Mundo | BRASIL Y LA RED X

Una guerra que no es solo digital

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Esteban Magnani

La escalada entre la Justicia y la plataforma terminó en un bloqueo. La pose «antisistema» de Musk y la disputa por la hegemonía. Opinan especialistas sobre la dimensión política del caso.

Enfrentados. El gigante sudamericano y la ex-Twitter en una pelea judicial que se expande e involucra a otros actores.

Foto: Shutterstock

El enfrentamiento entre la Justicia brasileña y Elon Musk alcanzó un nuevo pico con la decisión del juez del Supremo Tribunal Federal, Alexandre de Moraes, de bloquear la red social X por su negativa a designar un representante legal en ese país. El juez, elegido en el cargo por Michel Temer en 2017, también congeló las cuentas de Starlink, otra empresa del multimillonario, para cobrar las multas impagas de X. El caso funciona como testigo para otros Gobiernos que intentan reducir el daño provocado por las campañas de desinformación y la renuencia de algunos empresario a colaborar con la Justicia.

Elon Musk acusa a de Moraes de ser un dictador y atacar la libertad de expresión, pero la historia parece desmentir su pose heroica. Mientras la discusión continúa, los 20 millones de usuarios de X en Brasil se pasan a otras similares como Threads, de Meta, o Bluesky, profundizando aún más la crisis económica de la plataforma de Musk.

Un juez con recorrido
De Moraes es un juez duro que lleva años luchando contra las campañas de desinformación. Entre 2015 y 2016, por ejemplo, bloqueó Whatsapp en varios momentos por las negativas de la empresa a responder pedidos de la Justicia. En la campaña previa a las elecciones de 2018 la aplicación fue muy usada para diseminar noticias falsas. En 2022 de Moraes también pidió el cierre de Telegram, similar a Whatsapp, a donde se había mudado parte de la campaña. 

El juez brasileño no está particularmente obsesionado con X o Elon Musk, sino que lleva años intentando contener la manipulación de la opinión pública, desde que era presidente de la Corte Electoral Superior. La tensión con X creció cuando pidió a esa red social que identificara a los dueños de ciertas cuentas que luego de las elecciones de 2022 denunciaron fraude e incentivaron el ataque a la Plaza de los Tres Poderes en Brasilia. Como parte de esa causa, Jair Bolsonaro quedó inhibido de asumir cargos públicos por ocho años. Ante la resistencia de X a cumplir con el pedido, de Moraes ordenó cobrar una multa diaria a la empresa, por lo que Musk cerró las oficinas en el país para quedar fuera de su alcance. En Brasil las plataformas deben tener un representante legal, por lo que de Moraes intimó a X a elegir uno en 24 horas. Ante la falta de respuestas, ordenó el bloqueo. Starlink, empresa de Musk, primero se negó a colaborar, pero finalmente lo hizo. Es posible aún usar X en Brasil de manera ilegal, con una VPN, pero lo cierto es que el bloqueo está resultando exitoso. Los usuarios emigran a otras plataformas y la crisis económica de la red social se profundiza.

Musk, cada vez más libertario, acusa a Brasil de ser una dictadura mientras apoya al candidato Donald Trump, el mismo que propuso cerrar TikTok, de origen chino, en Estados Unidos por plantear un problema de seguridad para ese país.

Ernesto. Calvo. «Hay un tira y afloja entre plataformas y Estado».

Foto: Autumn Hengen/The Diamondback

Plataforma de intervención
«La decisión es complicada pero es legal, a diferencia de lo que asegura Musk», explica Ernesto Calvo, investigador y docente de la Universidad de Maryland donde dirige el Laboratorio interdisciplinario de Ciencias Sociales Computacionales. «Él ha ha dado lugar a pedidos que vinieron del Gobierno de otros países: la decisión de abrir el frente con Brasil es política, no de la plataforma en general. Tiene que ver con su posicionamiento en las elecciones de los EE.UU».

Musk apoya la candidatura de Donald Trump y la red social que compró en 2022, por entonces llamada Twitter, puede haber sido un pésimo negocio, pero resulta aún una palanca poderosa para una campaña sin límites éticos. Es desde esa clave que, según Calvo, debe leerse la posición dura de Musk: «El uso de la libertad de expresión está en línea con la política de Estados Unidos. X en este momento es una plataforma política para intervenir en la discusión. Ya tenía esa y otras funciones, pero esa es la principal razón para comprarla. Entonces cuando Musk habla de libertad de expresión de manera tan plana, en realidad dice que es antidemócrata en la política de Estados Unidos porque ellos son los que quieren regularlas. Su posicionamiento es utilitario, no ideológico». 

No es lo mismo expresarse que insultar, decir mentiras o acosar digitalmente a alguien hasta hacerlo callar: «En un país democrático, con reglas de independencia del poder judicial y con decisiones en materia pública que se toman en el Congreso, la libertad de expresión es una libertad regulada. Europa lo hace. Musk critica a Europa, pero no reaccionó como en Brasil, donde la Justicia actúa de acuerdo a lo que dicen las leyes», sintetiza Calvo. 

Pero más allá de este caso particular, Calvo reconoce que «la otra pregunta, sobre cuánto y cómo moderar, es más problemática. Lo cierto es que en este momento no hay un consenso sobre cómo intervenir. Hay un tira y afloja entre plataformas y Estado».

Cecilia Rikap. Destaca el rol de las grandes empresas en el monopolio de la palabra.

Debate de fondo
«Hay una disputa de hegemonía entre las posibilidades de un Estado de un país periférico o semiperiférico, como es Brasil, de poder gobernar en la economía digital», sintetiza Cecilia Rikap, profesora asociada de Economía y jefa de Investigación en el Instituto de Innovación y Propósito Público de la University College de Londres. «Hoy tenemos un mundo en el cual hay unas pocas grandes empresas, fundamentalmente de Estados Unidos, y en segundo lugar de China, que son las que dictan qué se puede decir y qué no, cómo nos comportamos y qué comportamientos llevamos adelante dentro, no solo de sus plataformas, sino mucho más por general. Acá hay un intento de un país de la periferia de ejercer su soberanía y de regular a una empresa multinacional extranjera en un contexto en el cual eso se está volviendo cada vez más complicado a nivel global, no solo para los países periféricos», explica Rikap. 

De hecho, el cierre de las oficinas en Brasil permitiría a la red social comportarse como un ente supranacional sin controles: «Estos son casos testigos de muchos más casos por venir en los cuales los Estados intentan reequilibrar un poco una balanza que está enormemente desequilibrada, porque con la regulación no alcanza», sintetiza la especialista. «Aun si estas empresas pagaran los impuestos, aun si fueran reguladas y hubiera un ejercicio mucho más cotidiano de control sobre qué tipo de contenido se promueve y qué no, el problema más de fondo es quiénes monopolizan la tecnología que motoriza a todos los ámbitos de la vida hoy. Tal como están las cosas, va a seguir siendo este pequeño grupo de empresas, no específicamente Telegram y Twitter, sino las que están por encima de ellas y que les proveen parte de la tecnología como Amazon, Microsoft y Google en particular».

Musk tensa la cuerda, genera ruido y, pese a ser uno de los hombres más ricos del mundo, posa de héroe antisistema, listo para ponerse al servicio de una campaña que promete nuevos sobresaltos.

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