De cerca | ENTREVISTA A AMY ADAMS

Liberar al animal interior

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Gabriel Lerman (desde Los Ángeles)

Protagoniza y produce Canina, una película que retrata el costado salvaje de la maternidad con pinceladas de humor y terror. El recuerdo de sus comienzos y los hitos de su carrera.

Foto: Shutterstock

A los 50 años y con una carrera espectacular que incluye 6 nominaciones al Oscar y dos Globos de Oro, Amy Adams tiene suficiente prestigio como para poder ser la iniciadora de un proyecto. Así fue como adquirió los derechos de la novela Canina, de Rachel Yoder, y contrató a la directora que le parecía la indicada, Marielle Heller, para materializar una película en la que además de ser la protagonista es la productora. La apuesta no le salió nada mal, ya que ha obtenido su undécima candidatura al Globo de Oro, y no sería extraño que su nombre figure entre las nominadas al Oscar en marzo. En Canina, que se estrena en la plataforma Disney+, encarna a una escritora que vive con particular frustración su rol de madre de un chico de 3 años. En su búsqueda desesperada por liberarse desarrolla una conexión cada vez más fuerte con su perro, lo que la lleva a convertirse, al menos en su imaginación, en una integrante más de la manada.

–¿Cómo descubriste la historia de Canina?
–Me enviaron el manuscrito del libro antes de que se publicara. La forma de contar de Rachel Yoder es única, me identifiqué profundamente con la idea de perder la identidad y usar la maternidad como una alegoría. Cuando me puse a pensar en cómo llevar esta historia a la pantalla, porque era muy específica en el tono, supe que la persona indicada era Marielle Heller, que acababa de tener un bebé. Marielle escribió la adaptación bastante rápido, y un año y medio después la filmamos.

–¿De qué manera te preparaste para el papel?
–Fue todo muy intenso. La verdad es que no sabíamos qué iba a pasar durante el rodaje, porque en un montón de escenas me iba a tocar trabajar con chicos de tres años. Tenía que tener muy en claro qué era lo que necesitábamos que ocurriera, para poder filmar de manera más libre y, de alguna manera, jugar con ellos para que surgiera lo que nos hacía falta. Obviamente que me preparaba cada día para el rodaje, sabía mis parlamentos y entendía qué era lo que le pasaba al personaje. La película habla sobre el trabajo desigual de madres y padres cuando se tiene un nene chiquito. Una de las cosas que más me gustaron de la novela y, posteriormente, del guion, es que describe muy bien el conflicto que tienen hombres y mujeres en torno a la crianza.

–¿Canina puede ayudar a reivindicar el trabajo doméstico de las madres?
–Por supuesto, me parece que la película retrata muy bien el tema de la identidad, y cómo las madres de chicos chiquitos se alejan de su círculo y terminan quedando muy aisladas. Al principio, mi personaje ya no se identifica con quienes fueron sus amigas. Y no ha encontrado a un nuevo grupo de gente. Creo que eso ocurre porque ella no quiere renunciar a ser quien alguna vez fue. Pero una vez que descubre el placer, el juego y la naturaleza salvaje de la maternidad, se da cuenta de que puede conectarse con los demás, porque aprende a sentirse más valorada por su experiencia como madre.

–¿En qué medida tu propia experiencia como madre te ayudó a prepararte para el papel?
–Ahora tengo una perspectiva diferente porque mi hija ya tiene 14 años, pero entiendo perfectamente la idea de la monotonía que se presenta en la película. Marielle es excelente mostrando cómo lo vive ella en el comienzo del film. Volver a esa época me sirvió para darme cuenta de que la monotonía se convierte en los recuerdos, los momentos que se guardan, algo que mi personaje descubre en esta historia. ¿Qué no daría hoy por cantarle a mi hija su canción de cuna por enésima vez? Me imagino lo que podría pasar si intentara hacerlo ahora. También me resultó apasionante explorar cómo se transforma la identidad de esta madre a través de lo que vive. Es algo que nos pasa a todos, particularmente a las mujeres, a medida que pasamos por diferentes etapas de nuestra vida: la pubertad, la maternidad, la menopausia. Hay muchas transformaciones y cambios de identidad.

–Desde tu interpretación personal, ¿te tomaste las escenas fantásticas como algo que ocurre de verdad o simplemente como una representación poética?
–Es difícil de decir. Yo prefiero no revelar cómo me lo tomé. En realidad, para ella existen las dos realidades. Ella cree que de verdad eso le pasa. Y, a la vez, me parece que hay algo hermoso y poético en esas escenas. Uno se puede preguntar lo mismo sobre sus monólogos, porque cuándo los dice parecen tomar apenas un segundo de su vida. Yo me lo tomé desde la mirada del realismo mágico, y de la misma forma lo vio Marielle. En otras palabras, es algo que queda abierto a la interpretación del espectador.

Foto: Getty Images

–¿Qué sentiste al dejar salir tu animal interior?
–Fue muy interesante, aunque a decir verdad mi animal interior es un golden retriever: me alcanza con que me den alguna cosita para comer, me hagan caricias y me tiren algo para que lo vaya a buscar. Pero también puedo ser muy protectora. Creo que mi animal interior surge cuando veo algo injusto o siento que tengo que proteger a alguien, porque en esos casos me pongo muy agresiva. Siento además que cuando nos conectamos con nuestros instintos animales, nos acercamos a quiénes somos en realidad. De alguna manera dejamos de lado todas las expectativas y los filtros de Instagram con los que nos manejamos habitualmente. Nos alejamos de esa necesidad de ser perfectos y de la creencia de que hay una sola manera de hacer las cosas. Te conectás con una comprensión básica para identificar cuáles son tus necesidades, las de tu pareja y de tus hijos, en lugar de responder a lo que te impone el mundo que te rodea.

