7 de febrero de 2025
Curso de literatura argentina
Jorge Luis Borges
Sudamericana
288 páginas

Maestro. La pericia pedagógica de Borges desarma falacias y evita lugares comunes.
Foto: Prensa
Hay fuertes disciplinas en las cuales se destaca, históricamente, la intelectualidad argentina: entre otras, si de humanidades hablamos, la docencia, la crítica y la literatura. Y ese cruce da forma a libros imprescindibles. Ya sería hora de que las propias librerías contaran con anaqueles que contuvieran el género «clases». A otros títulos imperdibles surgidos en los últimos tiempos, como Clases de literatura rusa, de Sylvia Iparraguirre (Alfaguara) y Borges por Piglia (Eterna Cadencia), se suma Curso de literatura argentina. Universidad de Michigan, 1976, de Jorge Luis Borges. Podemos decir que es de lo más destacado de 2024, y una revelación: hasta ahora, ese contenido se encontraba inédito, encerrado en cintas de casetes recientemente hallados.
Con selección, prólogo y edición de Nicolás Helft, quien trabaja sobre el autor desde hace años, escritores argentinos fundamentales son presentados ante una audiencia extranjera. Lo bueno es que, desde la óptica de Borges, nada es remanido para el lector argento: la pericia pedagógica rehúye del lugar común, incluso en temas naturalizados por la enseñanza escolar. Además de lo dicho, este es, al mismo tiempo, un libro de historia pura y dura, y también conceptual.
Cuestiona, por ejemplo, la noción de patria de una manera rebelde, desandando mitologías incrustadas en nuestra cultura hasta nuestros días. Por ejemplo, por fuera de toda romantización, cuenta que cuando una expedición inglesa desembarcó cerca de Quilmes en el siglo XVIII a los gauchos del paraje «no se les ocurrió resistir: miraron a los ingleses, les indicaron el camino a Buenos Aires, porque no tenían ninguna idea de patria. Tendrían la idea de vivir en tal lugar, pero una idea tan abstracta como la de patria no puede pertenecer a gente sencilla como los gauchos».

La introducción, entonces, pone en contexto histórico la literatura que enseñará a lo largo de diez capítulos, dedicados a autores fundantes, como Leopoldo Lugones, José Hernández y Ricardo Güiraldes, entre otros. Y lo hará desarmando falacias y con variados ejemplos que verifican la idea de que el concepto de patria es moderno, y de que muchos de los soldados luchaban por una leva o por fidelidad al caudillo, no, por amor a «la Argentina», noción aún desdibujada.
Con un elegantísimo sentido del humor, describe, articula y critica. Polemiza con varios autores. Sobre Sarmiento escribe que «era un poco sordo a la música del idioma; eso se nota cuando uno lee su prosa». Dice que, arrastrado por la pasión, logra «períodos muy llenos y armoniosos». Pero en otros pasajes comete «cacofonías» y «negligencias». Y señala como grave la noción que tenía sobre la poesía: «… no le gustaban los versos porque decía que son cajoncito para las ideas. Esa frase puede llamar la atención, pero creo que es del todo falsa». También afirma el «descuido en el orden cronológico» de El Facundo: «En eso parece adelantarse a los errores más modernos de la literatura». A lo largo de diez capítulos cruza el análisis inmanente sobre la obra, desde el tema hasta el estilo, con el perfil de autor y la historia social.
El espacio dedicado a la gauchesca es una de las perlas donde sigue desarrollando su típica ironía. «Más allá de nuestras preferencias, la literatura gauchesca constituye el rasgo diferencial de la literatura argentina», dice en el capítulo dedicado a Hilario Ascasubi. Y agrega: «En la Historia de la literatura argentina de Rojas –supongamos que es una obra benemérita, pero es bastante mala también– se atribuye la poesía gauchesca a los gauchos. Eso es evidentemente un error: es como decir que la astronomía ha sido inventada por las estrellas o la botánica por las plantas».
Este libro magistral evidencia que bien narrado ningún autor conocido es indigno de revisitarse, o que la distancia temporal no impide acercarse a ellos por primera vez. Y que Borges, tan mencionado e incluso tan leído, sigue generando en sus lectores un placer inteligente y renovador.