Humor

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–Licenciado, estoy confundido, en España la gente culpaba de la crisis a Zapatero y para demostrarle su oposición, ¿qué hicieron? ¡Votaron a Rajoy! Votaron a la derecha cuando se sabía que estarían peor, con más crisis, más desocupación, más pobreza.
–Bueno –me contestó– eso puede ser sencillo de explicar…
–Será sencillo de explicar, pero yo no entiendo un soto. ¿Estaban mal y eligieron estar peor?
–Exacto. ¿Vio que es fácil?
–¡Una pavada! Esto quiere decir que estamos todos del tomate.
–Piense que los terapeutas también tenemos que vivir –contestó mi analista mientras le cambiaba la velita a la foto de Freud que tenía en la biblioteca.
–Entonces supongo que será por esa misma razón que Macri aumenta el ABL, el subte y cuanta cosa pueda aumentar, luego sigue vetando las leyes que sanciona la Legislatura y la gente igual lo vota –opiné ansioso.
–Algo parecido –asintió.
–O que haya gente, sobre todo comunicadores, que, por estar en contra del Gobierno, se alegran cuando los fondos buitre están por hundir todo el país, aunque sea con ellos y sus familias incluidos.
–Tal cual. Lo que pasa es que para ellos vale el apotegma «cuanto peor, mejor».
–Sí, pero, ¿peor para quién? Peor para nosotros. Siempre para nosotros, nunca para ellos que tienen la vaca atada… –concluí mientras la angustia comenzaba a cerrarme el estómago, la garganta y alguna que otra parte del organismo.
–No se ponga así –me dijo–, no me diga que no sabía que aquí las cosas son así. Es más, siempre han sido así.
–Es cierto, pero el que hundía el bote se rajaba antes de que se hundiera con él arriba, pero ahora no, hoy algunos miembros de la clase media, que no tienen otro bote, ni siquiera un salvavidas, y son los que están con el serrucho agujereando el fondo. Y contentos –comencé a delirar posesionado–. Son los que están arriba del avión y paran los motores… con una sonrisa; son los que van en un submarino y abren las escotillas… cantando alegremente. ¡Están todos relocos, y lo que es peor, nosotros estamos al lado de ellos! –rematé gritando parado arriba del diván.
–Calma, calma. Piense que hay gente que, con tal de joder al que odian, no les importa joderse a sí mismos.
–¡A sí mismos… pero a mí también! Estamos en manos de dementes.
–Piense que hay razones que la razón no entiende.
–¿Y qué tal si pienso en meterlos a todos en una cápsula y mandarlos a Marte?
–Lo siento, pero es la hora, la seguimos la próxima.

Santiago Varela

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