Voces | ENTREVISTA A JORGE ALEMÁN

«La democracia está intervenida»

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Bárbara Schijman - Fotos: Juan Quiles

El escritor y psicoanalista analiza la coyuntura argentina. La ultraderecha y la captura de las subjetividades. El escenario político de cara a 2023.

Algunas horas después del discurso pronunciado por Cristina Fernández luego del veredicto del tribunal de la causa Vialidad, Jorge Alemán consideró que «el acto de Cristina, por ser absolutamente responsable y verdadero, es incalculable en sus consecuencias». Sostuvo, además, que «el sistema hegemónico de la política argentina ha quedado definitivamente interpelado y queda ahora a su militancia traducir políticamente su discurso en toda su novedad».
Días previos a que el Tribunal Oral Federal (TOF) 2 condenara a Fernández de Kirchner a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos, una sentencia que para la vicepresidenta fue dictada por un «Estado paralelo, una mafia judicial», el escritor y psicoanalista decía sobre el intento de magnicidio y el accionar de la Justicia: «Para mí Cristina tendría que hacer una gira internacional. Hay una posibilidad de que esta vez sea escuchada porque hay varios países donde el fenómeno del lawfare y de la captura del tribunal se da».
Alemán llegó a la Argentina, entre otras cosas, para presentar sus libros más recientes, Breviario político de psicoanálisis (NED) y La hora del rechazo (Activo puente), sobre poemas suyos actuales. Entre sus obras figuran, además, Conjeturas para una izquierda lacaniana (Grama Ediciones) y Horizontes neoliberales en la subjetividad (Grama Ediciones), ente tantas otras.
Profesor honorario de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y de la Universidad de San Martín (UNSAM), Alemán confiesa que la poesía es lo que conjura y sostiene su vida y a partir de ella se define: «Yo no soy un psicoanalista que escribe poesía, sino que soy una persona que escribe poesía y que se dedica al psicoanálisis. La poesía me ha sostenido». Y entonces aparece el pasado y el recorrido de una vida signada por un pensamiento que une psicoanálisis, filosofía y política, atravesado siempre por la palabra como herramienta y materia prima.

«Son las ultraderechas las que se valen de este modo en que la democracia quedo definitivamente intervenida por los dispositivos del poder.»

Alemán se exilió en España en 1976. Vive en Madrid desde entonces, aunque reparte su tiempo entre España y la Argentina.
Agudo analista de la realidad, Alemán señala un «desacople entre el capitalismo y la democracia» y la existencia de una izquierda «paliativa». Explica, además, cómo repercutió la pandemia en el psicoanálisis y cuáles son las estrategias de los movimientos de ultraderecha para capturar las subjetividades de la población.

–¿Cuál es su lectura acerca de la coyuntura argentina?
–No es una coyuntura fácil donde uno pueda distinguir un camino claro. Por lo pronto, según mi juicio y tal vez por las marcas del 76, le daría mucha más resonancia mundial al problema del magnicidio. No sé si las condiciones formales lo hacen posible, pero hace poco escuché que piensan llevar el tema a los tribunales internacionales. Me parece que si no hay una construcción política los tribunales internacionales tampoco garantizan nada. Para mí Cristina tendría que hacer una gira internacional –eso no quiere decir que se pueda y no estoy en condiciones para nada de afirmarlo–. Hay una posibilidad de que esta vez sea escuchada porque hay varios países donde el fenómeno del lawfare y de la captura del tribunal se da. En 1976 fue muy importante haber explicado lo que pasaba en la Argentina y la colaboración de muchos organismos en aquel entonces fue muy determinante. Fue la primera manera de presentar las cosas. Y como esto mismo tiene la misma naturaleza de un golpe de Estado…
–¿Podría ampliar la idea?
–Un intento de magnicidio donde no se investiga nada, donde incluso algunos medios hasta lo celebran, donde políticos fundamentales del poder no lo denuncian, es una ruptura del pacto social muy importante y merecería ser tratado internacionalmente. Si resulta que en el horizonte asoma que no podemos pactar ni siquiera no matarnos los unos a los otros, me parece que una cobertura internacional sería muy importante de aquí al 2023.

«Una de las cualidades fundamentales de los dispositivos neoliberales es haber podido romper todos los puntos de amarre históricos.»

