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El peso de las canastas

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Cristian Carrillo

Entre la inflación y la proyección en alza de los costos de productos y servicios básicos se deteriora el poder adquisitivo. La situación de los más desprotegidos.

Sin freno. El rubro Alimentos y Bebidas, con precios por las nubes.

Foto: NA

La inflación de enero volvió a ubicarse, al igual que en diciembre, por encima del 20%, absorbiendo casi la totalidad de la devaluación aplicada a las 48 horas de asumir la presidencia Javier Milei. A los dos días de que eso sucediera, el ministro de Economía, Luis Caputo, devaluó 54% la moneda y, a través de un posterior decreto de necesidad y urgencia (DNU), el Gobierno desreguló todos los controles de precios y lo que se registró fue una escalada que parece no encontrar techo.
Por su parte, se estimula un congelamiento de salarios que hace cada vez más difícil la realidad de los hogares. Mientras el índice de remuneración promedio de trabajadores (RIPTE) se ubica en 450.000 pesos, la canasta básica para no ser pobre –que adolece de varias deficiencias, como no contar los alquileres– para un hogar tipo de cuatro personas alcanzó los 600.000 pesos.
Por los cambios en los precios relativos que se dieron en los últimos años las canastas terminan desvirtuándose. Tal como se miden hoy, tienen poco peso los servicios regulados y más los alimentos, principalmente carne vacuna. Actualmente el peso de los servicios regulados en porcentaje de los gastos de hogares se incrementó fuertemente a partir de la desregulación que hizo el macrismo.
El RIPTE se define como la remuneración promedio sujeta a aportes al Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) que perciben los trabajadores que se encuentran bajo relación de dependencia y que han sido declarados en forma continua durante los últimos 13 meses. Las variaciones del RIPTE intervienen en el cálculo de la movilidad jubilatoria del Régimen General del SIPA y en el cálculo de las indemnizaciones por accidentes de trabajo. Es decir, es una media de salarios y no el mínimo que puede cobrar un trabajador, que se ubica en 156.000 pesos. La media no llega a los 500.000 pesos y para no ser pobre se necesitan más de 600.000 pesos.

Pulverizado
El salto devaluatorio de diciembre y el impacto en el nivel inflacionario pulverizó el poder adquisitivo de los salarios en general. Para cualquier persona asalariada cuya remuneración no se haya incrementado en diciembre, el aumento del IPC del 25,5% de ese mes implica una pérdida de poder de compra del 20,3%.
La inflación de enero registró un alza del 20,6% en relación al mes anterior. Si bien el resultado fue cinco puntos porcentuales menos que en diciembre, los precios generales de la economía se dispararon un 254% en la comparación interanual. La suba de los alimentos sigue marcando la delantera. La pobreza también sigue en aumento.
Entre noviembre del año pasado y enero de 2024, la variación de precios acumuló un alza del 59%, superando la devaluación nominal del peso frente al dólar. En el medio, ocurrió el inicio del programa sistemático de miseria planificada de La Libertad Avanza, que incluyó un brutal ajuste fiscal, recorte de recursos hacia las provincias, una devaluación y la caída del poder adquisitivo de los salarios. Desde el Gobierno suelen sostener que con el ajuste lograrían reducir la inflación.
A esto se suma que, durante el Gobierno de Macri el salario perdió un 25% de su poder adquisitivo, además de una caída adicional del 10% durante el año de mayor impacto de la pandemia, que luego no fue recuperado. En el mes de diciembre pasado, tras el fuerte aumento en los precios, el salario mínimo se redujo en términos reales en 14,8% en un solo mes. Quedó así en un valor que resulta 25,9% más bajo que el de diciembre de 2019 y 42,9% más bajo que el del mismo mes de 2015.
Dado que el incremento de precios ha venido siendo más alto para los alimentos que para el resto de los bienes y servicios y que esta tendencia se agudizó en el último mes de diciembre, la pérdida de poder de compra del salario mínimo resulta mayor para los sectores de menores ingresos. El tema cárnico tuvo menor centralidad que en diciembre: en hacienda, en promedio, se movió 10% por encima del mes anterior. Las frutas y verduras mostraron un comportamiento mixto: mientras que las verduras redujeron su precio en 10,3% en el segmento mayorista, las frutas incrementaron 33% su valor.
Bienes y servicios varios fue el rubro que más aumentó sus precios: 44,4%. Esto se debe al incremento de precios en artículos de higiene personal. De todas formas, el ponderador del rubro es de solo 3,6%. Transporte (26,3%) es el segundo rubro de mayor variación. Es el resultado del incremento de la tarifa de colectivos y trenes, que pegó un salto de 45%, y de los combustibles (el promedio de enero fue de 699 pesos mientras que diciembre había sumado 553 pesos, +26%).
Aunque redujo su variación respecto a diciembre, el rubro Alimentos y Bebidas, se mantuvo en niveles elevados: 20,4% (había sido de 29,7% en diciembre, 15,7% en noviembre, 7,7% en octubre, de 14,3% en septiembre y de 15,6% en agosto), según destaca de los datos del INDEC el Centro de Economía Política Argentina (CEPA).
La evolución de los precios, tanto en diciembre como en enero, es el resultado de la devaluación de mediados de diciembre, el incremento del Impuesto PAIS para importaciones, la eliminación de controles (fin de Precios Justos y fideicomiso aceite/trigo) y la desregulación de la amplia mayoría de los sectores de la economía.

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