Cultura

Vértigo escénico

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La directora, autora y actriz rosarina está lista para encarar el comienzo de año más intenso y productivo de su carrera teatral. Además de reestrenar su hit La Pilarcita en la avenida Corrientes, en los próximos meses participará en otras cuatro obras.


Desafíos. Marull dice que está contenta y a la vez nerviosa por su presente laboral.

Mediodía porteño, el sol está impiadoso, la ciudad es un atolladero y María Marull está a tono: llega corriendo al encuentro con Acción en un café. Demorada y acalorada, se deja caer en uno de los sillones del lugar y revisa su teléfono. Chequea mensajes a velocidad supersónica y confirma un par de ensayos que tendrá por la tarde. «No quiero más corridas, pero bueno, aquí estoy, no quería fallar», dice de arranque la actriz, autora y directora rosarina, que descorchó un 2020 pleno de actividades.
«Estoy muy contenta, pero a la vez un poco nerviosa, porque se me juntaron un montón de desafíos que no quiero rechazar. Que La Pilarcita llegue a la avenida Corrientes es un mérito y un premio a una obra que estuvo cinco temporadas a tope en El Camarín de las Musas. Y aceptamos la invitación para sumarnos al Verano Off en el Metropolitan», cuenta Marull sobre su hit, que acaba de reestrenarse en la principal arteria teatral y se extenderá hasta fines de marzo.
«Es un halago que La Pilarcita haya anclado en el ámbito del teatro comercial, pero es algo que nunca busqué, no tenía el deseo natural de que sucediera. Con la obra recorrimos el país, fuimos a festivales internacionales y funcionó bien así. Pero acepté porque nunca había estado durante el verano, por lo que lo tomamos como un nuevo objetivo. De todas maneras, en abril volvemos al Camarín».
«Con los trabajos que se presentan, me doy cuenta de que el verdadero arte no está sobre el escenario, sino en la combinación de horarios», sonríe. En su horizonte inmediato también asoma El sueño de Rosita, una pieza que desde el 25 de enero se montará en la cocina de La Casa del Teatro. María y su hermana melliza, Paula, coescribieron y codirigen a un puñado de empleados en una curiosa y original propuesta, ante solo 15 espectadores.
«Actúan el cocinero, el recepcionista, la enfermera y un par de artistas, todos de la Casa del Teatro. La historia gira en torno al sueño de la protagonista, que es Rosita, la enfermera, una señora que hace más de 30 años que está allí. ¿Cuál es su sueño? Que cuando se jubile pueda hacerle una canción de despedida a los residentes de la Casa del Teatro. Ella nos contó a Paula y a mí ese deseo y lo llevamos a la ficción. Toda la trama transcurrirá en la cocina y el público podrá probar algún manjar preparado por Horacio, el cocinero, otro baluarte».
Además de lo anterior, su hermana Paula la dirigirá en La oportunidad, que también escribieron a cuatro manos y se estrenará en marzo en el teatro El Callejón. «Es una verdadera apuesta para el off, ya que hay diez actores, lo que resulta muy complejo para montar y dirigir. Pero estamos chochas con la idea, que se desarrolla en un predio de la provincia de Buenos Aires donde se está realizando un concurso de belleza. Es el acontecimiento del año, se transmite en directo por un canal de televisión local, pero todo es de medio pelo, depre. Y el trasfondo deja entrever las miserias humanas», adelanta, divertida.
Marull desliza que le da vergüenza decir que tiene «la agenda casi completa», al menos durante el primer semestre. No pudo negarse a la convocatoria de la actriz y directora Azul Lombardía, quien la llamó para Reinas abolladas, que se estrenará a fines de abril en el teatro Cervantes. «Azul me contó la propuesta, que transcurre en el patio de la casa de unas tías, en el Interior, y sentí absoluta afinidad con la historia y, además, me atrapó mi personaje, Liliana, una cuarentona que se siente frustrada porque no pudo o no supo salir del pueblo».
Y si algo faltaba para completar un año inolvidable, era la oferta para sumarse en septiembre a la programación de la sala Cunill Cabanellas del teatro San Martín, con El tiempo que no me di, otra vez junto a su hermana melliza. «La obra todavía está en construcción, pero tenemos un esqueleto. Hará foco en los tiempos que vivimos, donde no paramos un instante: este vértigo, esto de vivir corriendo y no frenar».

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