Opinión

Carlos Heller

Dirigente cooperativista

La realidad se impone a los discursos

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Caputo. Para el ministro de Economía, «los salarios van a recuperar» y «la pobreza va a bajar». Por ahora, ocurre lo contrario.

Foto: NA

Asistimos en los últimos días a nuevas muestras por parte del Gobierno nacional del intento de instalar un estado de situación que no se compadece con la vivencia cotidiana de la mayoría de la sociedad.

En las redes sociales, el ministro de Economía, Luis Caputo, hizo alusión a «cosas que ya están pasando y se van a exponenciar en los próximos meses». Entre ellas, «los salarios van a recuperar» y «la pobreza va a bajar». Lo cierto es que el poder adquisitivo de los salarios no ha dejado de caer, y la pobreza está en aumento desde el inicio de la gestión libertaria. Solo los salarios privados, con las heterogeneidades de las paritarias de cada rama de actividad, enfrentan la recesión con alguna chance de ajustar ingresos en función de la inflación. Para los trabajadores del sector público no se prevén aumentos hasta fin de año, mientras que los no registrados quedan librados a lo que disponga el «libre mercado». Es decir, no se avizora una mejora en el poder adquisitivo del salario, lo cual no es más que otra forma de ver el mentado cambio de precios relativos de la economía del que se jacta el Gobierno.

Por otra parte, el pasado miércoles el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, brindó el primer informe de gestión ante el Congreso Nacional. Allí desarrolló una férrea defensa del Gobierno y negó, entre otras cuestiones, que los jubilados y las jubiladas hayan perdido contra la inflación en estos meses. Mientras Francos exponía, en los aledaños del Congreso las fuerzas de seguridad reprimían una vez más a los jubilados que reclamaban por el aumento de sus haberes. La sesión se levantó porque el bloque que integro, Unión por la Patria, se retiró del recinto dado que no se podía proseguir como si en la calle no pasara nada.

La represión, desatada por segunda semana consecutiva sobre jubilados y jubiladas, solo se explica porque no es posible aplicar un ajuste como el que promueve el presidente Javier Milei si no se debilita por la fuerza la capacidad de resistencia de quienes lo sufren. La lógica de disciplinamiento, sin embargo, no pudo evitar que la concurrencia del miércoles último fuera superior a la semana anterior y, seguramente, que en la que viene sean todavía más quienes protesten en la calle, dado que muchas organizaciones están convocando a manifestarse en favor de que se respete lo que aprobaron ambas Cámaras y no prevalezca el veto presidencial.

En un escenario de recesión, evidenciado en la caída de la actividad en muchos sectores, el cierre de empresas y la caída en la recaudación fiscal, vale preguntarse: ¿Cómo puede recuperarse la economía, tal como sostienen los funcionarios del Gobierno, si no hay un mercado interno demandante? ¿Cómo puede haber un mercado interno demandante si no hay una recuperación de los ingresos? ¿Y cómo puede generarse una recuperación de los ingresos con estas políticas? Mientras intentan presentar una cara «positiva» de la economía mediante afirmaciones generales que no se sustentan en datos, anuncian que seguirán recortando subsidios, obra pública y otras partidas. Y adelantan el veto de la ley para incrementar los fondos para las universidades. Se trata, en suma, del recorte de todo aquello que signifique un Estado tratando de hacer viables determinadas actividades o protegiendo a determinados sectores de la sociedad.

Método. La represión a jubilados en las últimas marchas muestra una política deliberada para evitar las protestas.

Foto: Getty Images

Dos modelos
En este marco, el documento que difundió la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner expone las inconsistencias del presidente para justificar su objetivo de destruir al Estado desde adentro y hacer el ajuste más grande de la historia. Cristina Fernández sale al cruce del «ultralibertario» Milei, que no solo interviene y controla, sino que decide tres de los cuatro precios fundamentales de la economía: el del dólar, el del dinero (mediante la fijación de una tasa de interés real ultranegativa) y el del trabajo (al fijar tope para los acuerdos salariales). Y puntualiza en la principal bandera del Gobierno, la baja de la inflación. El país es hoy más caro en dólares que los países desarrollados, asegura, y la tasa de inflación del 3% o 4% mensual, que «quieren hacernos creer que es un éxito, es una verdadera tragedia social al producirse en el marco de una profunda recesión económica».

Si bien creo que es vital incorporar en el análisis de la economía el impacto de la concentración económica y la puja distributiva, considero que la aparición de Cristina Fernández recupera al debate de fondo entre dos modelos que no son conciliables, sino opuestos. Uno propone un Estado activo, solidario, regulando la economía y fomentando los distintos sectores económicos, con equidad social y, como expresó la expresidenta, que construya «una nueva estatalidad más vinculada a la comunidad y su organización a través da la participación de sus diferentes estamentos». Del otro lado está la idea de eliminar el Estado, que la justicia social es un robo, y que los empresarios monopolistas y personajes como Al Capone son héroes sociales. 

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