Política | JUNTOS POR EL CAMBIO

Palabras más, palabras menos

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Alberto López Girondo

Elisa Carrió sacudió la interna de la alianza opositora con duras acusaciones hacia algunos referentes. El 2023 como telón de fondo de la disputa.

En cámara. Carrió con Morales Solá en su foro preferido para desplegar acciones políticas: los estudios televisivos.

Foto: Twitter

La noticia podría titularse, en pocas palabras: «Lilita Carrió volvió a remover el avispero». No porque la fundadora de la Coalición Cívica esté planteando romper con la alianza que ayudó a formar con el PRO y la Unión Cívica Radical (UCR), sino porque sus palabras, como pocas veces, calaron hondo en el conglomerado al que algunos irónicamente definen como «(ya no tan) Juntos por el Cambio».
En diversas entrevistas televisivas y radiales, la exdiputada nacida en el Chaco reclamó fijar «reglas de decencia» para armar la oferta electoral en 2023. Y apuntó sin misericordia contra algunos de los mayores exponentes de la coalición opositora: Rogelio Frigerio, Cristian Ritondo, Emilio Monzó y hasta Gerardo Morales. La primera vez que habló fue algo contemplativa con Patricia Bullrich, pero luego la exministra de Seguridad también cayó en la volteada.
«Tienen que tener reglas decentes (en JxC), no pueden tener más negocios. Le dije a Mauricio Macri que yo estoy harta de que haya doble juego, y voy a hablar. Y él me dijo que tengo razón. Yo ya hablé, y el tembladeral que hay… Me llaman a toda hora, pero aclaro que la unidad está asegurada», insistió Carrió.
La ofensiva «carriotista» apuntó a lo que denomina despectivamente «negocios políticos» y logro despertar viejos resquemores, por lo que salieron en fila a cuestionar las desmesuras de la lideresa centroderechista.
«No puedo ver con buenos ojos el espectáculo degradante de Elisa Carrió al golpear a dirigentes de Juntos por el Cambio objetando sus conductas éticas. Y esto sin mirar la propia y la de sus aliados. Basta, Carrió», escribió Bullrich en su cuenta de Twitter. «No vale todo, Carrió. Es de una gran irresponsabilidad tu actitud insultante hacia mí como gobernador. Si hay alguien al que le tocó enfrentar a la mafia y que no negocia impunidad, soy yo», se defendió Morales en la red del pajarito. La UCR, incluso, respondió con un comunicado en el que destaca: «Repudiamos las descalificaciones de Elisa Carrió que afectan el honor de dirigentes de Juntos por el Cambio, cuando lo esperable es trabajar para la unidad de nuestro espacio político como alternativa para el país».
Los únicos a los que deja afuera de sus dardos son Macri y Horacio Rodríguez Larreta, quien, sin embargo, tuvo que salir a desmarcarse, quizás porque no quiso aparecer como dándole combustible para ganar su propio espacio en la pelea por la candidatura presidencial. «Es muy saludable que haya discusiones internas, pero el límite son los agravios», dijo el alcalde porteño.

Discusión en masa
Un primer análisis sobre el estallido en la principal agrupación opositora es que la designación de Sergio Massa como ministro de Economía dejó descolocados a muchos que no esperaban esa forma de resolver la crisis en el Gobierno. Y los apuntados por Carrió tienen o tuvieron, de alguna manera, cercanía con el extitular de la Cámara Baja. «Todos los massistas que están en Juntos por el Cambio» deben irse de la coalición, reclamó. Pero a renglón seguido evaluó que el nombramiento del exintendente de Tigre «salvó a Juntos por el Cambio, porque delimitó a los que querían confundir el año que viene a JxC con un “neopejotismo” junto con Massa y ahora no saben dónde están».
Puestos a esbozar interpretaciones maquiavélicas, hay quienes creen ver que la oportunidad para salir «con los botines de punta» coincide con la difusión de imágenes del fiscal y uno de los jueces del tribunal oral que juzga la causa Vialidad –en la que está imputada la vicepresidenta Cristina Fernández– jugando al fútbol en la quinta de Macri. Un escándalo que los medios opositores se encargaron de evitar minuciosamente y que para Carrió es un hecho menor que no pone en riesgo a las instituciones de la República.
Una mirada más amplia podría alegar que Argentina, como país presidencialista que es, no está habituado a este tipo de disputas dentro de las coaliciones. Por eso las diferencias en el Frente de Todos resultan para algunos sectores de la prensa como una amenaza perpetua de ruptura. Esta embestida de Carrió podría inscribirse dentro de ese mismo esquema, novedoso para las prácticas nativas.
Sucede que en los regímenes parlamentarios, donde las alianzas debaten sus diferencias abiertamente, lo usual es ensalzar las negociaciones como única salida para acordar políticas públicas. ¿Cuántas de las «negociaciones espurias» a las que alude Carrió son en verdad acuerdos políticos no solo lícitos sino quizás necesarios? ¿Qué es la política en estos sistemas democráticos sino el arte de negociar acuerdos?

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