De cerca | ENTREVISTA A PILAR GAMBOA

«Nadie actúa bien solo»

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Javier Firpo - Fotos: Guadalupe Lombardo

Junto a los grupos Piel de Lava y El Silencio, la actriz protagoniza tres obras, entre ellas la celebrada Petróleo. Experiencias audiovisuales y popularidad.

Entra al café de Caballito, se sienta, cierra los ojos un instante y busca relajarse. Pilar Gamboa estuvo toda la mañana con sus pequeños hijos hasta que la niñera llegó para darle una mano y permitir el encuentro con Acción. La camarera la reconoce y, cuando le trae un cortado, se anima a un pedido de selfie. «Te vi hace dos días en una película con Suar, en una plataforma, me encantó», le dice en referencia a 30 noches con mi ex, que le significó a la intérprete el reconocimiento unánime de la crítica. «La Loba es un personaje muy querido», comenta la protagonista.
Gamboa se presenta como una actriz «principalmente de teatro, que hace cine y algo de televisión». En la actualidad encabeza tres obras. «Tenemos a Petróleo, que es nuestro hit, el comodín que venimos haciendo hace años con Piel de Lava», dice sobre el cuarteto que completan Valeria Correa, Laura Paredes y Elisa Carricajo. «Y con esta pandilla de hermanas también estrenamos Parlamento, una pieza que montamos en Arthaus, un novedoso espacio donde también estoy en Sombras, por supuesto, que hago con la Compañía El Silencio, integrada por Esteban Lamothe, Susana Pampín y Esteban Bigliardi», enumera.

«Siempre prioricé, más allá de la obra, el grupo humano que construye cada trabajo. Los integrantes de Piel de Lava y El Silencio primero fueron mis amigos.»

–¿No te mareás un poco con tantas obras y grupos?
–Parece, pero no es para tanto. Estoy con bastante trabajo, que se intensificó desde la primera maternidad, que fue en 2020, y con la pandemia. Me llegó no solo mucho laburo, sino propuestas muy atractivas e interesantes, como las obras de teatro, la película con Suar y la serie División Palermo, que resultó un boom en Netflix. Santiago Korovsky, su autor, está terminando de escribir la segunda temporada. 
–¿Te sentís más cómoda trabajando con actores y actrices amigos?
–Tuve la suerte de hacer teatro con mucha gente, actué bajó las órdenes de Veronese, Daulte, Pensotti y Spregelburd. Y siempre prioricé, más allá de la obra, el grupo humano que se construye con cada trabajo. Soy una actriz generadora de vínculos y con los integrantes de Piel de Lava y El Silencio pasó que primero fueron mis amigos, los conozco desde los 20 años, más de la mitad de mi vida y a partir de eso elegimos trabajar juntos. Más allá de que el teatro es una actividad colectiva y de que nadie actúa bien solo, evidentemente necesito estar rodeada de gente querida y conocida para producir mejor.
–¿Sentís que así se potencia tu capacidad actoral?
–Yo creo que las mejores funciones que hice fueron siempre porque los que estuvieron a mi alrededor actuaron mejor, con lo cual creo que el trabajo en grupo te eleva. Además hay algo de lo colectivo que a mí me tranquiliza, me saca presión y también responsabilidad. Actuar en grupo permite pensar en grupo y ayuda a correr la individualidad, algo positivo en un mundo como el de la actuación, donde el ego es una amenaza.
–¿Por qué generó tanto impacto Petróleo?
–Sinceramente, es muy impresionante lo que todavía sucede. Creo que la obra llegó en un momento oportuno, en tiempos en los que se daba una necesidad muy fuerte de reírse de la masculinidad. Con Piel de Lava no nos propusimos generar esto, para nada, sino que se dio naturalmente: Petróleo salió desde el deseo de querer hacer de chabones. No voy a negar que los artistas tenemos antenas para determinadas épocas y así nació esta pieza en 2018, en una residencia que hicimos en el Teatro San Martín, donde fuimos convocados por la curadora Vivi Tellas. Fue un proceso de intenso trabajo, de mucha improvisación que fue tomando forma y de repente nos encontramos con un cuarteto de hombres muy interesantes en una obra tierna y empática sobre la masculinidad, que es la más clásica y dramática de las que hicimos en veinte años con el grupo.
–¿Cómo hicieron para pasar de una obra tan significativa para ustedes a la siguiente?
–Fue complicado, pero el grupo tiene oficio y experiencia. Y ayudó que tuvimos la suerte de que el espacio Arthaus nos propuso una residencia escénica, que consistió en pagarnos durante dos o tres meses para pensar e investigar un tema. El objetivo era crear y estrenar, pero a veces no sucede. Pero nos pusimos las pilas, nos concentramos y nació Parlamento, una obra en construcción, es decir que la hacemos como si fueran funciones que la gente va viendo, pero entre una y otra puesta en escena hay modificaciones. Vamos probando, como si fuera un proceso de ensayo. Volviendo a la pregunta, sabemos que lo de Petróleo se da una vez en la vida, probablemente no volverá a suceder y cualquier cosa que hagamos después, como Parlamento, por más buena que sea, siempre será un fracaso.

