Economía | Crisis en las tecnológicas

El fantasma de Silicon Valley

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Esteban Magnani

A la caída en la cotización bursátil de las grandes corporaciones, se suma una ola de despidos cuyo final no se vislumbra. ¿Un reacomodamiento o el fin de una era?

Meta. La compañía que contiene a Facebook perdió un 53% de su valor en el último año.

Foto: Shutterstock

Un fantasma recorre Silicon Valley: el fantasma de una nueva explosión de las punto com. Entre 2000 y 2002 quebraron miles de empresas del mundo digital y miles de millones de dólares se perdieron en pocos meses. ¿Lo mismo puede ocurrir ahora?
En el último año el valor de las grandes corporaciones cayó profundamente y no da señales de mejorar: Alphabet (que contiene a Google) perdió un 23% de su valor; Apple, casi un 11%; Meta (que contiene a Facebook) un 53%; Amazon un 31%; Microsoft un 46%; Tesla un 53%… Y la lista sigue. Las grandes empresas siguen ganando dinero, pero despiden empleados para seducir a los mercados. Ya lo hicieron Alphabet, Intel, Microsoft, Coinbase, Cisco, Amazon, Salesforce, HP, Roku, Beyond Meat, Meta, Spotify y Twitter. Según el sitio Layoffs.fyi, el sector ya eliminó 55.000 puestos de trabajo. El número puede no parecer excesivo, pero en algunos casos representa porcentajes importantes de la planta total: los 588 despidos anunciados recientemente por Spotify representan un 6% de la planta.
Este tipo de medidas suele ser recibido con agrado por un mercado que muestra su gusto por el ajuste haciendo subir las acciones, aunque, al menos por el momento, no parece ser suficiente y hay quienes piden que se profundice esta tendencia. ¿Es realmente el final? Para analizar la foto resulta necesario ver la película.

Variable de ajuste
Durante la pandemia, mientras la economía global se caía a pedazos, las grandes corporaciones tecnológicas vivieron un momento dorado. Como el aislamiento obligaba a pasar todas las actividades a la virtualidad, la demanda por los servicios de las plataformas creció de manera veloz. «Hemos visto ocurrir dos años de transformación digital en dos meses», celebraba Satya Nadella, CEO de Microsoft, en abril de 2020. Por entonces las empresas contrataban empleados masivamente, tentando a ingenieros y programadores con mejores condiciones que sus competidores. En 2022 Amazon alcanzó un récord de 1,6 millones de empleados, muchos de ellos no calificados y con sueldos muy bajos, y se transformó en el principal empleador privado de los Estados Unidos.
Una vez que la pandemia comenzó a amainar y, tibiamente, las empresas pidieron a sus empleados que volvieran a las oficinas, se llegó a hablar de la «gran renuncia»: muchos  prefirieron renunciar antes que volver a la presencialidad. Años de bonanza los hicieron pensar que sería fácil conseguir un trabajo con mejores condiciones. Ese proceso parece haber terminado; personal calificado, hasta hace pocos meses muy demandado en el mercado laboral, busca trabajo infructuosamente por primera vez en su vida.
La combinación de plantillas pensadas para un escenario pandémico que ya no está y los sueldos que se ofrecieron para tentar una mano de obra escasa y acostumbrada a imponer condiciones de trabajo, resultan injustificables para las empresas en este nuevo contexto. Las más grandes tienen recursos de sobra para aguantar años, pero la crisis es también una oportunidad para reducir las expectativas de los empleados con buenos contratos.
El multimillonario Christopher Hohn, accionista de Alphabet, dijo públicamente que es necesario despedir al 20% de la planta total de la empresa, unos 150.000 empleados: «El recorte de 12.000 puestos de trabajo es un paso en la dirección correcta, pero ni siquiera alcanza para revertir el aumento de 2022. La gestión tendrá que ir más lejos». Además, protestó por el «exceso en las indemnizaciones» y de salarios cercanos a un promedio de 300.000 dólares. Los fondos de inversión se sumaron al pedido de continuar con los recortes.
Si la idea era disciplinar a los trabajadores, está funcionando: muchos profesionales están dispuestos a renunciar a privilegios a los que se habían acostumbrado, desde bonos de fin de año, comida de todo tipo, servicios para limpiar la ropa, transporte con wifi hasta sus domicilios, home office, etcétera. En Google, históricamente los empleados debían dedicar el 20% de su tiempo a un proyecto de su elección: la empresa alardeaba de estimular la creatividad y crecimiento de sus profesionales. Ahora esos proyectos se están cerrando.
Por otro lado, la nueva situación es una oportunidad para el movimiento sindical, que ya venía agitando las aguas sobre todo entre los empleados de menor calificación de Amazon, pero también entre profesionales de Google, entre otras empresas. Algunos sindicatos, como el de los trabajadores de Vox, incluso negociaron las indemnizaciones mínimas poco antes de esta crisis.

Las causas
Lo que está ocurriendo en Silicon Valley no es solo un movimiento pendular esperable después de los efectos de la pandemia. Otra de las razones fundamentales es el fin del dinero «barato». El aumento en la tasa de interés determinada por la Reserva Federal hace más tentadoras inversiones tradicionales. Buena parte de las empresas tecnológicas, sobre todo las startups, dependen de los capitales de riesgo dispuestos a apostar a proyectos más inciertos cuando las tasas son bajas y poco tentadoras. Un síntoma de este efecto es el cierre de los proyectos menos arraigados en la economía real: entre ellos se destacan los vinculados con el mundo de los criptoactivos que sufrieron una caída abrupta en los últimos meses y dejaron arrasado un mercado que hasta hace poco se observaba con embelesamiento.
El resultado es diferente para las empresas que sí tienen un negocio rentable, pero cuya cotización bursátil se volvió exagerada por el exceso de liquidez disponible. Como demostró el ambicioso anuncio de Mark Zuckerberg sobre el «inminente» desarrollo del Metaverso, el mercado ya no está dispuesto a comprar espejitos de colores: disminuyeron las esperanzas de poder vendérselos a otros a mejor precio en el futuro.
Así las cosas, en las grandes corporaciones se desinfló la parte de la cotización que no tenía que ver con el negocio real. En algunos casos superó el 50% de lo que valían. Un caso paradigmático es el de Tesla, una empresa que vendía poco más de la mitad de autos que una automotriz tradicional como GM, pero que valía doce veces más. Por otro lado, cabe aclarar que empresas de sectores no tecnológicos también están sufriendo la crisis.
Tal como están las cosas, los despidos continuarán aprovechando el reajuste de las expectativas del mercado, pese a que al menos las más grandes siguen siendo muy rentables. Seguramente esto llevará a un disciplinamiento de los trabajadores vinculados con la tecnología quienes, sin embargo, acumularon ahorros significativos durante la bonanza de los últimos años. Mucho más dura será la realidad para los empleados menos capacitados que ya sufrían condiciones de trabajo muy exigentes y salarios muy bajos.