociales de principios de siglo, los socialistas y anarquistas, y el rol de la educación en la historia argentina, entre otros temas. Tuvo una activa participación en los debates en torno a la legalización del aborto y se expresó en las audiencias a favor del proyecto de ley en el Senado de la Nación. Previamente apoyó la Ley de Identidad de Género.
Doctora Honoris Causa de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) e investigadora principal del CONICET, organismo del que formó parte de su directorio entre 2010 y 2019, Barrancos es autora de numerosas publicaciones en ciencias sociales y estudios de género. Escribió, entre otros, Historia y género (1993), Inclusión/Exclusión. Historia con mujeres (2002), Mujeres en la sociedad argentina. Una historia de cinco siglos (2007), Mujeres entre la casa y la plaza (2008), y Los feminismos en América Latina (2020).
–¿Cuáles son las principales desigualdades que afectan a la región?
–Las desigualdades son holísticas, son redondas. Hay una desigualdad de zócalo, básica, una desigualdad en donde se enhebran las desigualdades consecuentes y son las desigualdades que se establecen por razones de género. Entre las poblaciones más pobres, la región latinoamericana está considerada la más desigual del planeta. En África hay muchísima desigualdad, pero los rangos de la desigualdad no son tan brutales como los que está presentando la región. ¿Por qué? Porque hay una concentración exorbitante, desmadrada, de la riqueza: el 10% de la población de América Latina es dueña de alrededor del 40% de todos los bienes y de todas las riquezas. Sin embargo, cuando se analiza por la dimensión de género, se verá que las mujeres pobres están entre los segmentos más descartados, más signados por la exclusión. Las pobres son las más pobres. También, en el tremendo mar de bienestar y de riqueza, las ricas son menos ricas que los varones ricos. Se ve claramente toda vez que se produce, por ejemplo, como ocurrió en la Argentina, con el último tributo nuestro, el tributo de excepcionalidad a la riqueza; los contribuyentes fueron 80% varones. Quiere decir que también las ricas padecen de la segregación respecto de sus maridos, compañeros y padres. Hay poca posibilidad de que haya un índice alto de propiedades en manos de mujeres. En suma, esta desigualdad estructural de género luego se articula con todas las desigualdades que tienen que ver con esta ominosa mala distribución de bienes y servicios.
«La discriminación es una de las fuentes notables que impulsa y le da mucho más vigor a las desigualdades estructurales, sociales y económicas.»
–¿Cuáles son esas otras desigualdades?
–Las mujeres van a tener muchísimas más dificultades de salirse de esos territorios de pobreza porque hay una significativa limitación del trabajo femenino en áreas de mayor productividad e ingresos. Y aquí quisiera también decir algo que es un mito, y es que las mujeres no tienen mejores posibilidades en el mercado laboral porque tienen menos calificación que los varones. Nada más mitológico que esto. La calificación formal de las mujeres en América Latina es más elevada en promedio que la de los varones. Entonces, dicho esto, la discriminación es una de las fuentes notables que, de alguna manera, impulsa y le da mucho más vigor a las desigualdades estructurales, sociales y económicas. Las desigualdades de América Latina son sociales y económicas y hay que pensarlas desde la perspectiva de género.
–¿Cómo operan estas desigualdades en lo que hace al acceso al conocimiento y a la participación de las mujeres en el campo científico?
–La situación de las mujeres en el sistema científico y tecnológico es muy destacada en América Latina. La participación de las mujeres en la ciencia y la técnica argentina es destacadísima. La región está entre las que mejor distribución de mujeres tiene dentro del sistema científico; el mayor número y una cierta mejor distribución. Cierta mejor distribución; y ahí viene la cuestión. Las mujeres están dentro del sistema científico en los lugares en que hay bajo, nulo o muy poco reconocimiento de su desempeño por muchas razones. Pero, en general, la razón que le da razón a todas las razones es una típica razón generizada: las mujeres tienen más dificultades para labrarse una carrera exactamente con las mismas oportunidades que tienen los varones porque hay mandatos de los que no pueden zafar y son las generales de la ley respecto del orden de los cuidados. Las mujeres científicas se ocupan exactamente de lo mismo que se ocupan todas las mujeres. Eso se revela luego con mayores dificultades en el número de trabajos producidos y no en la calidad. Ha crecido el número de mujeres al frente de institutos de investigación, pero sin embargo queda muchísimo por hacer. Todas estas cuestiones están determinadas por las consideraciones fundamentales generizadas que corresponden a los estereotipos vigentes en nuestra sociedad.
