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Aire para pensar

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LR3 Radio Belgrano proponía, con el regreso de la democracia, una programación con voces propias y criterio periodístico. Información veraz vs. negocios y el rol del Estado.

Foto: Archivo

El 10 de diciembre de 1983 los micrófonos de LR3 Radio Belgrano –ya liberados de la intervención militar– comenzaban a dar forma a una nueva programación sintetizada en una frase: «El desorden democrático es lo más saludable que existe». El autor, Daniel Divinsky, abogado y empresario que había vuelto poco antes del exilio y creador de Ediciones de la Flor, se ponía a la cabeza de la emisora que dejaba atrás los rastros de «un caótico desorden autoritario». 

En una entrevista con Acción en abril de 1984, Divinsky adelantaba que tenía en mente una radio «en la cual primero se brinde servicio e información», pero sobre todo quería «que la radio incite a pensar, porque durante muchos años (no hablo solamente de los últimos siete) se habituó a la gente a recibir opiniones incontrastables en todo». 

El flamante interventor proponía una radio que fuera «un foro donde todo pueda ponerse en discusión, donde no haya dueños de la verdad». 

Antes –contaba– hubo que reequiparla: «Hace casi veinte años que aquí no se incorpora ninguna innovación tecnológica». Y reorganizar la programación: «Las productoras hacían lo que querían dentro de los espacios asignados. Eran como lotecitos». 

Desarticular el «loteo» produjo una drástica baja en ingresos por publicidad, pero sumaron la colaboración de otras productoras «que pensaron que también podían hacer negocios sin imponer sus criterios de programación». 

La grilla proponía cuatro programas periodísticos durante la mañana y a lo largo de la jornada desfilaba Hugo Guerrero Marthineitz «con buena música y comentarios que incitan a la reflexión, pero que no están ligados con la actualidad candente». También folclore latinoamericano y luego periodismo, con profesionales que habían sido prohibidos, como Osiris Troiani y Rogelio García Lupo. Cuando llegaba la «noche tarde» se podía escuchar Sueños de una noche de Belgrano «dedicado a jóvenes que piensan». 

La programación también incluía a unos jóvenes Eduardo Aliverti, Enrique Vázquez, Hugo Paredero, Diego Bonadeo y Silvia Puente. «Ahí se debaten los temas más urgentes del día en un estilo desordenado y útil porque, precisamente, evita la opinión autoritaria», sostenía Divinsky. 

La apuesta, ambiciosa, había dado sus frutos y de a poco fue sumando apoyo publicitario. Frente a aquellas productoras que querían «la exclusividad de un lotecito» y los límites con la libertad de prensa, Divinsky reflexionaba: «La distinción entre libertad de prensa y libertad de empresa es difícil. El Estado tiene que intervenir para equiparar situaciones que no son iguales desde el comienzo». Y creía que era «mucho más independiente el periodismo si se puede hacer desde medios manejados por un Estado democrático que desde los medios orientados por empresas cuyos intereses a veces obligan a no ser tan democráticos». 

En este punto, reflexionaba que el mejor sistema de propiedad para los medios «es el cooperativismo, porque todo hace pensar que democratizaría la decisión al hacerla compartida». 

Convencido de que «lo que importa es la información veraz», finalmente Divinsky arrojaba un pronóstico: «Van a enfrentarse los sectores de negocios con el sector de la información. Hay un punto en que los negocios y la información veraz son incompatibles». 

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