–Frente a este análisis, ¿cómo queda parada nuestra democracia?
–La democracia está intervenida, emplazada, desde hace muchos años. Hay un desacople entre el capitalismo y la democracia. Los dispositivos que ha generado en los últimos tiempos el neoliberalismo están preparados para funcionar en una lógica que no es la democrática. En todo caso la paradoja de estos tiempos es que las izquierdas o los movimientos nacionales y populares se hacen cargo del legado democrático. Es una paradoja porque en los años 70, para casi todos, la democracia era un instrumento del capital, la democracia formal, la democracia burguesa, había montones de palabras de ese vocabulario. Y ahora se ha producido un giro en el que se debe meditar porque son las ultraderechas las que se valen de este modo en que la democracia quedó definitivamente intervenida por los dispositivos del poder. Y, en cambio, los grupos que antes estaban bajo el paradigma de la revolución, dado que ese paradigma ha sido por ahora retirado de la historia, aparecen como defendiendo el orden democrático, con lo cual es bastante incómodo, porque además no hay creencia con respecto a la democracia.

–¿Cuál es el principal problema de las izquierdas hoy?
–La izquierda y los movimientos nacionales y populares se han vuelto paliativos porque tampoco pueden tomar medidas radicales que afecten verdaderamente al orden neoliberal dado que no viven bajo el paradigma de la revolución. A la vez, esas medidas paliativas se tienen que hacer en nombre del bien colectivo, de la democracia, todas cosas puestas en suspenso por muchos sectores de la población. Hace años que vengo reflexionando sobre las ultraderechas. Básicamente, si tuviera que describir dos términos que he tratado mucho diría que, primero, una de las cualidades fundamentales de los dispositivos neoliberales es haber podido romper todos los puntos de amarre históricos: hay un montón de gente para la cual la historia ya no le dice absolutamente nada. Por otro lado, la derecha juega con otro aspecto, y acá voy a un tema más freudiano: la cultura exige siempre un «no». Ingresar a una cultura es renunciar a pulsiones. Así que dejan de tu lado las responsabilidades de las restricciones, el «no», y en cambio ellos se sitúan en un ángulo en donde no hay ningún «no» sino que se puede verdaderamente hacer lo que uno quiere, encubriendo que después vienen las relaciones costo-beneficio que van a destruir todo.
–Sostiene que «el neoliberalismo hoy juega su última carta en la captura de la subjetividad». ¿Cuáles son las estrategias de la ultraderecha para capturar las subjetividades de la población?
–Antes el término, en relación a este tema de la captura de las subjetividades, era el de alienación. Marx decía que el obrero trabajaba y estaba alienado porque no veía que era su propio producto el que engendraba la riqueza y estaba la extracción de la plusvalía. Ahora se ha dado un paso más radical. Esas subjetividades no están articuladas a proyectos que puedan permitir situarse en una perspectiva política, sino que todo debe pasar por el cálculo y la relación costo-beneficio: ¿Me conviene vender? ¿Me conviene separarme de esta mujer? ¿Me conviene tener hijos? Cuando alguien piensa su vida de esa manera ya ha ingresado en una lógica neoliberal aunque no lo sepa. ¿Me convendrá tener este amigo o no? ¿Cuántos likes tengo? En fin, hay un modus vivendi que está muy filtrado por todo esto.

«Cuando alguien piensa su vida de esa manera ya ha ingresado en una lógica neoliberal aunque no lo sepa. ¿Me convendrá tener este amigo o no? ¿Cuántos likes tengo?»

–Tomando su «Breviario político del psicoanálisis», ¿cuál es la relación entre política y psicoanálisis?
–Sería interesante para los movimientos de izquierda o los nacionales y populares entender un poco cómo está hecho el sujeto. Y para mí la teoría material del sujeto la propuso el psicoanálisis. Hay teorías neurológicas, hay teorías genéticas, en fin, todas esas pueden dar un posible horizonte atractivo, pero al final uno la política la hace con el sujeto que desea. Por ejemplo, en todas partes se dice «los pobres votan contra ellos mismos», cuando votan a la derecha o a la ultraderecha. Si hubiera estado presente el psicoanálisis descubrirían que hay otros intereses a los intereses económicos y vitales, que los sujetos son capaces hasta de destruirse por seguir intereses de sus identificaciones, de sus propios fantasmas, de sus intereses simbólicos. Entonces el psicoanálisis permitiría entender que el campo del interés no se puede reducir al cálculo de la utilidad, tampoco para los grupos de poder.
–¿Cómo ve el panorama electoral para el 2023?
–Habría que pensar una estructura que no tenga una interna tan desgastante; además habría que pensar por qué a cada uno de los desgastes que se produjeron hubo un giro más conservador como resultado, no un giro a la izquierda. En fin, habría que reinventar un nuevo tipo de estructura política. No sé si el Frente de Todos (FdT) da para 2023, pero tampoco sé cuál da para el 23. Algo importante es que en el mundo, si uno se fija, todas son fórmulas de un progre y un conservador juntos, porque es así lo de Lula, es así lo de Petro. Si bien hay una corriente favorable de nuevos líderes progresistas en América Latina, la característica de todos es que hay un equilibrio entre la pata progresista y la pata conservadora. ¿Cómo sería eso en Argentina? La verdad que habría que verlo.

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