Voces | ENTREVISTA A MARÍA PÍA LÓPEZ

Fernández, los feminismos y las luchas

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María Carolina Stegman

Las denuncias contra el expresidente revelan «las lógicas más ominosas de lo patriarcal», y al mismo tiempo son utilizadas para destruir conquistas históricas. La mirada de una socióloga feminista.

Foto: Jorge Aloy

La denuncia contra el expresidente Alberto Fernández por violencia de género contra Fabiola Yáñez dejó en shock a gran parte de la clase política, pero fundamentalmente a quienes habían confiado en la figura de quien dijo hacer suya la bandera de la igualdad de género. Es un momento parteaguas, sin dudas porque el denunciado es un expresidente, pero también por la oportunidad para dejar de lado, de alguna manera, cierta mirada ingenua y reconocer la fuerza histórica de uno de los movimiento más importantes de las últimas décadas en el país. «Algo que nos demuestran estos episodios como el de Alberto Fernández es que no se puede confiar de ningún modo en hombres que fueron construidos bajo lógicas patriarcales», reflexiona en diálogo con Acción María Pía López, socióloga, investigadora y docente, quien además dirige el Centro Cultural de la Universidad Nacional de General Sarmiento.

–¿Fue una sorpresa la denuncia contra el expresidente Alberto Fernández?
–Fue una desagradable sorpresa y al mismo tiempo reveló algo que es muy complejo, y es que cuando hablamos de desigualdad de género o lógicas patriarcales estamos hablando de un sistema de opresión que está muy naturalizado y que organiza los vínculos afectivos, las relaciones de pareja, con lo que venimos batallando desde hace mucho tiempo y que evidentemente permea y está muy presente. Lo que diferencia este caso de otros es que hoy resulta intolerable. Esa desnaturalización es lo que las luchas sociales y transfeministas lograron, pero a la vez demuestra que alguien que se decía aliado de esas luchas, que dijo la frase banal e insoportable «le pongo fin al patriarcado», no dejaba de actuar sistemáticamente como un hombre forjado en las lógicas más ominosas de lo patriarcal.

–¿Es un hecho parteaguas este por tratarse de un expresidente el denunciado?
–Es un momento clave. Tiene que ver con dos cosas: por un lado la violencia se vuelve inadmisible, sea ejercida por cualquier persona, pero es más grave que lo haga un presidente en ejercicio que un ciudadano común. Pero la otra dimensión que hay que tener presente es el modo en que esa denuncia es puesta a circular en la esfera de opinión pública, de un modo muy problemático. Me refiero a este video que empezó a circular además, que es de carácter privado y que involucran a una persona que no tendría por qué estar apareciendo en la tapa de los diarios. Todo esto que emerge está destinado a producir una especie de corrosión de las denuncias que le viene muy bien a algunos. El modo en que circula y se pone en la esfera pública termina estando al servicio de la legitimación de un tipo de políticas que son las que hoy gobiernan, que tienen por objetivo destituir todo aquello que fue creado por el peronismo a lo largo de la historia y por los feminismos movilizados. Es como si tuvieran la oportunidad de matar dos pájaros de un tiro, mostrando hasta qué punto era todo «trucho» lo que se sostenía, todo esto alrededor de la figura patética del expresidente que se las dejó servida.

Frente a la denuncia también apareció nuevamente la pregunta «¿Dónde están las feministas?».
–En general, cuando aparece la pregunta dónde están las feministas, lo hace con mala intención. Uno de los problemas que se evidencia alrededor del modo en que el mismo Fernández se presentó –como aliado progresista de los feminismos– tuvo que ver con el modo en que se constituyó la narrativa electoral en 2019. El triunfo de Fernández parecía algo que tenía que ver con la astucia de Cristina, con la capacidad de él de ser un hombre de centro, y no se narró, se olvidó o se silenció todo lo que habían sido las resistencias contra el neoliberalismo entre 2015 y 2019. No se narró hasta qué punto los feminismos movilizaban, asamblearios, masivos, y habíamos dado la pelea no solo en defensa de los derechos civiles e individuales. Ahí nadie preguntó dónde estaban las feministas…

–¿Por qué?
–Porque nos borraron, fue una especie de ninguneo, no solo a la trayectoria del feminismo sino al esfuerzo por construir una alianza con las luchas antineoliberales. Cuando eso se borra, las feministas nos convertimos en una especie de llamada de atención y tendríamos que estar pronunciándonos sobre la violencia de género ejercida por Alberto y somos culpabilizadas por los hechos que son estrictamente patriarcales. Me impresionó ver en las redes como gran parte de las referentes políticas, con peso en lo nacional dentro del peronismo, salieron a criticar esta situación, pero esto no pasó con los varones, y nadie está diciendo dónde están los que apoyaron a Alberto.

Antes y después. Durante su mandato, Fernández se autoproclamó abanderado de la igualdad de género.

