Opinión

Atilio Boron

Politólogo

Bolsillos agrandados

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Objetivo. Para Milei la meta es achicar el Estado para beneficiar a los grandes empresarios, tal como manifestó en la UIA.

El Gobierno de Javier Milei es una catástrofe en lo económico, lo social, lo político, lo cultural y lo institucional. Todos los indicadores económicos muestran valores a cuál más preocupante; la inflación mensual sigue siendo escandalosamente alta para los estándares internacionales y los salarios y haberes jubilatorios fueron licuados hasta niveles que no alcanzan para la mera subsistencia. Igual desplome revelan las cifras de ventas de empresas grandes, medianas o pequeñas y cualquier otro indicador relevante de actividad económica. En lo social, el anarcocapitalismo está generando cifras de pobreza que alcanzan a más de la mitad de la población y que, con un criterio de medición apenas un tanto más exigente, los sumidos en la pobreza llegarían fácilmente a ser tres de cada cuatro argentinos.

La desinversión en la salud pública es muy grave: adultos mayores afectados por graves enfermedades tropiezan con enormes dificultades para acceder a medicamentos esenciales para su sobrevivencia; el personal de los hospitales públicos percibe sueldos miserables y la infraestructura hospitalaria se deteriora sin que las autoridades responsables hagan un mínimo gesto para tratar de revertir la situación.

Obsesiones
En materia educativa el desastre es igual o aún peor. Preso de los prejuicios ideológicos que caracterizan al conspiracionismo de las nuevas derechas, el Gobierno hizo de maestros y profesores sus enemigos. El ataque a las universidades públicas encabezado por alguien que jamás fue estudiante en ninguna de ellas tiene los rasgos propios de una cruzada purificadora y despide un tufillo a resentimiento y venganza. Es allí, en las universidades públicas, donde se encuentra uno de los principales frentes de lucha en la «batalla cultural». Esto es así porque para Javier Milei «la educación, la cultura y los medios de comunicación» han sido vehículos privilegiados de la penetración del «socialismo empobrecedor». De ahí que la destrucción de la universidad pública, y muy especialmente de la emblemática Universidad Nacional Madres de Plaza de Mayo, se haya convertido en una verdadera obsesión para el actual elenco gobernante.

La cultura en sus más diversas manifestaciones –teatro, cine, literatura, pintura, plástica– es objeto de igual inquina porque son ámbitos de creación en donde la regimentación autoritaria impuesta por Milei encuentra poderosos frentes de resistencia.

El ataque a los medios de comunicación –mas no a aquellos que bajo ese nombre se han convertido en agentes de propaganda de la derecha y el imperialismo, blindando informativamente los disparates presidenciales– transita por carriles paralelos. No sería exagerado decir que en cuatro décadas de democracia nunca hubo un Gobierno que avanzara tan resueltamente en su intento de imponer una férrea censura de prensa y limitar el acceso a la información sobre los asuntos públicos. Para el régimen libertario la transparencia de los actos de gobierno está lejos de ser un prerrequisito de la vida democrática.

La confesión
Este programa retrógrado fue vendido a una sociedad empobrecida, desilusionada y enojada. Con su demagogia y el sólido apoyo del bloque dominante Milei ganó un masivo apoyo social mediante la promesa de ensanchar el campo de las libertades asfixiadas por el colectivismo que, según su peculiarísima interpretación de la historia nacional, ha caracterizado a la política argentina en los últimos cien años. Pero, en realidad, los fines que perseguía eran exactamente lo contrario, como lo demuestran sus políticas gubernamentales.

Recientemente, el presidente lo expresó con claridad. A empresarios industriales que celebraran el Día de la Industria les dijo: «Vinimos a achicar el Estado para agrandar el bolsillo de ustedes». Esa brutal confesión, en línea con el marxismo más ortodoxo, guarda un notorio aire de familia con el slogan de la dictadura genocida que proclamaba la necesidad de «achicar al Estado para agrandar la Nación». Milei, más desprejuiciado, revela lo que los militares se preocupaban por ocultar: el verdadero objetivo de su gobierno es enriquecer a los ricos, para lo cual en una sociedad de clases esto significa que deberá empobrecer a los pobres, es decir, a los asalariados, a los adultos mayores, a los grupos más vulnerables a los que se hunde en la miseria y la indigencia para «agrandar el bolsillo» de los capitalistas.

En resumen, gracias al Gobierno de Milei la sociedad argentina es hoy menos libre y más pobre que antes, aherrojada por el abandono que el Gobierno ha hecho de sus responsabilidades para con la gran mayoría de la población. Conviene recordar que los procesos históricos son como los vientos marinos y que, cuando nadie lo espera, la suave brisa que impulsa serenamente al velero puede ser desplazada por un formidable vendaval que en cuestión de minutos puede enviarlo al fondo del mar. La historia es pródiga en ejemplos de este tipo, y nada autoriza a pensar que situaciones como esa no vuelvan a repetirse. 

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