13 de mayo de 2022
Bitcoin se derrumbó a menos del 50% del valor que tenía en noviembre del año pasado, y arrastró con ella a otros activos. ¿El fin de la criptomoneda más antigua?
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En un contexto de crisis global, cuando Bitcoin debía mostrar su fortaleza, su cotización sufrió un duro golpe proveniente, sobre todo, de otras criptomonedas supuestamente confiables por estar atadas al dólar. El 11 de mayo, luego de una caída del 12% en un solo día, alcanzó la mitad del valor que tuvo en su punto máximo en noviembre de 2021. Paradójicamente, Bitcoin es víctima de la debacle de otras criptomonedas, sobre todo del ecosistema Terra, que querían imitar su éxito pero ahora arrastran a su inspiradora.
Bitcoin nació en 2009 como mecanismo de intercambio por fuera del control de una autoridad central; era una respuesta a la crisis infligida en 2008 a la economía global por capitales especulativos. Sin embargo, esas buenas intenciones generaron un efecto contrario al buscado: la falta de centralización y las dificultades para controlar su circulación la hicieron un espacio ideal para especular aún más y para que los grandes jugadores aprovechen la falta de regulaciones en el mundo cripto en busca de ganancias rápidas. Además, Bitcoin sirvió de inspiración para miles de proyectos (algunos bienintencionados, otros simples estafas), de inventar una moneda propia basada en que mucha gente creyera que era portadora de valor. Justamente, está ocurriendo lo contrario: algunas monedas pierden valor y su caída incentiva a otros a venderla antes de que sea tarde, en una espiral que llevó su valor a cero.
Lo cierto es que la historia de Bitcoin está marcada por una gran volatilidad y vaivenes intensos aunque, al menos hasta ahora, con una tendencia al crecimiento en el mediano y largo plazo. De hecho, la criptomoneda cayó a la mitad de su valor varias veces en el pasado. Habrá que ver si este caso es parte de esa misma evolución o una señal de que algo más profundo está ocurriendo. Mientras tanto, pueden sacarse algunas conclusiones y repasar su funcionamiento.
Más frágil que el cristal
Para algunos, frente a los abusos del poder financiero, Bitcoin representaba una forma de resguardarse de los vaivenes del mercado de la misma manera que el oro o los «ladrillos»: el objetivo era que se pudiera utilizar como resguardo de las especulaciones ajenas.
Sin embargo, en un contexto de crisis, tanto en el mundo cripto como en la economía en general, producto de la guerra de Ucrania, la inflación y la caída en las acciones de grandes corporaciones tecnológicas (como Facebook o Netflix), entre otros factores, Bitcoin, lejos de ser un resguardo, está siendo arrastrado junto con otros bienes considerados menos seguros. Es que la falta de una institución o autoridad que la avale o de un bien que la respalde es al mismo tiempo su principal fortaleza y su mayor debilidad. De hecho, muchos de los defensores del potencial Bitcoin insisten en que el dinero también es una convención: los billetes valen porque creemos que valen; si suficientes comercios dejaran de aceptarlos, el acuerdo sobre su valor se desvanecería en el aire.
Sin embargo, la convención del dinero tiene varios siglos de antigüedad y hay un Estado detrás que sostiene su valor. Por eso, el dinero tiene cierta estabilidad, aun en países con una seria desconfianza en la moneda nacional. Bitcoin, en cambio, carece de ambas características. Por eso, al no tener una autoridad o algún bien material que lo respalde, depende puramente de la oferta y la demanda, la que a su vez no tiene que ver con la «utilidad» de ese bien sino con las expectativas acerca de lo que ese bien valdrá, en el futuro, para otros, lo que permitiría al tenedor obtener una ganancia con él.
Lo que está diciendo ese mercado de oferta y demanda en este momento es que no hay garantías de que Bitcoin sea un reaseguro frente a la crisis y, por lo tanto, cae la demanda y su cotización.
¿Esto significa la muerte de Bitcoin? Es pronto para decirlo. Incluso, hay inversores que aseguran que este es un buen momento para comprar y esperar porque la moneda se recuperará. La afirmación funciona como una profecía autocumplida, ya que si suficiente gente cree que será así, la demanda subirá y junto con ella la cotización de Bitcoin, al menos hasta la próxima crisis. Por el contrario, si muchos creen que esta vez se hundirá definitivamente, se producirá una huida sin final visible y Bitcoin pasará a considerarse solamente una burbuja que cumplió su ciclo, el cual, por cierto, fue mucho más largo que el de otros criptoactivos, desde los NFT a los Fan tokens.
Remedio y enfermedad
En definitiva, la inestabilidad que intentaba enfrentarse con Bitcoin solo fue reemplazada por un nuevo espacio que resulta aún más volátil porque los mismos capitales financieros que provocaron las crisis en 2008 aprovecharon la falta de regulaciones para apostar aún más fuerte que antes. Sobre eso se montó una parafernalia comunicacional que atrajo a muchos pequeños ahorristas ansiosos por subirse al tren de las ganancias fáciles. Por desgracia, estos son los que tienen menos espalda para aguantar los vaivenes y en muchos casos apostaron partes significativas de sus recursos.
Es en este escenario que la tensión principal para los «inversores» pasa por cambiar las expectativas que son, en definitiva, el sustento principal de la cotización de Bitcoin y de la mayoría de los criptoactivos.
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