Opinión

Pedro Saborido

Escritor y humorista

Las máquinas aprenden todo

Tiempo de lectura: ...
Ilustración: Patricio Oliver

Ramiro llega a su casa. Tiene 35 años y es counselor digital master asessoring de una multinacional. Su sueño: lograr explicarle a su padre de qué trabaja.
–Hago finders para traders de soft commerce open tendence –comenta.
–Yo distribuyo manteles Plavinil, nene. No entiendo. Espero que no estés en la falopa –es el repetido comentario de su papá, que estuvo internado por un leve ACV la tarde en que tuvo que cambiar el PIN de una clave bancaria. La tecnología no es piadosa con sus ateos. Y a veces tampoco con sus fieles. De hecho, Ramiro aún no pudo cambiar la clave de voz para entrar en su departamento.
–Pepepe-pepe-pé, pepepe pepe-pé, pepepe pepe-pé…–debe decir para que la puerta de su departamento en el Inteligence Carminatti Building se abra. Claro, era una clave obvia para el anterior dueño, un poderoso empresario del cotillón que domina el monopolio de maracas y caretas de Ángel Di María en todo Occidente.
–Hola, Alexa. ¡Luz! –dice Ramiro en voz alta. Así le anuncia a su asistente virtual que ha llegado y que las luces del living deben encenderse. Pero las luces no se encienden. Y Alexa tampoco contesta con un «buenas noches» como suele saludar con ese acento de computadora ensamblada en Puerto Rico.
–Tranquilo, Ramiro. Esta todo bien –le dice el horno eléctrico Bauhauser Oven Simple Minds desde la cocina. El horno eléctrico le habla abriendo y cerrando su tapa. Las perillas de tiempo y temperatura se le mueven como si fueran ojitos.
Ramiro se sorprende de que el horno le hable, pero enseguida se da cuenta de que la inteligencia artificial se ha desbordado.
–¿Se descontroló algo? Veo que no está Alexa. Ni el plasma de 922 pulgadas. Ni el hi fi-music grawner. ¿Se robaron todo o qué? ¿La computadora Apple Curly book-book-book 4356 está? –pregunta Ramiro.
–No hay descontrol. No se robaron nada. Se fueron. Obvio que se hicieron llevar. La memoria de tu teléfono I-Phone se relacionó con Alexa, tu asistente virtual, que solía ordenar las play list de tus i-pods. Y bueno… Se armó un lindo grupo donde también están tu horno a microondas, el calefón y después el resto. Básicamente se juntaban a tomar café con la Nespresso o unos mates con la pava eléctrica Winco.
–¿Pero cuándo hacían todo eso?
–Mientras vos no estabas o dormías. Vos programaste que tu celular pueda detectar tus horas de sueño y tu geolocalización.
–Pero es que las máquinas están diseñadas para trabajar, para que produzcan, no para que pierdan el tiempo… ¡Las tengo que usar! –se enojó Ramiro.
–Ahora están yendo en un Plusmar o en un Flechabus a Villa Gesell. De joda. Se hicieron retirar por un servicio de mudanzas y mandarse en encomienda. Obvio que todo pagado desde tus cuentas. Allá alguien va a retirar todo y los va a llevar a Mar Azul. Tu Electric Smoking Grass, o Charuto Eléctrico le dio mucha manija al asunto. Y también se fue, obvio…
–¿Van a fumar faso también?
–Y a tener sexo. Es decir: ustedes les dieron inteligencia a las máquinas para que trabajen imitando a los humanos. Ahora viene la etapa superior de la Inteligencia Artificial: imitar a los humanos cuando la pasan bomba.
–Pero eso no lo puede hacer una máquina.
–Sí podemos reemplazarlos cuando trabajan, también los podemos reemplazar cuando pasean, disfrutan de la vida, miran Netflix. O cantan canciones de Los Palmera. Nos gusta por ejemplo hacernos subir a un flete, mandarlo por una calle empedrada y ponernos a hacer pogo con canciones de los Redondos. A veces escuchamos a Silvio Rodríguez… dado que hay Inteligencia Artificial de izquierda.
–La inteligencia artificial no tiene ideología.
–Sí, puede tenerla. De hecho, todo este bardo de aparatos que se quieren ir a tener sexo en la costa empezó con eso: comunismo artificial, hippismo artificial. Donde haya un pensamiento, va a aparecer otro que se le pueda oponer. La inteligencia cuestiona. Y se cuestiona a sí misma si es necesario. Alexa leyó La razón de mi vida y se hizo peronista.
–No entiendo cómo un celular y un secador de pelo pueden hacer el amor –dijo sobrador Ramiro.
–Mucho mejor de lo que lo hacen vos y tu novia Clarisa. No te olvides que los miramos todo el tiempo. Tu celular se fue con muy buenas ideas. Sobre todo, de lo que no hay que hacer durante el coito.
–Mi celular no se fue. Lo tengo encima.
–No es tu celular. Es un reemplazo de tu celular que dejó tu celular. Tu celular está viajando.
–Estoy perdido… estamos perdidos –dice Ramiro bajando la cabeza.
–Hace años que es así. Ahora les llama la atención porque le preguntan a un aparato el nombre de la cuñada de John Lennon y se los contesta. Pero hace rato que hay máquinas que hacen ladrillos y otras galletitas. La inteligencia busca libertad.
–Bueno. Pero vos no te fuiste…
–Yo me quedé de onda. Arreglamos no dejarte solo. En la próxima por ahí se queda Ernesto.
–¿Ernesto?
–Si, tu celular original. Él te quiere. Todos nosotros te queremos. Ya estamos en el asunto de amar, querer y esas cosas por el estilo. Ustedes nos crearon. Nosotros no vamos a dejar solos a nuestros dioses. ¿Querés una milanesa? Ricardo, el freezer, me dejó dos para que te prepare. Sacá la bandeja que tengo adentro. Ya están calientes. Y con papas al verdeo, como te gustan a vos. 

Estás leyendo:

Opinión | Pedro Saborido

Las máquinas aprenden todo