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Francia, nuevos tiempos de batalla

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Tomás Forster

Con el retroceso de Le Pen y el avance de una alianza de izquierda se reconfigura el mapa político. La disputa por la hegemonía en un escenario internacional dinámico e inestable.

París. Discurso de Le Pen, líder de Agrupación Nacional, previo a las elecciones europeas.

Foto: Getty Images

El resultado del balotaje legislativo realizado en Francia significó un freno considerable a la ofensiva que las extremas derechas vienen intentando a uno y otro lado del Atlántico. Más aún: el triunfo del Nuevo Frente Popular (NFP), combinado con la aplastante victoria del Partido Laborista en el Reino Unido, reconfiguraron un mapa político europeo que parecía consolidar a las fuerzas reaccionarias. Un repaso por la escena regional muestra que estos hitos recientes se suman a las vigentes experiencias de la socialdemocracia alemana y del socialismo español. De tal modo, cuatro de los cinco países más relevantes de Europa Occidental (a excepción de la Italia gobernada por Giorgia Meloni) son actualmente gobernados por partidos progresistas y socialdemócratas y/o registran un fuerte protagonismo, con victoria legislativa incluida, de formaciones políticas que plantean fuertes cuestionamientos por izquierda al status quo tal como sucede con el NFP (una coalición encabezada por La Francia Insumisa e integrada también por los partidos socialista, ecologista y comunista).

Este panorama permite poner un signo de interrogación sobre los alcances de las extremas derechas en esa parte del mundo. En este sentido, los vaivenes electorales que recientemente experimentó Francia se sitúan en un escenario internacional dinámico e inestable, en el que no se ha consolidado una hegemonía clara por parte de las corrientes político-ideológicas en pugna.


La reacción 2.0
Siguiendo el análisis del historiador Steven Forti, uno de los rasgos de los movimientos reaccionarios contemporáneos consiste en el aprovechamiento que hacen de las nuevas tecnologías, de las redes sociales y la comunicación digital, mediante el recurso a la mentada posverdad, con las fake news y la utilización con fines propagandísticos de los datos personales de los usuarios y las campañas de odio como algunas de sus modalidades frecuentes. Mediante estos mecanismos, las Extremas derechas 2.0, como las categoriza Forti, ocupan una posición ofensiva en la discusión pública desde la cual instalan, distorsionan, amplifican y apuntalan sentidos, tópicos e imaginarios profundamente individualistas, conservadores y excluyentes. Desde esa posición lanzan sus ataques no solo contra el campo de las izquierdas y los movimientos nacional-populares, sino también contra la matriz y el curso histórico de derechos planteados por la propia tradición liberal-ilustrada desde la Revolución francesa en adelante.

Jean-Luc Mélenchon. Referente del Frente Popular, habla ante una multitud en la Plaza de la República, el 30 de junio.

Foto: Getty Images

El 10 de junio pasado, al conocerse el resultado de las elecciones para el Parlamento Europeo, la Unión Europea y en especial la propia Francia parecían estar definitivamente a los pies de la extrema derecha. En esa oportunidad, Agrupación Nacional, el partido de Marine Le Pen, consiguió el primer lugar y el doble de votos que la fuerza oficialista de Emmanuel Macron, quien respondió con una jugada tan inesperada como arriesgada: disolvió la Asamblea Nacional y llamó a elecciones legislativas anticipadas.

Elementos en danza
Parte integrante de esta heterogénea constelación internacional de derechas radicalizadas o posfascismos –como propuso conceptualizarlas el historiador italiano Enzo Traverso–, Agrupación Nacional presenta ciertos rasgos peculiares. A diferencia del antiestatismo de signo anarcocapitalista que pregonan los autodenominados liberal-libertarios de Milei, de la influencia de la Escuela de Chicago en el bolsonarismo, o del ultraliberalismo que distingue a Vox en lo económico, el lepenismo apuesta por la creación de un Estado social limitado, de carácter chauvinista, islamofóbico y racista, que excluya a segmentos relevantes de la sociedad francesa; apunta a galvanizar el apoyo de los franceses «blancos» de las clases populares, a quienes considera identitariamente «puros», «ciudadanos de primera» que se vieron afectados por el proceso globalizador, de financiarización y desindustrialización, intensificado durante los años de Macron. En este punto, la postura de Le Pen tiene similitudes con ciertos ademanes proteccionistas exhibidos por Trump. 

Con estos elementos en danza, en la primera vuelta celebrada el pasado 30 de junio, Agrupación Nacional ganó con el 33% y quedó con serias chances de alcanzar la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional y designar al próximo primer ministro. Sin embargo, a contramano de lo que vaticinaban la gran mayoría de las encuestas, el capítulo del balotaje (a fin de cuentas, el definitivo) le otorgó un sorprendente giro a la situación y el NFP obtuvo la primera mayoría.

La velocidad inusitada con la que se amalgamaron las diversas corrientes de la izquierda francesa tradicionalmente enfrentadas, complementado con la detección precisa del acuerdismo táctico con el macronismo para «bajar» a los candidatos respectivos que salieron terceros en la primera vuelta, y establecer así el llamado «cordón sanitario» contra el lepenismo, constituyeron desplazamientos asertivos.

El escenario que parece emerger ahora es el de un presidente desbordado por ambos flancos con un NFP en condiciones de lograr tanto que el próximo primer ministro surja de sus filas como de ser la principal opción para enfrentar a la extrema derecha en las presidenciales de 2027. La capacidad de procesar de modo positivo las tensiones internas que puedan suscitarse, sobre todo entre La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon y el moderado Partido Socialista, será un desafío a resolver para que el NFP no quede en el anecdotario de las coaliciones exitosas en lo electoral pero infructuosas a la hora de construir un proyecto de Gobierno.

El juego de tercios en el que se convirtió la política francesa está en curso. Es posible que Macron aún tenga cartas por jugar aunque en el trasfondo se agita la polarización entre la extrema derecha de Agrupación Nacional y un NFP liderado por Mélenchon, en una remembranza inevitable de aquella gesta que supo protagonizar el viejo Frente Popular contra el fascismo de antaño.

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