Sociedad

Dolor en primer plano

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Respaldada por más de 500 actrices, la denuncia de violación de Thelma Fardin contra Juan Darthés produjo un fenómeno que excedió lo mediático y se convirtió en un disparador para abordar una de las formas más aberrantes de la violencia de género.


Y ahora que estamos juntas. El hecho tomó estado público en una conferencia de prensa convocada por Actrices Argentinas en el Multiteatro. (OSVALDO FANTON/TÉLAM)

Publiqué este mismo testimonio hace un mes y Facebook me lo censuró sin siquiera avisarme. Conocí a Diego en 2009, cuando tenía 21 años. Empecé a estudiar actuación y él me tocó como profesor», arranca el relato de Paula. Horas antes, Maca compartía en las redes sociales el abuso que ella y sus tres hermanas sufrieron por parte de su abuelo. El relato es estremecedor: «Nadie se daba cuenta y ahí me quedé con todo adentro. Hoy puedo largarlo y estaría horas contando porque fueron años… Pero si antes decía eso, me iban a preguntar por qué y ¿qué iba a contestar? ¿Que mi abuelo abusaba de mí? ¿Quién iba a creerme?». La denuncia de violación realizada por Thelma Fardin contra Juan Darthés se repitió en un torrente de testimonios en las redes, confesiones en los medios y el murmullo de la calle, abriendo una profunda reflexión hacia el universo del espectáculo pero, sobre todo, mostrando la capacidad de un movimiento social de mujeres que una vez más volvió a estar un paso adelante marcando el pulso de la agenda.
El abuso sexual a la joven actriz durante una gira en Nicaragua –sucedido hace una década, cuando ella tenía 16 años y formaba parte junto con Darthés (de entonces 45 años), del elenco del programa infantil Patito feo–, fue dado a conocer en una conferencia de prensa organizada por un colectivo integrado por unas 500 actrices, lo que, lejos de convertir a la decisión en mera palabra acusatoria, convierte al suceso en un verdadero hecho político. «Fue un acontecimiento colectivo, que no fue inocente. Fue realizado por un conjunto de actrices, muy conscientes de su visibilidad y de la herramienta que significan los medios. Y me parece bien que así sea», sostiene la actriz Carolina Guevara, que aborda la problemática de género desde su unipersonal, Los golpes de Clara, obra estrenada en el Centro Cultural de la Cooperación en 2017 y que hoy se encuentra de gira por el país, con presentaciones tanto en salas teatrales como ámbitos educativos, encuentros feministas y organizaciones de diverso tipo.
Guevara cita como antecedente inmediato el caso de Omar Pacheco. El director de teatro fue denunciado por su grupo de alumnas por «abuso y manipulación sistemática» en noviembre de 2018. Horas después, se ahorcó en su sala. Sin embargo, el hecho tuvo muy poca repercusión en los medios: «Esas compañeras estuvieron más solas. Y me parece importante, frente a todo esto que está sucediendo, tomar en cuenta este tipo de antecedentes, porque también está pasando eso. Sin ir más lejos, dos semanas atrás los jueces del caso de Lucía Pérez sostuvieron que no hubo abuso sexual ni femicidio».

Los riesgos
En una entrevista publicada en el diario Página/12 en diciembre de 2018, la antropóloga Rita Segato advierte sobre cierta «espectacularización» o «glamorización» en torno a la violencia sexual, suponiendo el peligro de volver al problema una cuestión moral. La pregunta es qué rol puede asumir el movimiento feminista frente a ello. En el caso de Darthés, la responsabilidad pareciera hoy estar en manos de los medios y la apropiación que están realizando del tema: habrá que ver si solo se detienen en la figura del abusador o si seguirán apuntando al sistema que le permitió actuar con esa presunta impunidad.


Fardin. La joven tiene hoy 26 años. (OSVALDO FANTON/TÉLAM)

 Comunicación y especialista en cultura, género y sexualidad, señala: «La construcción que vemos a través de los medios no es la ideal, pero también es importante ver los alcances que tuvo y saber que es la construcción que hoy puede dar batalla a nivel masivo, ante las grandes audiencias que no tienen estudios en género». Por su parte, la actriz Virginia Godoy, más conocida como Señorita Bimbo, advierte: «Creo que la televisión es un espacio de resistencia de lo viejo y del status quo, donde resulta fácil quedarse con el “monstruo”, sin indagar en todos los grises. No obstante, creo que la gran novedad este año fue la experiencia colectiva, que permitió retomar y repensar dos problemáticas que durante mucho tiempo generaron dolor, tabú y culpabilidad hacia las personas que, en realidad, fueron sus víctimas: el aborto clandestino y la violencia contra las mujeres».

¿Malas o buenas víctimas?
«En 2009 estaba de gira con un programa infantil muy exitoso, tenía 16 años y era una nena». Thelma mira a cámara. El plano se cierra. La voz empieza a temblar, se muerde el labio. Las lágrimas brotan de sus ojos negros, cuidadosamente pintados. El relato silencia, conmueve, quiebra. No obstante, inmediatamente después, sirvió para orientar el debate, como suele suceder, hacia el lugar de la víctima. Que si estuvo bien o no el video, que si fue guionado, que de esa forma se ganó la atención de la gente. Más allá de los argumentos utilizados por varios periodistas para distraer del verdadero interés del asunto, la discusión instaló dos cuestiones centrales: cuáles pueden ser las consecuencias, no inmediatas sino las más permanentes y a mediano plazo, de que actrices y mujeres con otro tipo de visibilidad y atravesadas muy fuertemente por el imaginario de «persona exitosa» compartan su historia de abuso, y, por otro lado, qué atributos pueden volver a una víctima más legítima que otra.
Tal como lo expresa Rita Segato, la violencia sexual y los relatos que se tejen en torno a ella devuelven también una construcción de la figura de la mujer. El peligro de esto, según la investigadora, es que las mujeres siempre aparezcan como víctimas del deseo del hombre y nunca como sujeto de un deseo sexual propio. Al respecto, Larralde señala que se tuvo que enfrentar con esta misma pregunta en un trabajo reciente: formó parte del equipo que escribió el guion de Monzón, serie biográfica del boxeador argentino que podrá verse en pantalla en 2019. «Buscamos justamente retratar a una Alicia Muñiz (actriz y pareja de Monzón, asesinada por el boxeador en febrero de 1988) que no fuera necesariamente angelical. Planteamos una víctima que es una mujer con deseos y contradicciones. Nos pareció fundamental que se pueda entender eso mismo que Segato dice, que la víctima no necesita ser buena y pura para ser comprendida como víctima. Solo necesita ser persona».
Por su parte, Godoy afirma que es posible hablar de un cambio de paradigma pero también de un momento de gran incertidumbre, donde las mujeres tendrán que ver «los modos de construcción a partir de ese poder popular que alcanzó el movimiento, sin reproducir formas machistas de poder y evitando la partidización o utilización política que querrán hacer de estos logros en un año de elecciones».
El movimiento de mujeres ha tenido un protagonismo innegable durante 2018, pero, a la vez, dejó infinitas preguntas y demandas abiertas. Las contradicciones que aparecen son las inherentes a todo proceso social, más aún en un movimiento que tiene que lidiar con correlatos demasiado grandes para su incuestionable juventud. ¿Es este el comienzo de un profundo cambio cultural o estamos ante la ebullición de una novedad con efectos en el corto plazo? El impacto social que tuvo la denuncia del colectivo de actrices ofrecería un indicio optimista en la primera dirección.

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