–¿Cuáles son las representaciones patriarcales más difíciles de enterrar?
–La ciencia tiene una estructura y una vertebración patriarcal porque esa es su composición, su fijación valorativa y los ejes dominantes inclusive de la inteligibilidad del siglo XIX, que es un siglo tremendamente energúmeno en materia de discriminación a favor de los varones en todos los órdenes de la vida. La ciencia tiene un componente extraordinario de base patriarcal. Se trata de hacer una ciencia que corroa, que efectivamente exponga las circunstancias patriarcales de la vieja ciencia heredada, de la ciencia estándar, y que haga, evidentemente, eclosiones tan importantes como las que se avecinan. Yo creo que estamos frente a una revolución notable con la movilización de las subjetividades femeninas, aunque no se digan todas feministas, pero hay una movilización enorme de las mujeres y esto está constituyendo una gran revolución. Esto está especialmente en el orden del día de la experiencia latinoamericana.
«Se trata de hacer una ciencia que corroa, que efectivamente exponga las circunstancias patriarcales de la vieja ciencia heredada, de la ciencia estándar.»
–Sostiene que existe una suerte de encrucijada neoliberal en la región. ¿Dónde la observa con mayor claridad?
–Se observa sobre todo en cierto movimiento de las sensibilidades. De la misma manera que digo que estamos frente a una enorme revolución de las mujeres, también debo decir que hay como alguna posibilidad de un entrevero extraño. Esta atracción que ejercen los falsos líderes de la libertad, de la autonomía, hace un cierto movimiento. He señalado hace poco que hay una estridente manifestación, no digo que sea intensa, muy estridente manifestación de las derechas en el mundo y en la Argentina, particularmente, con fórmulas, con arabescos populistas, con actings resonantes muy parecidos también a los que hacía el Duce.
Dora Barrancos. Raíces de la desigualdad de género.
La investigadora, socióloga e historiadora, reflexiona sobre la situación de las mujeres en América Latina, la necesidad de una reforma judicial feminista en la Argentina y las representaciones patriarcales persistentes.
–¿Cómo son esas expresiones?
–Son así unos profetas fascistas que hacen una narrativa facilística completamente de eliminación, por ejemplo, de fuerzas tan fundamentales e institucionales como nada menos que los aparatos destinados a la educación, a garantizar el derecho a la educación. He escuchado por ahí a uno de esos profetas telúricos que dice que no tiene que haber más Ministerio de Educación. Bueno, seguramente no debe haber más ningún Ministerio de nada. Si algún aprendizaje deja el Covid es que hay que recurrir a la experiencia fundamental, aunque a veces limitada, de cobertura del Estado. Esto no quiere decir que el Estado no deba ser corregido, sobre todo en sus aspectos más autoritarios y de menor consagración de lo que sería la deliberación, la participación de la sociedad civil. Tenemos todavía que encontrar un nombre mucho más adecuado para caratular analíticamente esta condición neoliberal en América Latina, que es neo muchas cosas, pero liberal, liberal, casi nada. Las colonizaciones recientes del neoliberalismo en América Latina son típicamente conservativas y fascistas. Son muy poco republicanas, absolutamente nada republicanas. Y están organizadas sobre la marca inexorable de mantener a rajatabla la división de clases en nuestra sociedad.
«El derecho es hierático, pero cambia, también cambia. El problema es cómo la ley luego se traduce en práctica de derecho; ahí está la cuestión.»
–¿Qué debería contemplar una reforma judicial que proteja a mujeres y disidencias?
–La reforma judicial que queremos debe tener la nota fundamental en sus articulaciones básicas, una perspectiva de género inexorable. Perspectiva de género es mucho más que ocuparse de las mujeres, las disidencias; es algo mucho más complejo que eso: es nutrir al derecho de la idea de cómo ese derecho debe dejar de afectar, de hacer diferencias y desigualdades. Esta es la cuestión. Además, creo que no puede haber solo una reforma jurídica formal del aparato de justicia sin la reforma de la malla curricular de la formación de los profesionales de la justicia. Me parece que falta historización en los conceptos del derecho. Porque el derecho es, efectivamente, muy poco proclive a estar solicitado por los movimientos telúricos de la sociedad. Abogo por una enseñanza del derecho que dé cuenta del movimiento histórico que tiene el concepto. Insisto: el derecho es hierático, pero cambia, también cambia. El problema es cómo la ley luego se traduce en práctica de derecho; ahí está la cuestión.