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India, el nuevo jugador global

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Telma Luzzani

El primer ministro Modi busca la releección en uno de los países más poderosos del mundo. Disputa entre el actual neoliberalismo y el progresismo de la dinastía Ghandi. La miseria social, de fondo.

Liderazgo. Saludo del mandatario en un acto de su partido en el estado de Odisha, al este de la India.

Foto: Getty Images

India, uno de los países más diversos, complejos y ricos del mundo, ha convocado a elecciones generales para decidir quién será su primer ministro los próximos cinco años.

El proceso es de una magnitud asombrosa: están habilitados para votar 970 millones de personas (más del 10% de la población mundial) a lo largo de seis semanas, desde el 19 de abril hasta el 1º de junio. Para esto se han acondicionado 1.100.000 colegios electorales y 5.500.000 máquinas de votación electrónica. El voto es optativo, pero normalmente hay una alta participación. El recuento final de votos de los 28 estados (provincias) y de los 8 «territorios de la unión» se dará a conocer el 4 de junio. «Territorio de la unión» es una división administrativa exclusiva de la India que, a diferencia de los estados, tienen sus propios gobiernos, pero responden a la autoridad nacional y federal.

Nadie duda de la importancia de estas elecciones. India es parte fundadora de los BRICS, tiene armas nucleares, uno de los ejércitos más fuertes del mundo, es la quinta economía global (pisándole los talones a Japón y Alemania, cuarto y tercero respectivamente) y es el cuarto socio comercial de Argentina después de China, Brasil y Estados Unidos.

Sus potencias y vulnerabilidades son enormes, pero la creciente influencia que tiene no solo en el Sur Global sino en todo el planeta nadie la discute. La proyección de la India como un actor relevante en la escena internacional es un factor ponderado por gran parte del electorado. El actual primer ministro, Narendra Modi (73), quien busca ser reelecto para un tercer mandato consecutivo, lo sabe y lo exhibe en cada oportunidad internacional que se presenta.

El sistema de la India es parlamentarista, una de las tantas herencias que, como el idioma inglés que convive con el hindú y otras lenguas vernáculas, les dejó la extensa e intensa colonización británica. La ciudadanía escoge a 543 de los 545 integrantes del Lok Sabha (Casa del Pueblo o Cámara Baja). Los dos escaños restantes los designa el presidente. La bancada que obtenga la mayoría (mínimo 272 legisladores) elegirá al primer ministro, quien es el que tiene el poder real.

Dos ideas en pugna
Los dos contendientes principales son Modi y su Partido Bharatiya Janata (BJP, de extrema derecha), que ya lleva 10 años en el poder, y el opositor Rahul Gandhi, del histórico Partido del Congreso o Congreso Nacional Indio (CNI, centroizquierda), partido que gobernó gran parte de los 77 años que lleva la India independizada del Reino Unido (15 de agosto de 1947). Rahul es descendiente de la dinastía Nehru-Gandhi, bisnieto del líder independentista y primer mandatario indio, Jawaharlal Nehru, nieto de la ex primera ministra Indira Gandhi e hijo del ex primer ministro Rajiv Gandhi. Los dos últimos fueron asesinados estando en el cargo.

El CNI ha sido desde su fundación un partido socialdemócrata, laico y secular, que buscó unificar el país respetando las diversidades multiétnicas, multiculturales y religiosas (79,8% hinduistas, 14,2% musulmanes, 2,3% cristianos, 1,7% sijs, entre las principales). Durante la Guerra Fría, la India gobernada por el Partido del Congreso estaba muy cerca de la Unión Soviética, fue miembro fundador del Movimiento de No Alineados e influyó enormemente en las gestas anticolonialistas de Asia y África. Sus cuatro pilares era: democracia, socialismo, unidad y laicismo.

En el polo opuesto, el BJP o Partido del Pueblo es un partido conservador de derecha que busca imponer un nuevo orden basada en tres pilares: 1) la gloria de la civilización india, 2) la seguridad nacional y 3) el neoliberalismo, lo que incluye privatizaciones, reducciones impositivas para las corporaciones, ajuste para las políticas sociales, flexibilización laboral y presencia mínima del Estado. Sin embargo, como señala el historiador y analista indio Vijay Prashad, director del Instituto Tricontinental de Investigación Social, «ningún otro gobierno usó tanto el Estado como Modi, al punto que el primer ministro proporciona planes sociales en su nombre y no en nombre del Estado».