–¿En qué medida tu experiencia teatral en Londres con El zoológico de cristal influyó en tu trabajo en Canina?
–Cuando hacés una obra de teatro, hay una evolución del material que se genera con las funciones: cada noche es una experiencia diferente, no solo por la manera en la que decís tus parlamentos, sino porque tenés que estar presente con los actores que te rodean. Hacer El zoológico de cristal en el West End de Londres fue una experiencia que me hizo sentir muy bien como actriz. Y me ayudó mucho a la hora de trabajar con los nenes.

–¿Fue difícil encontrar el tono correcto en una película que pasa del humor al terror con tanta rapidez?
–No, esa fue una de las razones por las que recurrimos a Marielle, porque sabíamos que iba a encontrar el tono apropiado: es muy efectiva a la hora de desafiar todos los géneros. Y si bien ella trató de darle autenticidad, es cierto que hay momentos muy divertidos.

–Solo han pasado 14 años desde que protagonizaste Encantada.
–A mí me parece una progresión natural, he sido muy afortunada porque me han dado muchísimas oportunidades para explorar diferentes facetas de mi personalidad. He crecido y cambiado, he vivido mi vida. Y a lo largo de todos estos años se me han ido presentando proyectos que me han permitido procesar mis propias experiencias personales a través de mis papeles.

–¿Te sorprendés de lo lejos que has llegado en tu carrera?
–Por supuesto, jamás pensé que iba a ser actriz. Creí que iba a ser enfermera o médica, o alguien que cantaba en los clubes nocturnos. Nunca lo logré y, lógicamente, estoy muy desilusionada. Pero, vamos, nunca pensé que lo de ser actriz iba a ser posible. Cuando era chica Internet no existía. No había reality shows en los que descubrían nuevos talentos. Yo no sabía cuál era el camino por el que una se convertía en actriz de Hollywood. Como mucho, soñaba con obtener un papel en una propaganda de jabones. Por lo tanto, estoy muy agradecida de que la vida me haya llevado por un camino que ha ido mucho más allá de mis sueños más salvajes.

–¿Y hay algún sueño que no hayas podido cumplir?
–Trabajar con Tim Burton. Cuando me mudé a Los Ángeles para empezar una carrera en el cine, me hice una lista de todos los directores con los que quería filmar. Tuve la suerte de poder hacerlo con muchos de ellos, pero no con Tim: si me hubiera llamado para cualquier cosa le habría dicho que estaba muy interesada.

–¿En aquella lista también había actores de los que estabas enamorada?
–Claro, mi perdición siempre fueron los muchachos apuestos. Estaba locamente enamorada de Leonardo DiCaprio desde que apareció por primera vez en ¡Ay! Cómo duele crecer, y luego fui siguiendo su carrera hasta que protagonizó Titanic y eso fue el acabose. Cuando me mudé a Hollywood solía decir bromeando que iba a trabajar con Leonardo y que íbamos a volver a hacer Titanic juntos. Mi sueño se hizo realidad, solo que fue un poquito diferente. Me tocó trabajar con él en Atrápame si puedes, pero ahí yo estaba con mis trencitas y mis aparatos, pensando en que las cosas no podían haber estado más lejos de mis fantasías.

–¿Cuál fue el momento bisagra en tu carrera?
–Definitivamente, fue Junebug. No solo por todo el reconocimiento que esa película me generó, sino incluso por el rodaje en sí mismo. Es difícil de explicar, pero se produjo una transformación en mi durante el verano que la estuvimos filmando. Estaba a punto de cumplir los 30 años y me preguntaba si era feliz, si lo que estaba haciendo me gustaba y qué podía hacer para sentirme mejor. A los veintipico necesitaba de la aprobación de los demás para saber que estaba en el camino correcto: me importaba más lo que los demás opinaran de mí que mis propias emociones. Todo cambió en ese verano en el que me puse a pensar que nadie se estaba ocupando de mí, y que nadie lo iba a hacer si yo misma no lo hacía. Esa es una lección que todos aprendemos tarde o temprano en la vida.

–¿Qué cambió con la fama?
–No estoy muy segura. A veces es una verdadera lucha, porque ese tipo de atención hace que me vuelva introvertida y eso puede ser una trampa, porque te volvés muy protectora de tu intimidad. Y eso es algo a lo que le tengo que prestar mucha atención, porque no quiero perderme la oportunidad de conocer gente nueva. La vida me abrió muchas puertas, no solo en mi carrera. Ser actriz me enseñó a ser diferente, y ser madre aún más: hizo que me vuelva más abierta a los demás.

–¿Las mujeres están alcanzando la igualdad en el mundo del cine?
–No, por supuesto que no. Las mujeres siempre van a ser diferentes a los hombres, pero eso no quiere decir que no podamos ser iguales y tener los mismos derechos. Creo que las exigencias para las mujeres son mucho más altas. Y eso vale tanto para el mundo del cine como para el de la política. No creo que a los políticos les pregunten de qué marca es el traje que llevan puestos. No me molesta que me pregunten lo que llevo puesto, porque es algo que disfruto mucho, pero que a las mujeres en política las evalúen por la ropa que se ponen no me parece justo.

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