Humor

¡Agarrate Catalina! Digo… ¡Rebequita!

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Ilustración: Hugo Horita

Tarde de mayo, algo fría, lluviosa. El bar siempre (o al menos por ahora) ofrece refugio contra climas y fantasmas maliciosos. Ahí están, en la mesa del fondo contra la ventana, Tobías y su inefable Rebequita.
–¡Tengo miedo, Tobías de mis calzones estampados en tonos vintage!
–Bueno, Rebequita de mis augustas angustias, eso ya ni siquiera es una noticia. Casi casi es una costumbre, una tradición, un hecho folclórico, un evento circadiano. ¡Decime algo que no sepa!
–Ok, Tobías de mis artes rupestres, ¡tengo miedo de que me dejen en libertad!
–Pero Rebequita de mis astros milenarios, ¿por qué harían eso?
–Ay, no sé, Tobías de mis ninfas de renacuajo a la provenzal. ¡Hacen cada cosa! Mirá, estaban por dejar libres a un montonazo de genocidas asesinos. Vos que estás tan «infodeformado», ¿no sabías que hubo manifestaciones en todo el mundo?
–¿Y eso qué tiene que ver? Vos no sos genocida.
–Justamente Tobías de mis amores contrariados, justamente, si son tan bestias de liberar a genocidas, ¿cómo no me van a liberar a mí, que no he cometido ningún delito encarcelable, ni excarcelable?
–Pero Rebequita de mis calores andropáusicos, a los genocidas no los van a liberar, pero de todas maneras, si los liberaban, ¡es porque estaban presos! ¡No tiene sentido liberar a alguien que ya está libre!
–¿Ves, ves, ves, ves? Cuatro veces ves, Tobías de mis pecados veniales. Vos querés liberarme de mis traumas, pero producís un efecto parajodal, según me explicó mi psicoanalista suplente. Ahora tengo dos miedos. Que me liberen, pero además, ¡qué antes de liberarme me metan presa!
–¿Por qué iban a hacer tal cosa, Rebequita de los ángeles Medranos? ¿Por qué te iban a meter presa a vos, que no hiciste nada?
–¿A mí me lo preguntás? ¡Y yo qué sé! Mira a Milagro Sala. Hace más de un año que la metieron presa, y cada día están discutiendo por qué y no se ponen de acuerdo. ¡Y si eso le pasa a ella que es famosa y diputada internacional, ¡imaginate a mí, que no me conoce nadie!
Tobías la abrazó en silencio. Hay lógicas que no admiten palabras.

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