–¿Frustra tener eso en claro?
–No, para nada. Ya lo logramos, metimos un pleno. Además lo tenemos claro nosotros y también los espectadores, a los que escuchamos decir a la salida de la obra: «Está buena Parlamento, pero Petróleo era mucho mejor».
–¿De qué se trata Parlamento?
–Es una obra de tenor político, que transcurre en una nave espacial. Ya no se puede gobernar en la Tierra porque la gente, enardecida, quiere prender fuego los parlamentos, con lo cual hay que ir a gobernar a la órbita, donde predomina la derechización en todos los discursos políticos, hoy tan en boga en el mundo y ni hablar en la Argentina. Y nos pasa con las chicas que sentimos que no le podemos ganar a Milei en representación, porque él tiene ese outfit increíble, con un discurso con una imaginación que trepó a un nivel inalcanzable. Es decir que la realidad está por encima de la ficción.

«Es muy impresionante lo que pasa con Petróleo. Creo que la obra llegó en un momento oportuno, en el que se daba una necesidad de reírse de la masculinidad.»

–¿Qué les atrajo para bucear en el terreno político?
–Nos atraparon los dispositivos, muy teatrales por cierto, que utilizan los políticos para sus discursos tan coacheados, que son más viejos que la escarapela, pero a la vez son cada vez más tiktokeros.

–Había pasado mucho tiempo desde la última experiencia con la Compañía El Silencio.
–Nos amamos, pero hacía diez años que no nos juntábamos porque la vida es así, porque en su momento Esteban Lamothe iba a ser papá, nos avisó y priorizó otros trabajos. Muy válido, obvio, no hubo peleas ni distanciamientos, pero no dejó de ser un cimbronazo que uno de los pilares del grupo se corriera. Y para mí, que soy re dramática, era terrible que Lamothe se fuera. Después, con los años, lo fui entendiendo más. Pero el reencuentro fue maravilloso porque me llamó Esteban y me dijo: «Me estoy juntando con Esteban Bigliardi y queremos hacer algo. ¿Te copás?». Y nos juntamos a comer en un bodegón por Colegiales, después le propusimos a Romina Paula, que ya había escrito para el grupo El tiempo todo entero, si quería escribir algo nuevo y así empezó el reencuentro.