Foto: Getty Images

–¿Hay riesgo a partir de este hecho de que se manche la lucha y conquistas del feminismo en un contexto además de aceleración del ritmo de la violencia machista y desguace de las políticas de género?
–El Gobierno actual habilita sistemáticamente la violencia de género, entre otras violencias. No es solo el del Ministerio de Mujeres sino el desguace de la línea de atención a las violencias (144). Al mismo tiempo habilitan un tipo de hostilidad, enunciado y trato de la lengua pública que sostiene la violencia, esto desde el nivel presidencial en adelante. Estamos en una situación de amenaza, de riesgo, un riesgo que no deberíamos menoscabar, porque pasa de las palabras a los hechos y no hay estado de regulación, de prevención de ese pasaje.

–Retomo un posteo suyo en X a propósito de lo de Fernández: «Comprender una época es trazar hilos entre acontecimientos que parecen separados, incluso azarosos o estúpidos». ¿Cuáles son hoy esos hilos?
–Hay una transformación muy de fondo que está ocurriendo y que, a riesgo de parecer economicista, creo que es el objetivo fundamental, por eso para las clases dominantes es un chiste decir que Milei está más o menos loco, porque lo que les importa es la efectiva realización de un conjunto de reformas muy rápido, esto es la destrucción de un conjunto de regulaciones a la economía y que implican, entre otras cosas, derechos laborales, de la vida popular, acceso a la salud y a la educación, todo eso está puesto hoy bajo sospecha; están convirtiendo, mediante leyes, al país en un enclave de extracción rápida de dinero y explotación de recursos naturales.

–¿Cuál es el objetivo final?
–Eso tiene como objetivo modificar las relaciones económicas pero también, como se decía en la Inglaterra de los años de (Margaret) Thatcher, con «modificar el alma de las personas», es decir, convertir a cada quien en un sujeto absolutamente neoliberal, meritocrático, individualista. Y es cierto que todos somos un poco eso, pero al mismo tiempo también en la Argentina tenemos una fuerte sedimentación de prácticas que tienen que ver con lo cooperativo, lo solidario y la construcción de lazos sociales. Es como lo jugó la dictadura en el 76, por eso digo lo de los hilos. Cuando (Rodolfo) Walsh escribe un año después del golpe de Estado sobre los desaparecidos, torturados y asesinados, diciendo «sin escala de tiempo», con lo cual va señalando el terrorismo de Estado, advierte que ese no es el mayor crimen sino el social al servicio del cual se está cometiendo todo esto.

¿Qué cuestiones no se advierten hoy?
–Justamente esa articulación entre una transformación económica y una política, que es a lo que estamos asistiendo ahora, por eso cuando los diputados de LLA van a visitar a sujetos como Astiz y a los represores que están en Ezeiza, no es un hecho de color, está en el corazón mismo de lo que están sosteniendo, porque las políticas de memoria, verdad y justicia hacia el pasado siempre tuvieron que ver con el reclamo de justicia en el presente. Ahí hay nudos muy necesarios de ir sosteniendo, por eso cuando digo que «puede parecer azaroso o estúpido» todo tiene un sentido, que (desde LLA) van elaborando y poniendo en juego. Cuando durante el macrismo se mencionó que podía haber el 2 por 1 para aliviar las penas de los genocidas presos, la movilización fue enorme, masiva, hoy no estamos dando esa movilización y no es solo por el protocolo represivo de Bullrich; hay que pensar qué pasó con nuestra sensibilidad, con nuestra capacidad de movilizarnos, qué tipo de derrotas y corrosiones se están instalando en la vida política.

–Mucho se habla de una suerte de experimento por el que atraviesa el país con este Gobierno autodefinido como anarcocapitalista. Los feminismos ¿siguen siendo los grandes enemigos?
–Es un experimento y hay que tomarse en serio la palabra experimento. Significa producir ciertas condiciones que no son las habituales, trazos distintos que obligan a las personas o a los objetos a responder. En ese sentido, podríamos preguntarnos en qué consiste este experimento. Diría que en poner a la población en un estado de shock, económico fundamentalmente, donde la presión persistente es a actuar todo el tiempo en relación a la organización de las necesidades, no solo qué hacer con el trabajo sino también cómo pagar impuestos o cómo llegar a comer o no cada día. Es una construcción drástica y fulminante de una trama neoliberal radicalizada en la Argentina, y en este sentido uno de los enemigos fuertes es el feminismo, pero no cualquier feminismo, sino el que pudo crear un conjunto de estrategias para discutir contra el neoliberalismo y esos núcleos de aislamiento, de meritocracia, de individualismo. Ese feminismo que pone en juego todo el tiempo la idea de lo común, de que no es aceptable el trazo que divide vidas desechables de otras que merecen ser vividas, y también la idea de red. Son imágenes de vida, de existencia, de sociedad, contra esas imágenes que tiene una materialidad y que vienen de este experimento.

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