Argentina tuvo en 2016 un exiguo saldo comercial positivo, como consecuencia de menores importaciones y un mayor impulso exportador de bienes primarios, que evidencian rubros ganadores y perdedores. Caída del salario real y paritarias con techo.
8 de febrero de 2017
Balanza. Reprimarización de ventas al exterior y apertura de los ingresos de productos. (Jorge Aloy)
Un dólar que cerró el año con un valor cercano a los 16 pesos y un índice inflacionario que llegó al 41% (de acuerdo con datos del instituto estadístico porteño el mayor nivel de los últimos 25 años) dieron por tierra con los pronósticos post devaluación de la gestión económica del gobierno de Mauricio Macri.
Al mismo tiempo, otro de los argumentos planteados por Cambiemos en defensa de la devaluación de 2015, fue que además permitiría un crecimiento de los volúmenes exportados. Y en consecuencia, el mayor ingreso de dólares «comerciales» tendría un efecto expansivo sobre la economía local. Sin embargo, la experiencia histórica revela que el aumento de las exportaciones depende mucho más de variables externas (como la demanda mundial y los precios internacionales, entre otros) que del nivel del tipo de cambio.
Las medidas adoptadas (baja de retenciones, devaluación) incrementaron la rentabilidad empresaria pero no sustituyeron la débil demanda mundial. En otras palabras, los conglomerados exportadores engrosaron sus bolsillos sin que eso se tradujera en mayores ingresos de dólares comerciales.
La apuesta al motor externo resulta muy inconveniente en un mundo en el que China crece a tasas más reducidas (entre 3 y 4 puntos) que hace algunos años, la economía europea continúa estancada, el ascenso de Trump al gobierno estadounidense plantea inquietantes redefiniciones del tablero mundial y el principal socio comercial argentino (Brasil) continúa en caída libre.
Los últimos datos del Indec confirman el fracaso de los pronósticos oficiales. En primer lugar, el superávit comercial en 2016 apenas alcanzó los 2.128 millones de dólares producto de un magro crecimiento de las exportaciones (1,7%) combinado con una caída de las importaciones (-6,9%).
En segundo lugar, ese resultado no se habría conseguido sin los ingresos «extraordinarios» obtenidos por la liquidación del stock de cosechas anteriores retenido a la espera del alza del tipo de cambio y la reducción de las retenciones.
Por otro lado, el retroceso de las importaciones no fue producto de ninguna dinámica virtuosa, sino por el contrario, resultado de la menor demanda de insumos productivos. Por ejemplo, la compra de bienes intermedios retrocedió un 14,4% y la de piezas y accesorios para bienes de capital un 10,8%.
Por el contrario, la apertura importadora hizo crecer el abastecimiento de bienes de consumo (+9,1%) para desasosiego de los productores locales.
Otro dato significativo fue el retroceso de las exportaciones industriales marcando una tendencia a la reprimarización de las ventas al exterior (ver gráfico). Pese al esfuerzo del gobierno y de los medios afines por mostrar algún índice económico positivo para el primer año de gestión la evolución del intercambio comercial argentino fue decepcionante en 2016.
Poder adquisitivo en baja
La contracara de la fuerte depreciación cambiaria fue la caída del salario real. La pérdida del poder adquisitivo habría alcanzado el 6% en 2016, según la consultora Ecolatina.
Por supuesto, el retroceso salarial no fue homogéneo debido a los diferentes cierres paritarios. La caída del poder adquisitivo fue encabezada por los obreros de la construcción (-11%), escoltados por trabajadores textiles (-9,6%), empleados de comercio (-8,6%), estatales (-8%), gastronómicos (-7,9%), camioneros (-7,5%) y metalúrgicos (-6,2%). Cabe aclarar que las estimaciones de Ecolatina se circunscriben al ámbito de los trabajadores formales. El achicamiento de la masa salarial total es mayor si se tiene en cuenta la pérdida de empleos y la evolución de las retribuciones de los trabajadores informales (siempre por debajo de los empleados «en blanco»).
Por otro lado, un estudio del Observatorio de políticas públicas de la Universidad Nacional de Avellaneda (Undav) reveló una fuerte caída del poder de compra del salario mínimo en 2016. Como ejemplo, el salario mínimo alcanzó para comprar 242 litros de aceite en 2016 versus 517 litros en 2015 (-53%). La menor capacidad de compra también fue muy pronunciada en el caso de la harina (-43%), fideos (-25%), carne picada (-32%) y leche (-37%).
La reducción promedio del poder adquisitivo del salario mínimo (en relación con la canasta de los 16 productos de consumo masivo analizados) fue de 11%. Los datos duros están revelando que las medidas adoptadas por el macrismo apagaron el motor interno de la economía.