16 de diciembre de 2025
Se acerca a la Tierra a 220 kilómetros por hora, presenta anomalías en su composición y viene de un lugar de la galaxia más antiguo que el sistema solar. Un viaje al pasado y al infinito en busca de nuevas respuestas.

Retrato de un objeto. Imagen del 3I/Atlas y su cola creciente capturada por el telescopio Gemini Sur en Chile.
Foto: International Gemini Observatory
El 1º de julio la red de telescopios ATLAS (Asteroid Terrestrial-impact Last Alert System), que monitorea permanentemente el espacio ante el peligro de que un objeto impacte contra la Tierra, reportó por primera vez la presencia del que luego sería el 3IAtlas. El número 3 y la letra I indican que se trata del tercer objeto interestelar descubierto hasta ahora: el primero fue Oumuamua, un asteroide, y el segundo fue 2I/Borisov, también un cometa. Este nuevo objeto, para sorpresa del mundo científico, viaja a una velocidad de 220 kilómetros por hora y presenta anomalías en su composición. Además, su órbita es hiperbólica, esto significa que no está ligado al sistema solar. Las especulaciones no se hicieron esperar e incluso provinieron de uno de los científicos más reconocidos internacionalmente, el astrofísico de Harvard Avi Loeb, quien llegó a afirmar que el 3IAtlas podría tratarse de una nave extraterrestre «potencialmente hostil». Acción conversó con referentes de la comunidad científica local para desentrañar el misterio de este cometa que a fines de diciembre se acercará a la Tierra, a 270 millones de kilómetros, para luego seguir su trayectoria y desaparecer para siempre.
«El 3IAtlas entró en nuestro sistema solar, pero viene de una región de afuera de este sistema. Fue lo primero que llamó la atención, alcanzó el punto más cercano al Sol, el perihelio, y luego siguió su trayectoria, no es periódico, como el famoso Cometa Halley. Otras de las cosas llamativas, cuando se empezó a analizar la composición química, es que, a diferencia de otros cometas observados en el sistema solar, es muy rico en dióxido de carbono y monóxido de carbono, mientras que los cometas del sistema solar tienen una mayor proporción de agua. Esa información hace inferir que este objeto proviene de un lugar de la galaxia que es más antiguo que el propio sistema solar y que está dando vueltas desde antes de que se formara el Sol y los planetas», explica Daniela Pérez, investigadora del Conicet e integrante del Instituto Argentino de Radioastronomía (IAR, CONICET-CIC-UNLP).
Nubes y cinturones
En nuestro sistema solar hay dos grandes reservorios de cometas que son La Nube de Oort y el Cinturón Transneptuniano, que son diferentes. Del Cinturón Transneptuniano vienen cometas de corto período, de la Nube de Oort vienen cometas de largo período o hiperbólicos, que sería el caso del 3IAtlas. «Este cometa tiene alguna particularidad en su composición, tiene una relación entre el dióxido de carbono y el agua bastante alta, más que la presente en los cometas de nuestro sistema solar. Luego, no tiene nada del otro mundo; puede que en su composición se hayan detectado materiales más difíciles de encontrar en nuestro sistema solar, pero tiene que ver con el entorno en donde se formó», explica Romina Di Sisto, investigadora del Conicet, del Instituto de Astrofísica de La Plata.
Entre algunas de las supuestas «anomalías» que el 3IAtlas habría presentado, que fueron destacadas por muchas personas que abonaban la teoría de Loeb, está una suerte de «anticola» y la observación de una aceleración no gravitacional, así como la emisión de ondas de radio.
Durante la presentación de las imágenes en vivo, seguida por millones a nivel global, científicos de la NASA explicaron que esta famosa aceleración fue observada y estudiada y que responde al hecho de que se producen cambios en la superficie de los cometas, explosiones, evaporaciones, emisiones de gas, algo común cuando se producen cambios de órbita, por eso las aceleraciones, frecuentes en los objetos convencionales también.
Respecto de la anticola, Di Sisto señaló que no es el único objeto que despliega una anticola: «En general los cometas tienen una cola, pero se puede ver que hay una cola de polvo y otra de gas que están desviadas mutuamente. La cola se despliega en dirección opuesta al Sol y el viento solar barre estas partículas. A veces aparece una cola en dirección al Sol, pero se ve así dependiendo de cómo lo estamos mirando, tiene que ver con la perspectiva».
Respecto de la emisión en radio, Pérez explica que obedecen a las transiciones en ciertas moléculas que se producen en el interior del cometa. «Hay un montón de objetos en el cielo que emiten en radio», señala. En la misma línea, Di Sisto sostiene que «los cometas, como los asteroides, reflejan la luz del Sol y el Sol emite en todas las longitudes de onda, en particular en ondas de radio. Puede ser que sea radiación, ondas que refleja del Sol».
Una red alerta y una ventana al pasado
Si hay algo cierto, más allá de las especulaciones y teorías más cercanas a la fantasía, es que la red de Atlas, formada por cuatro telescopios repartidos entre el hemisferio norte y sur, cumplió su objetivo y puso a todo el sistema de observación (naves de otras misiones, sondas, otros telescopios) a seguir a este objeto que el 19 de diciembre pasará a 270 millones de kilómetros de la Tierra, una distancia que no reviste peligro de colisión. ¿Pero qué ocurriría si algún día existiera la posibilidad de un impacto? Según las científicas, existen herramientas actuales y en estudio que podrían cambiar la órbita del objeto, desde hacerlo explotar mediante explosivos, hacer colisionar una nave espacial contra él (algo que ya se hizo con la nave DART) o utilizar un láser dirigido hacia el objeto para desviar la trayectoria.
«En 2029 va a pasar muy cerca el asteroide Apophis, de unos 300 metros. Se espera que pase a 35.000 kilómetros de la superficie terrestre, muy cerca. Se está viendo cómo estudiar este paso, se va a analizar con todo. Por ahora, sabemos que no hay riesgo de impacto, pero para saber si en el futuro podría suceder vamos a tener que ver cómo afecta el pasaje de 2029», detalla Di Sisto. Tal vez la mejor definición de lo que el 3IAtlas significa haya venido de los científicos de la NASA: «Es un fósil congelado de la formación de otro sistema solar», «una ventana hacia el pasado».
«Lo más interesante es el estudio que se pueda hacer respecto a la composición química que tienen estos cometas, porque son distintos a los que tenés en el sistema solar. El 3IAtlas tiene más cantidad de dióxido de carbono y monóxido de carbono, esto nos dice que su composición es más rica en carbono que en agua. Pero, además, a medida que estos objetos se van moviendo en el espacio interestelar, si bien este espacio está vacío, su superficie se ve impactada por rayos cósmicos, partículas cargadas muy energéticas, radiación ultravioleta de otras estrellas, entonces el impacto de fotones o partículas sobre este objeto hace que se produzcan cambios en las moléculas que lo componen. Lo que se encontró en algunos cometas es que hay moléculas orgánicas, son como la estructura a partir de la cual se puede comenzar a formar la vida. Parece que los cometas y los asteroides serían como “laboratorios” donde se sintetizan moléculas que luego pueden ser la base de procesos que pueden dar lugar a la vida. Ahí está la relación entre la Astronomía y la Astrobiología: muestra que no es necesario que haya un planeta con agua para tener componentes que ayudarían a que se construyan formas biológicas. Esto significa ‒concluye Pérez‒ que si este cometa tiene 7 mil millones de años y se van sintetizando en él componentes orgánicos, eso en algún momento puede depositarse donde sea y comenzar a formar la vida».