Un éxito inesperado
Gamboa estuvo nominada por la Fundación Konex como Mejor intérprete de teatro de la década. «Fue muy gratificante estar entre grandes como Marilú Marini, que obtuvo el premio muy merecido, Ingrid Pelicori, Paola Barrientos y Lorena Vega. Son esas nominaciones que te movilizan y la verdad fue que ya con figurar entre las cinco me sentía premiada», afirma.
Más allá de las tablas, en los últimos años su carrera también tuvo una importante continuidad en el cine. Filmó Pampero junto a Julio Chávez, Recreo con Carla Peterson y Juan Minujín, Mamá se fue de viaje con Diego Peretti, El futuro que viene con Dolores Fonzi, Re loca con Natalia Oreiro, La Flor con el grupo Piel de Lava y la mencionada 30 noches con mi ex con Suar. Además de ser la película argentina más vista de 2022, la última le valió sus últimos dos premios, el Cóndor y el Sur, por su interpretación de La Loba, una mujer que se está recuperando tras una larga internación psiquiátrica.
–¿Cómo te llegó la propuesta para trabajar con Suar?
–Me llamó el mismo Adrián muy interesado y de una le respondí: «Me llamás a mí porque Valeria Bertucelli te rechazó, ¿no?». Y no, ella no podía. Después, cuando leí el guion, me pareció un desafío muy grande, realmente sentí que era fuerte el personaje, porque se trataba de una comedia de Suar, en la que había que hacer reír, pero a la vez con un personaje con algunos problemas de salud mental. Me parecía bien, pero el título me hacía ruido. Sentía que los paradigmas habían cambiado, había que ser cuidadoso con el tema, por eso me junté antes de empezar a trabajar con Adrián para aclarar los tantos. Le dije que lo único que pretendía era que la historia y mi personaje tuvieran verdad, que mi rol no quedara simplemente en la loquita que cae en su casa y le quema la cabeza.
–¿Brinda mucha popularidad una producción de estas dimensiones?
–Yo soy conocida en un nicho pequeño, no en un tanque como lo fue esta película. Y sí, la calle es un gran termostato: la gente no sabe mi nombre pero dice ahí va la chica de la película de Suar. Dura un puñado de días, tampoco es que se extiende demasiado. También me pasó con la serie División Palermo, y ahí noté lo mucho que se estaba viendo. En ambos casos, donde encarno personajes con dificultades, advertí el apoyo, la sensibilidad y el agradecimiento de la gente. El tema de la salud mental, que está muy invisibilizado, no es joda, sobre todo después de la pandemia y por la situación del país. Estamos todos rotos, con ansiedad, angustia, ataques de pánico y con un avance preocupante de la automedicación para intentar seguir adelante como se pueda.
Creada por el actor y humorista Santiago Korovsky, División Palermo fue estrenada por Netflix en febrero pasado. Con su tono de comedia negra, la serie que le hace un corte de manga a la corrección política se convirtió en un gran éxito en el país y también en América Latina y en España, Francia e Italia. «Santiago es mi amigo y soy fanática de su humor cáustico. Él me había contado de este proyecto ya en 2018, que había sido pensado como una serie web, con un presupuesto austero. Me mandó el guion en su momento, me encantó y ahí me enteré que mi personaje, Sofía Vega, está todo el tiempo en silla de ruedas. Hicimos el trailer que demandó tres jornadas de filmación y estuvo genial, pero quedó ahí, pasó el tiempo, hasta que un año después me contó que se habían interesado de la productora K&S. La cosa iba cambiando de color hasta que una semana después supimos que lo iba a terminar produciendo Netflix. Es decir que arrancó el proyecto siendo poco pretencioso y escaló hasta que lo estrenó una plataforma que sabemos el alcance que tiene», describe Gamboa.

«Yo también me reía con el humor de “Rompé Pepe”, en el que se veía a gente angustiada a través de una cámara oculta. Hoy, a la distancia, era un horror.»

–¿Cómo te resultó manejarte en silla de ruedas?
–Al principio costó, pero tuve la invalorable ayuda de Lucrecia Gómez, que fue la que me coacheó. Ella es una escritora cordobesa que está en silla de ruedas y fue un pilar por todas las herramientas que me dio, no solo para trasladarme sino también para tener en cuenta cuestiones físicas tales como la manera de acomodar las piernas. Gracias a su forma de ser, me permitió hacer los peores chistes del mundo, porque Lucre tiene una mente amplísima y un gran sentido del humor. Ella nos recomendaba que determinados chistes no podían quedar en una zona gris. «Si se van a mandar, vayan al fleje, porque no hay nada peor que la discriminación positiva», nos repetía.
–¿Qué significó formar parte de División Palermo?
–Especialmente la sensación de estar haciendo un tipo de humor nuevo, distinto, menos noventoso, menos bullynero, sin cámaras ocultas, sin burlarse de la desgracia ajena. Ojo, yo también me reía con ese humor, el de «Rompé Pepe» y toda esa mierda en la que se veía a gente angustiada a través de una cámara oculta. Todos lo celebrábamos porque no conocíamos otro humor. Hoy, visto a la distancia, era un horror.
–¿Esperaban que a la serie le fuera tan bien?
–Íntimamente sentía que podía funcionar, porque nos divertimos un montón haciéndola. Pero también la sufrimos, porque como su personaje, Felipe, que es un neurótico, Santi es un pibe muy parecido, talentosísimo pero también neurótico, un genio que tiene su estilo. Te hace repetir las tomas veinte veces, no se convence fácilmente.

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