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Figura militante

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Titulada «La revolución de la aventura», la retrospectiva recorre la vida y la obra del célebre escritor y guionista, autor de «El Eternauta» y otras historietas clásicas, desaparecido por la última dictadura cívico-militar. Simbología y legado.

Recorrido. Obras emblemáticas como Sargento Kirk y Mort Cinder, entre otras. (Prensa del Museo Haroldo Conti)

Ciertas exposiciones solo pueden montarse como retrospectivas. Y, a veces, solo se las puede apreciar cabalmente cuando el fenómeno que las motiva parece haber abandonado los primeros planos: es la virtud de la perspectiva. Todo esto a propósito de una muestra que ocupa el Espacio Memoria y Derechos Humanos del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti hasta abril: La revolución de la aventura. Está dedicada a Héctor Germán Oesterheld, célebre creador y guionista de El Eternauta, desaparecido hacia 1977 por la última dictadura cívico-militar.
La revolución de la aventura vuelve sobre las obras emblemáticas de Oesterheld (Sargento Kirk, Ernie Pike, Sherlock Time y Mort Cinder, además de su clásico El Eternauta), pero lo más notorio del caso es el sector dedicado a la militancia del escritor y guionista, que incluye material aportado por el Archivo Histórico que lleva su nombre y por su colega Claudio Morhain.
Oesterheld era geólogo por formación, pero desde sus comienzos tuvo interés en las mal llamadas «artes menores» como vehículos pedagógicos. Como autor, creía que a través de los cuentos infantiles y las historietas se podía educar. En esa idea estaba el germen de la convicción que, ya enfrascado en la militancia, lo llevaría a considerar a los cuadritos como un vehículo para fomentar el cambio social.
Ese desarrollo intelectual del guionista es analizado en los textos que acompañan a la exposición producidos por el escritor Juan Sasturain, la investigadora Judith Gociol, el dibujante Félix Saborido y el periodista Luis Bruschtein, entre otros.

Evocución intelectual
Cuando Acción le pregunta a Sasturain sobre la figura de Oesterheld, a modo de respuesta propone su propio poema «Carta al profesor Favalli», un ingeniero de los que «ya no vienen como antes». Esos versos que pintan al personaje, sugiere Sasturain, contienen palabras dedicadas a Oesterheld: «Que al salir a la calle aprendió/ de los que hacían y se sumó a una pelea/ que no tenía prevista en los papeles/ Quiero decir –y perdóneme, Favalli–/ que fue más allá de sus libros y su clase/ y se puso del lado que debía». Porque al igual que Rodolfo Walsh, con el que se lo suele comparar, Oesterheld comenzó en el antiperonismo de clase media y se fue volcando, lentamente, hacia la corriente de pensamiento nacional y popular.


Así las cosas, La revolución de la aventura puede leerse como corolario de un largo itinerario de recuperación de su figura militante, que empezó durante el kirchnerismo y generó su impacto en el campo de la cultura en general y en el de la historieta en particular. La utilización del personaje central de El Eternauta (intervenido o no con el rostro del expresidente Néstor Kirchner) por sectores del peronismo suscitó no pocos debates. Al cabo, gracias a su contenido, El Eternauta forma parte de la currícula escolar en algunos distritos del país.
Medir los alcances del impacto de ese proceso de apropiación simbólica no es sencillo. La historietista y académica mendocina Laura Fernández investigó el tema largo tiempo para su tesis de grado, publicada como Historieta y resistencia por EDIUNC. Fernández ensaya una posible síntesis de la cuestión: «A grosso modo, se puede decir que afectó tanto al campo político como al campo de la historieta y, en ambos, suscitó empatías y disidencias», observa. «El hecho de que se convirtiese en símbolo político acrecentó la figura mítica que ya existía en el campo de la historieta, lo cual para varios historietistas, editores y lectores fue una conquista y, para muchos otros, un “yunque”», agrega. Como sea, la muestra pone al descubierto un hecho incontrastable: el legado de Oesterheld sigue vivo.

 

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