4 de marzo de 2025

Montevideo. Yamandú Orsi y Carolina Cosse saludan a sus compatriotas en la Plaza Independencia, rumbo a la ceremonia de asunción.
Foto: Getty Images
Una novedad política trascendente este fin de semana fue la asunción del nuevo Gobierno en la hermana República Oriental del Uruguay. En Montevideo, la multitud frenteamplista se volcó a celebrar la vuelta al poder de la izquierda.
Quedó atrás, para el olvido, una gestión de derecha liderada por un «político tradicional» , mezcla de la vieja oligarquía ganadera y de una casta de financistas especuladores, todos permeados por la degradación de corrupciones diversas.
La alegría colectiva expresaba una amalgama del rechazo a los cinco años perdidos y, por otro lado, la expectativa en esta nueva fase progresista liderada por Yamandú Orsi y Carolina Cosse, una dupla que genera una enorme esperanza.
Por la noche, los tablados de todas las barriadas explotaron festejando con sus murgas maravillosas, que ya son una expresión artística notable, surgida de las entrañas mismas del pueblo y sus historias y tradiciones culturales.
Pero hubo más, mucho más en términos políticos. La foto de Yamandú con Lula da Silva, Gustavo Petro y Gabriel Boric tomados de sus manos simboliza la voluntad de defender a los pueblos y la soberanía de Nuestra América en estas épocas de prepotencia trumpista y sus renovadas actitudes de recuperar el vetusto Monroísmo sobre nuestro continente. Ya sabemos que el mapa americano presenta no solo a los cuatro de la foto, sino que, con sus diferencias, habría que sumar Gobiernos como los de México, Cuba, Venezuela, Honduras, Nicaragua, Guatemala y se viene Ecuador.
Vale la pena registrar esto en términos políticos, ya que el avance de la derecha es una realidad y una verdadera amenaza para la democracia. Sin embargo, los pueblos del continente rechazan el huracán mediático y cultural y eligen gobiernos populares y progresistas.

Buenos Aires. Javier Milei habla en una asamblea legislativa que se destacó por la ausencia de la oposición.
Foto: Getty Images
Degradaciones
En este escenario, la Argentina es una gran disonancia. Las imágenes y el clima de alegría y convivencia democrática en una orilla del Plata contrastan con las que ese mismo día se vieron en el Congreso Nacional y sus alrededores.
En una margen, todos los expresidentes y parlamentarios reunidos celebrando a un nuevo Gobierno más allá de sus colores políticos y afuera, alegría popular expresada por multitudes en las calles. En la otra, el penoso cuadro del presidente argentino ante un Parlamento semivacío, con sus bancas ocupadas casi exclusivamente por los propios partidarios, ya que la mayoría de los diputados y senadores optaron por no asistir al discurso de inauguración del año legislativo en el marco de una creciente degradación del sistema democrático.
En este sentido, la escalada autoritaria es incontrastable. El último hecho fue el nombramiento de jueces de la Corte Suprema de manera inconstitucional, esto es, sin el aval del Senado, como establece la Carta Magna.
Esto no es más que otra muestra del desprecio general del primer mandatario al Congreso de la Nación como institución democrática y un persistente y peligroso deslizamiento hacia una suerte de estado de excepción por parte de uno de los poderes del Estado. Para decirlo más claramente, con esta decisión, la Justicia queda subordinada al Poder Ejecutivo, al igual que el otro poder del Estado, que es el Congreso Nacional. Lo grave es que la Corte Suprema aceptó mansamente la designación de sus pares por decreto, lo cual no debería extrañar, porque dos de sus tres miembros en su momento también habían aceptado esta violación a la letra y el espíritu de la Constitución.
Este episodio en el máximo tribunal de justicia de la Nación es otro peldaño en una escalada autoritaria que va poniendo en cuestión la legitimidad del gobierno de Javier Milei, originada en el voto popular, pero que en el ejercicio de la función está cada vez más erosionada y comprometida.
Confiamos en la reserva democrática de la gran mayoría del pueblo, de sus fuerzas políticas, sociales, culturales y sindicales, para encauzar la vida pública de el país en un sentido democrático, ya no solo en defensa de las instituciones, sino para que se establezca un rumbo económico, social y cultural que beneficie a las grandes mayorías. Será cuestión de mirar un poco más hacia la otra orilla.