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Más de 140 millones de niñas contrajeron o contraerán matrimonio entre 2011 y 2020. El abandono de la escuela y el embarazo adolescente son las prinicipales consecuencias de una práctica caracterizada por la asimetría de poder.


Color de rosa. Una instalación realizada durante la presentación del informe de FEIM. (Gentileza Acción Simétrica)

Si bien el matrimonio de niñas es más frecuente en África subsahariana y en Asia meridional, de este lado del mundo también es posible ver y hasta casi de manera naturalizada el matrimonio o la convivencia de niñas y adolescentes con hombres mayores que en algunos casos les duplican y triplican la edad. Muchos recordarán el caso del cantante Nicky Jones quien en 2005, con 62 años, se casó con una adolescente de 16.
Según datos del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), más de 140 millones de niñas en todo el mundo contrajeron o contraerán matrimonio entre 2011 y 2020.
En Argentina, el nuevo Código Civil y Comercial de 2015 señala que las personas menores de 16 años pueden casarse con autorización de sus representantes legales o del juez. No obstante, hay una situación que sortea las cuestiones legales y arroja a miles de niñas a una vida de adultas que termina por abonar el camino hacia todo tipo de violencias: la convivencia o unión convivencial.
De acuerdo con el informe titulado Situación de matrimonio o convivencia infantil en Argentina, de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM) que analizó los datos del Censo 2010, hay 317.507 adolescentes entre 14 y 19 años que se encontraban en unión de pareja y 24.491 estaban casados. A su vez, hay 341.998 adolescentes de entre 14 y 19 años que conviven en situación de pareja, ya sea unión consensual o legal por matrimonio. Al observar las diferencias por sexo se advierte que mientras 111.810 son varones, unas 230.188 son mujeres. Pero hay un dato más revelador todavía: cuando se realizan los cruces de acuerdo con la edad de las chicas y la del cónyuge o pareja conviviente hay 751 casos de chicas de 14 años viviendo con hombres de entre 25 y 44 años, 358 en los que sus parejas varones tienen de 45 a 64 años y 168 casos en los que los convivientes superan los 65 años. Para la franja de chicas entre 15 y 24 años hay 271.288 casos en los cuales el cónyuge tiene de 25 a 44 años y 10.433 en los que el hombre tiene una edad de 45 a 64 años.
Para Mabel Bianco, titular de FEIM, son varias las circunstancias que llevan a que una niña o adolescente entre en convivencia con un hombre adulto, entre ellas el embarazo. «El embarazo es una causa de la convivencia, porque las chicas que quedan embarazadas o tienen un hijo si no están conviviendo van a ir a convivir, porque tienen que sobrevivir y porque además hay una costumbre de que tienen que formar una familia. Por otro lado, las niñas miran a los hombres más grandes como alguien a “alcanzar”, y es ahí donde quedan atrapadas en esa relación», asegura.

Ningún cuento de hadas
Entre las consecuencias directas del matrimonio o convivencia infantil se encuentran el abandono de la escuela, el embarazo adolescente y el contagio de enfermedades de transmisión sexual.
«Lo primero que hace esa niña es dejar de estudiar. Luego, si empieza a trabajar, los trabajos van a ser precarios y va a ser una niña pobre. La segunda consecuencia es que esa niña madura precozmente, es madre prematuramente, y además puede precozmente tener problemas de infecciones de transmisión sexual como el HIV sida y otras enfermedades como consecuencia de la violencia ejercida sobre ella», aseguró.
En oportunidad de la presentación del trabajo de FEIM, las artistas del grupo Acción Simétrica montaron en el Centro Cultural Borges la instalación artística «Color de Rosa», que recrea una casita hermosa por fuera, pero en su interior solo hay oscuridad, dos sillas y dos pares de zapatos, unos muy grandes, de hombre adulto, y otros muy pequeños, como si fueran los de una niña que sale vestida de domingo.
«Hay todo un imaginario cultural del amor romántico donde se espera que venga alguien a salvarte y pida tu mano. Esto es lo que quisimos representar, ese contraste», comenta Mercedes Peñalva, una de las artistas de Acción Simétrica. «La asimetría de poder que se da en el matrimonio o la convivencia infantil es violencia, es abuso y hasta implica muchas veces violación dentro de esa convivencia. Esto es lo que buscamos visibilizar», concluye Bianco.

 

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