25 de febrero de 2025
«Familias enteras hoy están tiradas en cualquier rincón de la Ciudad de Buenos Aires», asegura el fundador y referente de la organización Proyecto 7. Retrato de una crisis que se agrava día a día.

Horacio Ávila heredó de su padre el oficio de tapicero que le permitió, años antes, abrir y sostener su local en zona oeste del Gran Buenos Aires. Pero la crisis que padeció Argentina en 2001 lo obligó a vender todas sus pertenencias. No pudo pagar el alquiler. Perdió todo lo que tenía. Vivió entre 6 y 7 años en la calle, hasta que en 2003 conformó Proyecto 7, la organización que fundó y coordina junto con personas en situación de calle, quienes también reciben asistencia en los Centros de Integración que crearon. Además, atienden su propio almacén popular en el barrio de Barracas.
–¿Cuándo advirtió que podía quedarse en la calle?
–Nunca lo pensé ni lo percibí, siempre laburé, desde muy chico. Cuando vivís situaciones límite que te provocan muchos traumas, consecuencias físicas, te pueden pasar dos cosas, que te conviertas en un resentido o que eso te potencie para decirte: «Che, ¿esto que me pasó puede pasarle a otro?» Porque la mayoría piensa que está en situación de calle por propia responsabilidad. Y no es así: hay un responsable político y social que provoca la pobreza. Todo eso te hace ver las cosas de una manera muy diferente. Hoy, para mí, una tecla de luz es algo mágico, porque cuando estás en la calle la luz no se apaga nunca. Un día es un montón.
–¿Es comparable el nivel de desamparo actual con el de 2001?
–En ese momento era una población mínima y más ligada a cuestiones con patologías como el alcoholismo o la salud mental. Hoy caminás por la ciudad y prácticamente chocás a gente en situación de calle. Este nivel de desamparo no es comparable con el de 2001. No, no. Igualmente creo que es parte de un proceso: desde la dictadura militar, con todo lo que provocó, luego los 80, los 90, fueron generando una pobreza estructural más grande.
–¿Qué refieren las personas que se acercan a Proyecto7?
–Hay un 55%, 60% de pobreza, por más que los números digan otra cosa. Un alquiler no baja de 400.000 pesos; lo que cuestan los servicios, lo que vale comer. Estamos hablando de una canasta básica que no baja de los 2 millones. ¿Cuántas personas ganan eso? El sueldo promedio en Argentina es de 450.000 pesos, no lo digo yo, lo dice el Indec. Eso hace que un montón de gente que jamás se imaginó que podía estar en situación de calle, familias enteras, hoy estén tirados en cualquier lugar de la Ciudad de Buenos Aires. Hace una semana me escribió una señora, me puso: «Soy Vanesa tanto, estoy con mi marido y mi hija en la calle, en Devoto, los escuché por la radio y no sé qué hacer, necesito por favor que me ayuden». Esas situaciones son todos los días, las 24 horas, y a cualquier hora.
–Se acercan sectores de clase media…
–Mucha gente te llama y te dice que está laburando, que no puede pagar el alquiler, que puede este mes, el que viene no. Todo el tiempo pasa eso. Para este 2025 hay programados, por cédulas judiciales, 12.000 desalojos. Multiplicado por 4 son 48.000 personas. ¿Vos me decís que el Gobierno de la Ciudad está preparado para eso? Me tocó ranchear con filósofos, profesores de historia, con un matrimonio que tenía dos joyerías en la calle Libertad, con técnicos electrónicos, gente capacitada que el sistema expulsa. Lo que necesita el equilibrio del sistema capitalista es que haya 10 que tienen un montón para que 20.000 no tengan nada.
–En 2019 el censo popular en CABA registró 7.251 personas en situación de calle. ¿Cuánta gente estiman hoy?
–Parafraseando un poco al Indio Solari, todo número es político. La realidad es que hoy caminás por la Ciudad de Buenos Aires y te chocás con un montón de personas que sobreviven en la calle. El último número del Gobierno de la Ciudad fue de 4.416, en diciembre de 2024. Un número que les juega en contra. Si fuera así, si en la ciudad más rica del país y de la región, no pueden solucionar la vida de 4.000 y pico de personas, tendrían que bajar la persiana. Dedicarse a otra cosa.
–Ustedes tienen un convenio con la Ciudad de Buenos Aires.
–Sí, pero no alcanza. Tenemos que sostener los alquileres de los lugares, los servicios, los profesionales, hay gente trabajando las 24 horas todos los días del año. Hoy, darles de comer a 400 personas, cuatro comidas diarias, es un montón de plata. Y los menús son variados, tienen que tener valor proteico, te lo exigen y eso está bien, pero hoy nos cuesta un montón. El problema no es solo que no alcanza, lo que nosotros estamos viendo es que esto va de mal en peor, que va a seguir empeorando día a día. Esta recesión enorme y terrible va a terminar afectando a un montón de personas a quienes jamás se les ocurrirá pensar que pueden quedarse en la calle.
–¿Cómo se integra la gente que llega de la calle?
–En nuestros centros de integración: el Frida, para mujeres trans y algunas mamás con criaturas; el Monteagudo, solo para varones; y el Carabobo, que integra a todos los compañeros que están con un tema específico de salud. Por eso el trabajo es muy complejo. Hay equipos interdisciplinarios y articulamos con otros organismos, con hospitales. Ahora que nos cierran el Bonaparte eso sí que realmente nos jode en verdad, más allá de que no se puede ni pensar que se pueda cerrar un hospital público. De las características del Bonaparte no hay nada. Y a nosotros nos sirve un montón. Por eso los procesos son diferentes. Hay distintos tipos de problemáticas y una población de entre 25 y 38 años que no tiene ningún tipo de oficio, y eso necesita de una capacitación laboral.

–Hay un aumento sustantivo de los casos de violencia contra personas en situación de calle ¿Qué refieren quienes se acercan a Proyecto 7?
–Nuestros compañeros y compañeras relatan situaciones no solo en relación a la policía o a las fuerzas, también a los organismos, en los hospitales no los atienden porque están en situación de calle. Muchos grupos parapoliciales lo siguen haciendo, siempre para cagar a palos a las personas en situación de calle. Hoy la policía Metropolitana está cumpliendo muy fuerte ese rol. Hay una bajada de línea que les dice: «Che, no queremos ver más negros, ni más pobres, limpien esto, sáquenlos a la mierda, échenlos». Y esto en los últimos tiempos, durante este actual Gobierno, con Kravetz como jefe de la Policía, con Wolff como ministro de seguridad, es muy notorio. Son personas que claramente tienen un pensamiento bastante fascista y nazi.
–Usted estuvo muchos años en la calle, ¿qué sintió cuando Jorge Macri, cuando era candidato, afirmó que los cajeros automáticos se habían transformado en monoambientes?
–Macri es un Macri. Lo que ocurre en la Ciudad desde hace 17 años es consecuencia de lo que ellos hicieron. Ese pensamiento es parte de la sociedad también, que cree que la gente que está en la calle es porque quiere, porque lo elige. Hoy hay que entender que a cualquiera le puede pasar. No es cuestión de capacitación, tiene que ver con la decisión de un montón de gobiernos de mierda que influyen sobre las clases más vulnerables. Nadie elige estar en la calle, nadie. Nadie se obliga a semejante sufrimiento porque sí. La calle no es un lugar para vivir.