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Fundado en la localidad de San Martín, el club que milita en la Primera D viene desplegando acciones sociales para concientizar a su comunidad. De los fusilamientos en José León Suárez a la visibilización del Ni Una Menos. El sueño del estadio propio.


Ascenso. Formación del primer equipo en la cancha de Colegiales, donde juega como local. (Prensa Central Ballester)

Van 23 años sin cancha, pero el Club Social y Deportivo Central Ballester sigue arraigado en su hogar, el partido de San Martín. Y su forma de generar identidad con el barrio va más allá del estadio, al que espera inagurar en junio, un sueño por el que trabajó sin cansancio durante mucho tiempo. Central Ballester muestra ese vínculo territorial desde su camiseta amarilla y azul, algo que ya puede considerarse una tradición para ese equipo de la Primera D.
Todo empezó en agosto de 2013. Esa vez, Central Ballester salió a la cancha con una camiseta que homenajeaba a un prócer, el General José de San Martín. Un busto del Libertador se impuso entre sus colores, y se trató de una forma de representar algunos de los valores que intentan transmitir desde la institución. «Somos el único club fundado en San Martín de los que están en AFA. Lo que quisimos hacer fue darle visibilidad, por eso surgen estas ideas. Y lo empezamos con San Martín porque nos sentimos representados en las máximas sanmartinianas», dice Ezequiel Rodríguez, hincha y dirigente de Central Ballester.
Se trataba de una manera de vincularse con el barrio, con las fuentes, de construir identidad con la gente. Y también, claro, una estrategia de comunicación: que se hable de Central Ballester, que las fotos del equipo circulen, que se conozca cómo se trabaja. Creatividad en la adversidad. «No tenemos sede, no tenemos cancha, no tenemos recursos, no tenemos recursos humanos, somos muy pocos trabajando en la comisión, y esta era una manera de llamar la atención», agrega Rodríguez.
Central Ballester, fundado en 1974, tuvo su primer estadio en Italia y Moreno, en Villa Ballester. Pero al tiempo se mudó a Villa La Cárcova, también en San Martín. En 1995, jugando en esa cancha, consiguió el ascenso a Primera C. Pero en la nueva categoría no podía hacer de local en el estadio, que se mantuvo en desuso todo ese tiempo. Tampoco se utilizaba para los entrenamientos del equipo. Y esas condiciones fueron ideales para que vecinos de La Cárcova ampliaran las fronteras del barrio, con cada vez más gente viviendo en el lugar. El predio fue tomado y, desde entonces, Central Ballester no tiene cancha. Hasta ahora. Porque el club está a poco de inaugurar su nueva casa, en Sarratea y Camino del Buen Ayre, en José León Suárez.  

Contacto directo
Fue ese barrio el que, de algún modo, apareció en la segunda camiseta homenaje de Central Ballester, cuando en 2016 el club recordó a los fusilados de 1956, durante la resistencia peronista, hecho que Rodolfo Walsh descubrió con su investigación que terminó en el libro Operación Masacre. A 60 años de ese episodio, Central Ballester mostró una camiseta en la que en el pecho aparece un nombre abriendo los brazos, apuntado por los fusiles. «Fue un homenaje a personas –los militantes peronistas– que murieron defendiendo una postura democrática, y también en condena a la violencia institucional, tanto por los fusilamientos de 1956 como por la masacre de 2011 en Villa La Cárcova, donde Central Ballester tuvo su última cancha», dice Rodríguez. Esa vez, la Policía Bonaerense acribilló a dos jóvenes, Mauricio Ramos y Franco Almirón,  y dejó herido en los basurales a Joaquín Romero.
«Somos gente del barrio, somos vecinos y somos hinchas. Estamos en contacto con el barrio y con las cosas que pasan alrededor del club, en su mayoría barrios de emergencia, carenciados, y la violencia está en todos sus niveles», dice Rodríguez.
Este año, en coincidencia con el 8 de marzo, el Día de la Mujer, Central Ballester salió a la cancha con la consigna Ni Una Menos en su camiseta, gesto que además acompañó con una charla para sus jugadores sobre violencia de género. «Los chicos necesitaban mucho esa charla. Porque algunos saben de qué va y otros no. Porque el estereotipo del hombre del fútbol es el del macho», asegura Rodríguez. En el medio, además, hubo un homenaje a las Madres de Plaza de Mayo, con el logo de la asociación en las mangas. Y ya se prepara otra camiseta, aunque más relacionada con las raíces del club. Mientras tanto, en esa construcción de memoria, de generar conciencia desde los colores, Central Ballester termina la construcción de su otro sueño, el de la casa propia.

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