Cultura

Ladrones de guante blanco

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El robo de obras de arte mueve millones en todo el mundo. Interpol investiga los casos que ocurren en el país, desde dibujos originales de Alberto Breccia hasta restos fósiles.

 

Dibujo: Pablo Blasberg

El caudal estimado de tráfico ilegal de bienes culturales suele ubicar este delito en una privilegiada y breve lista, que incluye el de armas, drogas y personas. Hay quienes lo posicionan en el tercero o cuarto lugar, aunque Interpol explica que no es posible tener una cifra lo suficientemente concreta como para confirmar o refutar la hipótesis.
«Estamos entre los tres países mejor ubicados en el mundo en la prevención y lucha contra el tráfico de bienes culturales», afirma Marcelo El Haibe, comisario y jefe de la División de Protección del Patrimonio Cultural, que depende de Interpol Argentina. A partir de la ley 25.743, de Protección del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico, la sección de El Haibe confeccionó una lista que puede consultarse en la web de Interpol en el país.
Así fue como en 2009 se hallaron 10 dibujos originales de Alberto Breccia, mientras eran vendidos en Italia por 100.000 euros. 400 obras que incluían trabajos como Mort Cinder, El Eternauta, Sherlock Time o Perramus, entre cuadros, láminas, dibujos, caricaturas, ilustraciones y acuarelas, que habían sido robadas de una caja de seguridad de la quebrada empresa Firme S.A. en 2005. El valor estaba estimado en un millón de euros.
El hallazgo le permitió a la jueza Wilma López dar impulso a la causa y, un año después, fueron encontradas 193 piezas más en un domicilio de Glew, localidad del sur del Conurbano bonaerense. En 2011, «otras 100 fueron encontrados en Bélgica, Alemania, España, Italia y Francia», describe El Haibe, quien a fines de 2014 viajó a Italia para que las autoridades le entregaran las obras restituidas, no obstante lo cual cerca de 100 originales todavía siguen perdidos.
Otro caso resonante involucró a Zurbarán, una de las galerías más importantes de la ciudad de Buenos Aires, que fue descubierta hace un tiempo vendiendo 13 cuadros con pedido de secuestro. El dueño de la galería, Ignacio Gutiérrez Zaldívar (también columnista de arte en El Cronista y uno de los referentes locales en el mercado del arte), argumentó haber comprado las obras de buena fe pero, asegura El Haibe, «el vendedor tenía 8 pedidos de captura».
El modus operandi varía. Cuando un ladrón profesional roba una obra, opta por «dejar enfriar los objetos por mucho tiempo». Quienes, sin ser especialistas, se hacen de los objetos en otro tipo de hurto, buscan vender inmediatamente la pieza. «Lo colocan en algún mercado de pulgas y después va pasando de jerarquía, dependiendo el valor del cuadro, hasta llegar a casas muy importantes», explica el especialista de Interpol. En el caso de falsificaciones, señala El Haibe, «hoy los galeristas con tal de no perder el cliente, no avisan a la policía, sino que devuelven la obra. Entonces el tipo lo presenta en otra galería. Y en algún lado se la agarran. Si no, la venden por Internet».
En Argentina, el mayor tráfico se da con objetos arqueológicos y paleontológicos. El equipo que encabeza El Haibe recuperó en 2008 cuatro toneladas de fósiles, en lo que fue uno de los rescates de patrimonio más grandes del mundo hasta ese momento. En 2006, un argentino que se encontraba visitando la feria paleontológica de Tucson, Arizona (Estados Unidos no pena la venta de este tipo de piezas), identificó los objetos y lo comunicó a las autoridades argentinas.
La sección de El Haibe rastreó la maniobra y así llegó hasta la empresa Rhodo Co., radicada en Catamarca, que había declarado la carga como de «piedras semipreciosas». La compañía «había mandado unos camiones hacia el sur, hacia Santa Cruz. Ahí hay zonas desérticas, donde están los yacimientos. Iban en horarios difíciles de detectar y sacaban fósiles. Los llevaban en camión hasta Catamarca y ahí los mezclaban con piedras semipreciosas, con rodocrosita. Y lo exportaban en bruto, a través del puerto de Buenos Aires hacia Estados Unidos».
Diana Rolandi, directora del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL) y miembro del comité creado por la entonces Secretaría de Cultura de la Nación para la protección del patrimonio cultural, explica que el trabajo de concientización no solo apuntaba a que los coleccionistas registren sus colecciones. Rolandi tiene alrededor de 40 causas en sus manos, ya que el INAPL asiste como perito en cada denuncia. Y eso ha significado una esforzada labor pedagógica con los jueces, que «no sabían lo que era la arqueología, no sabían por qué actuábamos nosotros, no entendían qué significaba la ley».
La situación, a nivel mundial, también dista de ser sencilla. La Unesco incentiva a sus miembros a reclamar la repatriación de bienes culturales. No obstante, no es el propio organismo el que actúa, sino cada nación en particular. Y en el proceso se cruzan y chocan acuerdos internacionales con legislaciones locales. El Haibe recuerda una reunión de la Unesco donde la posición de algunas naciones centrales europeas era que «cada país debe custodiar sus bienes culturales, que si no los custodian es porque no le interesan y que si ingresan ilegalmente a los países europeos, ellos los pueden vender. Salvo Italia y España, los demás consideran más o menos esta situación». Tal es el el caso de Alemania, a quien Egipto reclama que entregue el busto de Nefertiti. Argentina, por su parte, viene insistiendo desde hace años con la repatriación de objetos arqueológicos sacados ilegalmente del país.

Diego Braude

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