En cuanto al primer pilar, el BJP es un partido abiertamente xenófobo. Está formado por organizaciones nacionalistas extremas que defienden el hinduismo radical –la hinduidad o hindutva– como identidad socio-religiosa. Modi siempre ha explotado el enfrentamiento religioso del pueblo indio con fines electoralistas. La semana pasada, durante un discurso de campaña, dio una muestra de esto al llamar a los musulmanes de la India «infiltrados» y «personas que tienen demasiados hijos». Ahondar esta grieta ha sido muy redituable para el primer ministro ya que logró cooptar al elector indiferente. En 2009, el voto hindú fue el 22% del total mientras que en la última elección (2019) fue del 44%.

Por los votos. Fila para sufragar en Churhela, distrito de Morena, el 7 de mayo.

Foto: Getty Images

Modi, como todos los primeros ministros del BJP, es afiliado a la formación paramilitar fundamentalista «Asociación de Voluntarios Nacionales» (Rashtriya Swayamsevak Sang, RSS), fundada en 1925 a imagen y semejanza de las organizaciones fascistas y nacional-socialistas europeas, y basada en el principio del voluntariado al servicio de la nación. La RSS es conocida porque uno de sus miembros fue el asesino de líder pacifista Mahatma Gandhi. Hoy, en muchos documentos oficiales, la denominación «India» fue sustituida por «Bharat», nombre en sánscrito que hace referencia a un rey legendario de la literatura hindú o jainista. El jainismo usa como emblema la cruz gamada o esvástica que también adoptaron los nazis.

Desquilibrios
India guarda la memoria de una civilización antigua y es, al mismo tiempo, un país joven. Dos tercios de la población (más de 900 millones) tiene menos de 35 años. Sin embargo, en cuanto a expectativa de vida, está entre los peores países (en Argentina el promedio es de 78 años; en Cuba de 79, en Dinamarca de 81, Japón –el mejor– de 86 y en India de apenas 68 años). Según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), más del 30% de los jóvenes indios son ni-ni (no tienen empleo, ni estudian, ni reciben formación).

En economía, su potencial es gigantesco. Bajo el mandato de Modi, India se convirtió en la economía de más rápido crecimiento en el planeta (7% en la última década), pero la distribución de la riqueza sigue siendo una de las más injustas del mundo: el 10% más rico tiene el 77,4% de la riqueza nacional mientras el 60% más pobre tiene apenas el 4%.

«Durante el gobierno de Modi, el desequilibrio entre el crecimiento rápido y la desigualdad ha sido llamativo. El World Inequality Lab ha demostrado que la tasa actual de desigualdad es la más alta de los últimos cien años», asegura Vijay Prashad de la Tricontinental. «Alrededor del 90% de la población vive con menos de 3.500 dólares al año. Los desequilibrios son mayores en las regiones del norte del país. Uno de los grandes misterios es que, en el área de mayor desigualdad, Modi y la derecha obtienen los mejores resultados. A la inversa, en el sur donde hay menos desigualdad, los partidos regionales y la izquierda le ganan a la derecha. Esto podría tener que ver con las tasas de confianza social y alfabetización».
India es la cuarta potencia agrícola mundial. Este sector aporta casi el 17% de su PIB y emplea al 44% de la población activa, según el Banco Mundial. Por otra parte, desde el 2022 (guerra de Ucrania), por el bloqueo occidental a Rusia, India terceriza la venta de hidrocarburos: lo compra a Moscú con 40% de descuento y lo revende a Europa bastante más caro que el precio del 2022.

El país es también fuerte en industrias (25,7% del PIB según el BM) sobre todo la textil, pero también la automovilística, la farmacéutica y otras. En la producción cinematográfica, India es líder global indiscutido: en 2022, Bollywood produjo 2.497 películas (el 29% del total mundial), según la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI). Estados Unidos, segundo en el ranking, produjo apenas 834 (descendió respecto de 2021, año en el que filmó 943). Por último, un sector clave que ha puesto a la India en la escena mundial es la potente expansión en tecnologías de la información y servicios informáticos.

Todo parece indicar que Narendra Modi va a ganar un tercer mandato. «El Partido del Congreso sigue siendo importante, pero es una pálida sombra de lo que era. No tiene un plan unificador ni entusiasmo organizacional. Lucha por seguir adelante a pesar de los humos de una dinastía agotada. Solo cuando aparezca una fuerza socialdemócrata que pueda aliarse con la izquierda y con los partidos regionales habrá un desafío real a la extrema derecha», opina Prashad. Ese nuevo plan «debería poner en el centro la erradicación de la miseria social, pero por el momento, un proyecto así no se vislumbra en el horizonte».

India es hoy uno de los jugadores globales. Estas elecciones influirán, sin dudas, en el delicado equilibrio de la actual transición hegemónica y en la construcción del futuro orden global.

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