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Cleveland obtuvo un título histórico de la mano LeBron James, el jugador que se tomó revancha con el equipo de su ciudad y agiganta su leyenda en la NBA gracias a sus habilidades de juego. El duelo con Curry y las incidencias de un torneo convertido en suceso mundial.

Festejo. LeBron convierte un doble importante en un juego de la serie final con Golden State. (Laprete/AFP/Dachary)

 

De la frase «LeBron James y los 25 peores traidores de la historia del deporte» que usaron los medios locales en 2010 al «Cleveland, esto es para ti» y la ovación de este 2016. De incendiar sus camisetas en las calles a agotarlas en todos los locales. La redención para LeBron James tiene la forma de una pelota de básquet, tal vez lo más importante de su vida junto con sus tres hijos y su madre. Porque su padre no entra en este capítulo: él lo abandonó cuando Gloria, su mamá, lo tuvo con 16 años.
La vida de James –The King (el rey) como lo llaman–, nacido el 30 de diciembre de 1984 en  Akron (una hora al sur de Cleveland) está llena de pequeñas grandes historias que lo forjaron y que hicieron que él, hoy, sea el mejor jugador del planeta, el que supo liderar a un equipo y una ciudad que ahora lo acunan como a su hijo pródigo. Porque hasta esta temporada, los Cavaliers no tenían ningún título de la NBA, sino una foja de dos finales perdidas. A esos desencantos se sumaba  aquella «traición» del 2010, cuando después de siete temporadas en los Cavs, LeBron decidió marcharse a los taquilleros Miami Heat, con los que encima conseguiría dos anillos de campeón.
Pero LeBron decidió volver en el 2015. Tenía una deuda con Cleveland, su ciudad. Quería ser campeón, lo que no había podido lograr en 2007, cuando perdió las finales ante los San Antonio Spurs de Manu Ginóbili. Su ilusión chocó con otro obstáculo: el año pasado llegó a las finales y las perdió con Golden State Warriors. Precisamente, este año le tocó enfrentar al mismo rival, y tras los primeros cuatro juegos de la serie (estaba 1-3), la historia parecía repetirse. Entre otras cosas porque nunca un equipo había ganado tres partidos seguidos para ser campeón. El presagio no se cumplió. James tomó el control, anotó 41 puntos en dos partidos consecutivos y descolló en el séptimo para ser campeón en casa de los Warriors, equipo sensación de 2016 conducido por Steph Curry, la figura que revolucionó este deporte en las últimas dos temporadas.
¿De qué juega LeBron? Con 2.03 metros y 113 kilos, James juega de todo. De ahí surge un dato categórico: en las finales 2016, y contando a los jugadores de los dos equipos, The King fue el líder en puntos, rebotes, asistencias, robos y tapones, incluido ese último a Andre Iguodala cuando a la séptima final le quedaban dos minutos y el partido estaba empatado en 89. Un bloqueo clave para el triunfo de Cleveland.
Por su espectacularidad, respaldada por un negocio millonario, la NBA es un suceso a nivel mundial. Y esta serie final fue una de las mejores de la historia. El condimento Curry vs. James fue clave; un duelo de estrellas y estilos. De un lado, Curry, quien no sobresale por su físico ni su altura pero es capaz de encestar triples desde mitad de cancha; del otro lado, James, la máquina de atropellar rivales a pura técnica y potencia. Ese duelo, muy atractivo, logró que en Estados Unidos la final entre Golden State y Cleveland sea el partido más visto desde la despedida de Michael Jordan en 1998, y que en la Argentina haya mantenido en vilo a miles de espectadores que cada vez se vuelcan más al deporte de la pelota naranja.
«Esto es para ti, Cleveland», repitió James ya con el trofeo en sus manos. «Volví a traerle un campeonato a la ciudad», aseguró entre lágrimas mientras se acordaba de sus hijos, su madre y también de ese padre al que no conoció pero a quien ya le había «agradecido» por haberlo abandonado: «El combustible que me dio tu ausencia es parte de la razón por la que crecí para convertirme en lo que soy». En lo que es: un campeón, una leyenda.

 

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