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Cuando pase el temblor

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Alejandro Duchini

Scaloni puso en duda su continuidad y se encendieron las alarmas sobre el futuro de un equipo que entró en el corazón de los hinchas. Todo a días de cumplirse un año de la gesta en Qatar.

Gran conductor. El entrenador en el estadio Maracaná, donde el conjunto albiceleste consumó otro histórico triunfo sobre Brasil.

Foto: Getty Images

Argentina es un país increíble: a poco de conmemorarse un año de la copa del mundo obtenida en Qatar, tembló el fútbol. Lionel Scaloni, uno de los personajes más prudentes a la hora de declarar, amagó con renunciar como DT del seleccionado. La felicidad de ganarle a Brasil 1 a 0 por eliminatorias, y además en el Maracaná, y además después de la feroz represión policial a los hinchas argentinos, y además con un Messi iluminado, duró menos que un suspiro. «Quiero parar la pelota, ponerme a pensar en este tiempo. Necesito pensar mucho qué voy a hacer, no es un adiós ni otra cosa, pero necesito pensar», disparó Scaloni en la conferencia de prensa postpartido. Y luego: «Esta selección necesita un entrenador que tenga todas las energías posibles». ¡Chan!
Lo que siguió fue, acorde a estos tiempos de suposiciones en desmedro de certezas, una serie de teorías que llevaban a la misma conclusión: Scaloni no seguirá al frente del campeón del mundo. ¿Es posible que suceda en el primer aniversario del logro que conmovió al país, con una multitud en las calles desbordando de felicidad? Nunca se sabe: esto es Argentina.
De cualquier manera, y tras la conferencia, da la impresión de que se quebró algo de la «imagen Scaloni», ya un sello nacional. Si siempre evitó las polémicas, si siempre escapó al escándalo, si siempre apeló al perfil bajo, ¿por qué elegir un momento como ese para decir lo que dijo?

El revolucionario silencioso
Literalmente, Scaloni revolucionó nuestro fútbol. Los hechos y no las palabras lo llevaron a un altar popular. Asumió al frente de una selección que venía del infierno de Sampaoli en Rusia 2018. Nadie quería agarrar. Cuando él dijo que sí –primero de manera provisoria– se lo criticó por inexperto e incluso por deslealtad al técnico anterior, de quien había formado parte del equipo de trabajo. Hay que reconocer el ojo de Claudio «Chiqui» Tapia, hoy presidente de la AFA y ahora señalado como responsable del supuesto enojo de Scaloni. Tapia fue el que puso el pecho para apostar a Scaloni cuando no la tenía fácil. Incluso Maradona despotricó contra su elección: había que tener espaldas para soportar las críticas de Diego. Y hasta Messi era duda para seguir en el equipo.
Volvamos a 2018 para entender la influencia decisiva del DT para lo que vendría después. Había previstos amistosos, pero Argentina estaba sin técnico. El primer partido fue contra Guatemala: el equipo ganó 3 a 0 con jugadores jóvenes y de primer nivel, pero sin identificación con la albiceleste, primera señal de un plantel renovado con Scaloni como hombre dispuesto a poner el hombro. Mientras tanto, se pensaba en un sucesor. Marcelo Gallardo, primero en la lista. Scaloni fue y habló con Messi, que no quería volver a la selección. Lo convenció y le encontró socios. Hoy vemos que cada irrupción de Messi, en la cancha o afuera, está acompañada por la sombra de Rodrigo de Paul. Pero hay más: ¿Quién pensaba, solo por nombrar a algunos, en Giovanni Lo Celso, Juan Foyth, Germán Pezzella, Gonzalo Montiel o Alexis Mac Allister? O en Di María, atacado por buena parte de los hinchas y defenestrado desde los medios de comunicación. La respuesta es, otra vez: Lionel Scaloni.
Y ni hablar del Emanuel «Dibu» Martínez, un desconocido para nuestro fútbol. Si en las eliminatorias el arquero era Franco Armani, Scaloni apostó por «Dibu», que se ganó a la gente con atajadas y palabras a rivales en definiciones por penales. Luego llegó la Copa América del Covid y Di María nos dió el título ante Brasil y en el Maracaná. Justo Di María. Otra gran apuesta de la dupla Scaloni-Tapia.
En la previa a aquel suceso en Brasil, en plena pandemia, ya se hablaba de «La scaloneta», los números eran tan buenos como el nivel de juego, había un invicto largo, Messi, Di María y los demás nos ilusionaban. A todo esto, Scaloni seguía con su conducta: perfil bajo, menciones a su pueblo natal (Pujato, Santa Fe) para remarcar su lado terrenal. No se comportaba como una estrella. Incluso era la antiestrella que se caía de la bicicleta e iba a parar a los memes.
Su fórmula, mucho laburo. A su lado se afianzaron personalidades similares a la suya: los ex Pekerman Boys Pablo Aimar, Roberto Ayala y Walter Samuel. Y el Departamento de Scouting de la AFA comandado por Bernardo Romeo y Juan Martín Tassi. Ahí aparecen nombres como Alejandro Garnacho, Valentín y Franco Carboni, Nicolás Paz, Luka Romero, Matías Soulé y Benjamín Cresmachi, Thiago Almada, Facundo Medina y Nehuen Pérez. Viajes a Europa y al interior para descubrir talentos. Pibes muy chicos pero con gran futuro que todavía no estaban contaminados por el fútbol millonario. Apostó por ellos para tener una base para la era post Messi, de la que se hablaba incluso antes de Qatar.
La selección, a cinco años de la llegada de Scaloni, volvió a enamorar. Un equipo que gana, gusta y a veces golea. Y que viaja por las canchas del país para que no se la pierdan, sobre todo, los que tienen dinero, porque los precios de las entradas son obscenos.
El 18 de diciembre, cuando se cumpla un año del título, habrá celebraciones en todo el país. Aunque la advertencia de Scaloni aceche como un fantasma la alegría que supimos conseguir.

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