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Tiempo de mujeres

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Manuel Alfieri

Dos candidatas pican en punta para las elecciones presidenciales del próximo año. Qué proponen y qué se juega en los comicios. Impacto local y regional.

Sheinbaum. Se espera un triunfo contundente de la estrecha colaboradora de AMLO.

Foto: Gerardo Vieyra/NurPhoto via Getty Images

Si no hay sorpresas en el largo camino que resta transitar hasta mediados del año que viene, una mujer se hará cargo de la presidencia mexicana por primera vez en la historia. Así lo vaticinan todas las encuestas: la batalla por acceder al Palacio Nacional se dará entre dos candidatas de la misma generación, pero muy disímiles entre sí. De un lado, Claudia Sheinbaum, estrecha y leal colaboradora de Andrés Manuel López Obrador, símbolo de continuidad de la llamada Cuarta Transformación; del otro, Xóchitl Gálvez, líder de una amplia y variopinta coalición entre los distintos partidos tradicionales, unidos no tanto por amor sino más bien por espanto al oficialismo y por sus ansias de recuperar competitividad electoral. Aunque nueve meses pueden ser casi una eternidad para la política contemporánea, los primeros sondeos auguran una victoria contundente de Sheinbaum. La consultora De Las Heras, por ejemplo, habla de un aplastante 68% a 14%. Otras encuestas son más cautas: 50% a 35%. Como sea, todas pronostican un triunfo oficialista, con Gálvez en segundo lugar y sin ningún tercero en discordia.
Todavía, sin embargo, falta mucho: recién se votará el 2 de junio de 2024. Mucha agua correrá hasta entonces bajo el puente de la campaña electoral. Por eso Sheinbaum ya inició recorridos para llevar sus propuestas a distintos puntos del país. Por eso, también, ya hizo sus primeras publicaciones en TikTok, donde se la puede ver junto al boxeador Julio César Chávez, una de las figuras más populares de México, quien prometió sumar fuerzas para darle un nocaut electoral a la oposición. Pero más allá de los reels y los posteos en redes sociales, lo que estará en juego en las elecciones será la continuidad del proyecto iniciado por AMLO cinco años atrás. Continuidad y, también, profundización de una transformación que incluye redistribución de la riqueza, mayor presencia estatal sobre recursos estratégicos y políticas sociales para enfrentar la creciente inseguridad en un país azotado por la violencia narco. No por nada, después de un lustro de gestión, con casi toda la prensa en contra y pandemia mediante, el veterano mandatario ostenta un 60% de imagen positiva.
La elección también será clave en términos regionales. De concretarse una victoria oficialista, la primera y segunda potencias latinoamericanas –léase Brasil y México– seguirán bajo manto progresista. En una etapa de duras disputas con la derecha, y con una ultraderecha en crecimiento que apela constantemente al odio, la mano dura y la motosierra, la continuidad de proyectos populares en los países más fuertes de la región se torna más necesaria que nunca. Argentina es la batalla más próxima en ese sentido.

Caminos diferentes
Sheinbaum nació hace 61 años en el seno de una familia de clase media y de origen judío. Un aspecto que hace poco el expresidente Vicente Fox utilizó para «atacarla», al comentar en sus redes que se trata de una «judía y extranjera a la vez». La bravuconada antisemita le valió la reprimenda de cientos de usuarios e incluso de la opositora Gálvez. Sheinbaum ni le contestó.
La candidata del Movimiento Regeneración Nacional (MORENA) participa de las luchas del campo popular desde joven. Por estos días circularon fotos suyas en una protesta de 1991 contra el expresidente Carlos Salinas de Gortari. «Desde que era estudiante luchaba por la democracia y contra el modelo neoliberal», explicó. Y agregó que, aunque ya pasaron unos años, todavía sigue manteniendo «el mismo anhelo de justicia social». También recuerda, con orgullo, que nunca militó en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), símbolo de corrupción y neoliberalismo. Su mirada sobre la realidad la llevó a forjar una entrañable relación con AMLO, a quien conoce como pocos. A principios de este siglo, el actual presidente oficiaba como alcalde de la Ciudad de México y buscaba a una científica con mirada progresista. El perfil de Sheinbaum, licenciada en Física, encajaba perfecto. Así se convirtió en su secretaria de Ambiente. La relación de amistad y confianza creció, y en 2006 fue su vocera de campaña para las elecciones en las que finalmente triunfó Felipe Calderón. Tiempo después acompañó a AMLO en la fundación de MORENA. Hubo nuevas elecciones y nueva derrota en 2012, pero la tercera fue la vencida. En 2018, la joven agrupación rompió con la hegemonía del PRI y el Partido de Acción Nacional (PAN), y AMLO se hizo con la presidencia. La marea morenista permitió también que Sheinbaum se convirtiera en la primera alcaldesa de Ciudad de México, desde donde logró mejorar la red de transporte, la seguridad y problemas relacionados con la contaminación ambiental. Allí también tuvo que afrontar un durísimo golpe político y personal, cuando en 2021 un accidente en el metro capitalino provocó 26 muertes. La oposición exigió su renuncia, pero Sheinbaum se mantuvo firme en el cargo hasta hace pocas semanas, cuando solicitó licencia para abocarse de lleno a la campaña presidencial.

Teatralidad
Con 60 años, Gálvez pertenece a la misma generación que Sheinbaum, pero su origen y su recorrido político es totalmente diferente. Nació en una familia pobre, hija de padre indígena otomí y madre mestiza. Años después se convirtió en ingeniera y en empresaria. Entró al mundo de la política como funcionaria de Vicente Fox y siempre estuvo cerca de los partidos tradicionales. Hoy es senadora por el PAN.
En el Congreso suele apelar a la teatralidad: una vez se disfrazó de dinosaurio; otra, se encadenó a una silla en señal de protesta. Su figura creció a caballo de las denuncias contra el Gobierno de AMLO. En junio pasado se erigió candidata del Frente Amplio por México, integrado por el PRI, el PAN y el Partido de la Revolución Democrática (PRD). «No quiero rateros, ni huevones, ni pendejos», es su frase de cabecera. También dice que, de alcanzar la presidencia, defenderá el aborto legal y los derechos de las mujeres.
Al menos en ese último punto coinciden las dos candidatas que el año que viene se disputarán la presidencia mexicana. Sea cual sea el resultado, será un momento histórico para un país en el que la violencia de género y el machismo siguen causando tanto daño y sufrimiento.

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