20 de junio de 2025
Cancionera
Natalia Lafourcade
Sony Music

Riqueza sonora. La cantante mexicana incursiona en la rumba, el bolero y el vals, entre otros ritmos.
Foto: Prensa
Un comienzo puramente instrumental, salvo por unos pocos tarareos, en una pieza clásica y de tono camarístico de cinco minutos. Así abre el nuevo disco de Natalia Lafourcade. No es una pista, sino un aviso o más que eso: un manifiesto sin mediar palabra. Como si dijera «oye, de aquí para adelante las cosas serán así». Como si dijera «oigan, si en el futuro queda algo de belleza en pie, así ha de sonar».
Cancionera ahonda y ensancha la senda que la artista mexicana viene trazando desde hace varios años, que abarca a la canción latinoamericana, la música de raíz de su país y de la región. El disco se grabó en cinta, de forma totalmente analógica (algo que viene haciendo desde hace tiempo) y por momentos intervienen hasta dieciocho músicos. Como en una foto de rollo, en el reverso de estas canciones, a contraluz, se ven los granos. Ese sonido orgánico, vital, con tierra encima, fue buscado.
Aquello que ya se dijo, que Natalia llegó al lugar definitivo de su canto, se queda corto. Porque no solo halló ese lugar, sino que ahora, además, lo habita y su voz todo lo inunda, lo rebasa. «Cómo quisiera quererte», «Amor clandestino», «Mascaritas de cristal» (una fiesta de la interpretación, jugando con ese tono medio ebrio), «Cariñito de Acapulco», «El palomo y la Negra» son apenas algunos de los puntos altos del trabajo.
Percusiones, cuerdas, contrabajo, guitarras, guitarrón mexicano, piano, bronces y aerófonos marcan la gama tímbrica del disco. Rumba, bolero, vals, sones tradicionales de México y de Centroamérica le confieren el tono. Y la narrativa, adivinada desde los títulos, gira alrededor del amor. Desde allí es que ella abre y despliega el panorama de la canción. El David Aguilar, Los Hermanos Gutiérrez, Israel Fernández, Diego del Morao y Gordon Hamilton son algunos de los invitados.

«Cántame la luna, canta nuestro mar/ canta los dolores de la soledad/ eres cancionera, alma de tus letras/ todita mi vida yo a ti te quisiera dar», dice en la tonada que le da título al álbum. Lafourcade reincide en la belleza de su canto, en la hondura del repertorio propio, en la exquisitez de los arreglos y la producción (nuevamente trabajó junto a Adán Jodorowsky), en la búsqueda de una tradición propia, en esa elegancia tan suya que, a no confundir, nada tiene que ver con la solemnidad.
Entre muchas y muchos de sus pares, ella se distingue, se eleva: Lafourcade ya tiene su lugar en la historia grande de la canción latinoamericana. Su rúbrica, su cucarda luce a la par de las madrazas de la música continental. Natalia lleva encima, a cada paso, su música y su canto, mientras atraviesa ese territorio al que sigue honrando. Así va ella, arrebolada en lo que más la representa: sus canciones. Por eso el título, que tan bien la representa.